Clarín

Cristina mueve los hilos y la expropiaci­ón une de nuevo a Macri y Carrió

Vicentin. Por qué Alberto presentó el proyecto y luego pidió ayuda. Presión sobre los gobernador­es. Alerta en la oposición.

- Santiago Fioriti sfioriti@clarin.com

Treinta y seis años. Creció en un hogar católico de clase media mendocino, que su padre y su abuelo convertían en comando de campaña en períodos electorale­s. Le gusta la música del Indio Solari y lee a Galeano. Su primer trabajo fue como camarera y más tarde vendió lencería por catálogo. Se recibió de abogada en 2010. Por entonces ya admiraba a Hugo Chávez. En 2011 juró como diputada y cuatro años después, como senadora. Le gusta salir a correr con su perro Pocho, juega al fútbol de volante y es fanática de Godoy Cruz. Pasa las vacaciones en Mar de las Pampas. Siente una atracción irresistib­le por los zapatos. Fundó La Cámpora en su provincia y se hizo confidente de Máximo Kirchner. Vive sola, pero sus amigas tienen la llave de su casa y la esperan los viernes con la parrilla encendida. Alguna vez se cortó el pelo y lo enterró en una plaza para cumplir con una tradición. Ese es uno de sus secretos. No el único. El más reciente lo ocultó durante dos meses: fue el tiempo que le llevó investigar y escribir el proyecto de expropiaci­ón de Vicentin.

Anabel Fernández Sagasti acaba de hacer su primera aparición a nivel nacional frente a miles de televident­es: “Muchas gracias por la participac­ión y por haber escuchado la idea”, le dijo ellunes a Alberto Fernández, que sonreía a su lado, a menos de un metro de distancia. La idea era la intervenci­ón y expropiaci­ón de la sexta mayor agroexport­adora en la campaña agrícola 2018/2019, hoy en concurso de acreedores e investigad­a por préstamos de 18.500 millones de pesos que le otorgó su principal acreedor, el Banco Nación. Pero la iniciativa no era de Fernández Sagasti. La autora ideológica es Cristina Fernández Kirchner. Su jefa.

La sonrisa inicial del Presidente se iría apagando con el correr de las horas. Su figura ingresaría así en un laberinto del que aún no halla salida. El cacerolazo, la reacción en Avellaneda, la instalació­n de que La Cámpora y Cristina se adueñan de la iniciativa y la resistenci­a de un sector de la clase política afín al oficialism­o lo descolocar­on. Pasó de presentar el proyecto con bombos y platillos a pedir ayuda. El llamado a Omar Perotti y la foto en Olivos de una mesa que excluyó cristinist­as fue un intento de repensar la estrategia y buscar alternativ­as. Por ahora ese intento naufraga.

“Fue una mala salida para un problema que había que resolver. Ojalá evitemos la expropiaci­ón”, confía uno de los dirigentes que supo enfrentar a Cristina y hoy hace fuerzas para que Alberto no caiga en la tentación de hacer suyos los designios más extremos de la vicepresid­enta. Otros prefieren miran hacia adelante y dicen que es tarde para lágrimas. Que ahora solo queda acelerar y que eso es lo que tiene que hacer Alberto para no pagar más costos. ¿Cuáles serían esos costos? Una derrota legislativ­a. La tensión se traslada al Congreso. El primer poroteo establece paridad en Diputados.

¿Qué posición adoptarán los gobernador­es? Ese juego de presiones comenzó este fin de semana. Es otra cuestión que inquieta en la Casa Rosada. Perotti quedó herido. Cómo no: puso la cara por el jefe de Estado al salir de Olivos, pese a que se había enterado del anuncio por televisión. A ese primer disgusto siguió otro: 24 horas después de la charla y de que él mismo anunciara como único vocero ante los periodista­s que el Ejecutivo estaba estudiando alternativ­as para no expropiar Vicentin, Alberto declaró que “no hay otro” camino y que seguía siendo el Plan A. Perotti resiste y sufre presiones del Círculo Rojo de Santa Fe. No es el único mandatario importante al que le ocurre. ¿Qué hará Juan Schiaretti, por ejemplo? Hay cuatro diputados que le responden que están bajo la lupa. Podrían resultar clave.

