Miedo y control en el barrio San Jorge, nuevo foco de contagio en el Conurbano
Crónica. En esa zona de Don Torcuato, donde creció Juan Román Riquelme, hay 110 casos. Cómo se vive el aislamiento.
Buen día. Los saludos en la fría mañana de sábado se repiten sobre la vereda paralela a las vías del Belgrano Norte y la avenida Del Trabajo. En ese punto de Don Torcuato donde se erige un puesto policial, pero del otro lado de los rieles, sobre la calle General Ávalos, está demarcado el ingreso al barrio San Jorge.
El quiosco ‘Lo de Lucho’, montado en una casa, es el lugar exacto en donde las autoridades municipales decidieron instalar el único puesto de ingreso y egreso. Hasta aquí pudo llegar Clarín porque a nadie más que los propios vecinos y los agentes sanitarios se les permite entrar.
Allí también confluye uno de los dos pasos a nivel peatonales “oficiales” con los que cuenta San Jorge -el otro está cerrado y custodiado por efectivos policiales-. Hay un tercero, aunque bastante más informal, ya que no tiene la estructura metálica tradicional para desplazarse antes de cruzar las vías. Mirar a ambos lados es crucial en los tres casos.
San Jorge está ubicado a 750 metros de la estación Don Torcuato, en Tigre. Habitado por 1.700 vecinos en 22 manzanas, tiene humildes viviendas, materiales de construcción, edificaciones sin concluir, cables cruzando por los techos y también rejas y frentes de las casas prolijamente terminados.
Desde hace muy poco, la zona está cercada por las vallas colocadas tras la confirmación de 110 casos de coronavirus entre sus habitantes. Esa es la manera de garantizar, además de la presencia policial a lo largo de la calle General Ávalos, que los vecinos de San Jorge entren y salgan por el único sitio habilitado, el mismo en donde las autoridades municipales, provinciales y de Nación montaron la base del operativo con una carpa roja, dos móviles del Sistema de Emergencia Tigre (SET), una ambulancia del SAME más otra de apoyo y cuatro patrulleros. Todas esas unidades están frente al Centro de Apoyo Escolar Nuestra Señora de Guadalupe, edificio en donde se almacena la mercadería que llega desde Desarrollo Social y que, hasta el brote, funcionaba como un comedor.
“Estamos luchando día a día para salir adelante. Hay gente que está aislada en su casa y la está pasando mal”, apunta Darío, alias ‘Quini’, vecino. Es uno de los primeros en salir de San Jorge, pasadas las 8.30. Debe registrar su nombre, apellido, número de documento y horario. Los agentes sanitarios, además, constatan que no presenta síntomas compatibles con coronavirus. Tras el trámite, recibe el permiso para salir a comprar. No podrá distraerse mucho en el camino: la autorización tiene validez por sólo una hora.
“Toda la vida tuvimos la libertad para entrar y salir de acá. Ahora es muy raro y triste lo que pasa, pero le estamos poniendo mucha fuerza para que la gente tenga su platito de comida”, expresa, tras regresar con “una bolsa de menudos de pollo” que pidió en una carnicería para colaborar con vecinos. Exhibe con orgullo un gorro del club Tigre. “Ahora el Municipio está ayudando, pero antes de todo esto nos arreglábamos entre nosotros nomás”, agrega “Pirulo”, otro vecino que consigue el pase para su salida provisoria.
“Mi tía tiene el virus. Estuvo diez días encerrada en su casa y ahora está en el Centro de Aislamiento de Troncos del Talar, pero primero la llevaron a Pacheco. Por suerte está bien. Ayer me mandó un video. Y mi prima también tenía, pero ya le dieron el alta, suma.
San Jorge es conocido por ser el lugar de procedencia de Juan Román Riquelme. El ídolo de Boca era uno de los jugadores cotidianos en la canchita del barrio. Y pese a que desde hace un tiempo no vive allí, los vecinos aún recuerdan sus habilidades. “Vivía contra la cancha, muy cerca de esa casa de alto que se ve. Creció acá”, señala Julio. Su dedo apunta hacia una edificación de dos pisos cerca del Centro de Apoyo Escolar.
Con el transcurso del día, los movimientos adentro del barrio comienzan a incrementarse. Así, algunos se acercan a la carpa roja del Municipio para que los evalúen los médicos y, en caso de que lo amerite, también someterse a un hisopado. Asimismo, por los pasillos comienzan a asomarse personas, a pie o en bici, con sus tapabocas.
“Me da un poco de miedo toda esta situación. Yo estoy viviendo hace un año acá. Lo que pude ver es que la gente no se cuidaba mucho”, desliza María. “Algunos estaban en la esquina, otros de joda”, agrega.
También aparecen algunas personas con carritos de supermercado que, tras asentar en las planillas que salen a hacer compras, son sanitizados. Cuarenta minutos más tarde, uno de ellos regresa con la compra: zapallos, cebollas y leña. Otro de los que salió con un changuito recibe la visita de un grupo de integrantes de una iglesia. Le traen bolsones de alimentos para que reparta entre los más necesitados.
Los casos de contagio son el tema central en el barrio. Ningún vecino le escapa al problema que convirtió a su barrio en una de las noticias de la semana. Y el nuevo modelo de aislamiento focalizado en el que quedó San Jorge también es motivo de debate.
“Está muy bien lo que están haciendo. Al principio nadie le dio bola al virus, por ese motivo se contagió un montón de gente. Y yo creo que nos vamos a contagiar todos. La única manera de que se queden un poco en sus casas es esta”, sostiene Luis. “A mí no me molesta entregar mis datos. Yo trabajo de lunes a viernes, salgo y entro sin problemas. Y cuando estoy en el barrio, ni salgo. Me quedo en mi casa”, concluye.