Auditoría digital y un nieto que no pudo ir a ver
Una grave enfermedad de la que pudo recuperarse le dejó una carraspera en la voz. “Cada seis meses me revisan la visa del pasaporte”, bromea Jesús Rodríguez sobre el control periódico al que debe someterse. Eso explica el estricto cumplimiento del aislamiento, que lo convirtió en un experto en la aplicación Zoom.
“Ahora desde casa trabajo más que antes”, le confiesa a Clarín. La cuarentena le trajo dos sorpresas: fue su debut como presidente de la AGN, por lo que se hizo cargo de una veloz digitalización de las auditorías. Sobre el tema comenta, filoso: “Pudimos hacerlo en semanas y la Justicia dice que no puede”. Además, a mediados de marzo nació su segundo nieto, Jaime, pero todavía no lo pudo conocer. Espera el tercero para noviembre.
En un partido acostumbrado a resolver sus pleitos en las internas barriales, siempre fue el hombre fuerte del radicalismo en Caballito. Pero cuando la tercera de sus hijas (le salieron todas “chancletas”) se fue a vivir sola, hace 3 años, optó por mudarse con su esposa a un PH en Villa Urquiza.
Fanático de San Lorenzo e infaltable en la platea -donde solía cruzarse cuando había fútbol con Tinelli, Filmus y el “Pocho” Romero Feris- uno de sus máximos orgullos es la camiseta firmada por Leo Romagnoli, que atesora. Tanto como el recuerdo de aquel primer mandato como diputado, cuando le tocó votar la derogación de la creación de la Conadep, el acuerdo de paz con Chile por el Beagle y las leyes de divorcio y patria potestad compartida.
“Te llena el alma estar en el momento en que la sociedad decidió dar vuelta la página de la impunidad y dio pasos firmes hacia la modernización social”, afirma. En 1989 aceptó la brasa ardiente que puso Raúl Alfonsín en sus manos al nombrarlo ministro de Economía en plena hiperinflación. Estuvo los últimos 40 tortuosos días de gestión y sus enemigos se los suelen recordar. Pero él prefiere hablar de los “bienintencionados” que le reconocen haber tomado una decisión crucial sin tener cuenta conveniencias personales.
También acompañó a Alfonsín tras el Pacto de Olivos y fue convencional constituyente en 1994. Cuando llegó el cuarto de hora de Fernando de la Rúa fue secretario general del partido. Desde entonces se convirtió en referente de los equipos técnicos partidarios. Ahora es el vice de la Fundación Alem, usina de ideas de la UCR.
Como ladero de Ernesto Sanz, fue articulador de los programas de Cambiemos, aunque admite que poco caso le hizo Mauricio Macri en el gobierno, pese a lo cual se embanderó con el ala “amarilla”. Bloguero empedernido, en marzo publicó una fuerte autocrítica de ese período. Remató el texto con una frase de Bertand Rusell: “La razón no es la causa de la acción. Es la pasión su única causa, y la razón su regulación”. Al borde de los 65, Jesús confiesa que “la pasión” es su Biblia política. ■