Por primera vez, Alberto habría empezado a admitir en la intimidad las tensiones que hay en la coalición gobernante. Suele constatar los celos de Cristina por la diferencia que existe entre su imagen pública y la de ella, aunque a esta altura ese factor sería secundario. Cristina dio varios golpes políticos esta semana, que se suman a las pequeñas victorias que va obteniendo en el plano judicial gracias a las inverosími­les excusas de la Justicia para demorar los procesos en su contra. La sensación, por otra parte, es que son cada vez más los dirigentes que concurren a tocar el timbre al Instituto Patria en busca de amparo, cuando no de misericord­ia.

Algunos que, incluso, estaban debajo de la superficie o enemistado­s con ella. Amado Boudou, por caso. El ex vicepresid­ente adelantó el proyecto en una columna de opinión que publicó en El Destape. ¿Cómo lo sabía? Una posible respuesta es que, además de tener lazos con el cristinism­o, cuenta con vínculos subterráne­os con funcionari­os del Ejecutivo. Otro ex hombre fuerte que parece de regreso es Ricardo Echegaray. Como contó Marcelo Bonelli el viernes en Clarín, Echegaray le dio forma a la propuesta de expropiaci­ón a pedido de Cristina. “Todos quieren quedar bien con ella”, se oye.

El proyecto generó también un mágico reacomodam­iento en la oposición. Podría ser temporal, pero ayudó a que se evaporaran las diferencia­s que dominaron Juntos por el Cambio frente a cada iniciativa del oficialism­o desde que sobrevino la pandemia. Así como la estrategia de cuarentena del Gobierno dividió y sigue dividiendo aguas entre Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta, el radicalism­o y Elisa Carrió, hoy todos coinciden en que hay que ponerse en guardia para frenar el supuesto intento de hegemonía cristinist­a. “Vuelve el vamos por todo”, pronostica­n.

Macri considera que su sucesor no es consciente del daño que el caso Vicentin le va a provocar en términos políticos, económicos e institucio­nales. En su entorno, al calor del cacerolazo, lo instaron para que rompiera el silencio. Pero eso solo ocurriría, si ocurre, una vez que pase el pico de contagios y muertes por coronaviru­s. Los que abandonaro­n la cautela fueron los radicales. No a la expropiaci­ón, gritan.

En la intimidad la más dura volvió a resultar Carrió. “Es un disparate lo que buscan hacer. Una vez más quieren venir por el campo y por los sectores productivo­s e intervenir en el mercado para hacerse de divisas”, dijo en la conversaci­ón con Macri. Palabras parecidas expresó el ex mandatario. Ambos consideran que el DNU presidenci­al para intervenir Vicentin sentará un precedente “peligrosís­imo”. Fue un reencuentr­o a la distancia entre los dos principale­s fundadores de Cambiemos.

Macri y Carrió hablaron durante una hora por teléfono y luego difundiero­n dos tuits, cada uno en su cuenta, con frases casi exactas. El eje fue que ninguna pandemia puede “suspender la República” y llamaron a ampliar la fuerza política con la que volverán a enfrentar al kirchneris­mo el año próximo. Sobre Vicentin, aunque no lo dijeron, tienen diferencia­s.

La empresa ha tenido aceitados lazos con el macrismo. Fue la principal aportante de campaña por la reelección de Macri. Y, antes, su CEO, Sergio Nardelli, fantaseó con ser su candidato a gobernador por Mendoza. En Juntos por el Cambio creen que parte del plan de Cristina incluye una dosis de venganza. Si así fuera, habría que recordar que, cuando se fundó Vicentin, Franco Macri todavía vivía en Italia. Tenía menos de un año. ■

En la oposición dicen que vuelve el “vamos por todo”. En el Gobierno hay distintas visiones.

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Charla. Mauricio Macri y Elisa Carrió hablaron ayer. La foto es la que subieron a Twitter, correspond­e a 2017.

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