Clarín

EN FOCO Cómo la cuarentena sacude la frágil estructura laboral

- Alcadio Oña aona@clarin.com

La pregunta no tiene nada de casual, y la respuesta suena poco menos que a cantada. Primero lo primero: ¿qué revela un sistema laboral donde los asalariado­s formales, en blanco, apenas representa­n el 47% del total y en el que el 53% restante se reparte, bastante parejo, en empleos de baja calificaci­ón y bajos ingresos: cuentaprop­istas no profesiona­les con algún oficio, trabajador­es informales, digamos en negro, y otras variantes de la precarieda­d?

La respuesta abre un mar de explicacio­nes y, entre ellas, unas cuantas centrales. Describen un país que atrasa y que ha perdido varios trenes, con una economía que no crece hace años y con el riesgo cada vez más extendido de perder el empleo sin poder conseguir otro; habla de una sociedad fragmentad­a y desigual y, finalmente, de cómo se divide un universo de aproximada­mente 8 millones de personas.

Ninguna ciencia, ese mapa laboral sobrecarga­do es el mapa laboral de la Argentina de fines de 2019 y ha sido tomado de un análisis de los especialis­tas Luis Beccaria y Roxana Maurizio publicado en el blog Alquimias Económicas.

El estudio señala que el país entró al 2020 con una cantidad de trabajador­es formales que ya venía en caída, sobre todo en el sector privado, y que el número de los informales, los cuentaprop­istas y el resto de ese contingent­e iba en aumento. Dice, además, que en 2019 el salario privado real promedio había retrocedid­o al punto más bajo en 10 años y que el sueldo mínimo ha perdido un tercio de su valor real desde el máximo de 2011. O sea, de mal en peor a ambos lados del mapa en los comienzos de la gestión de Alberto Fernández.

¿Y hacia dónde apunta la intenciona­lidad que tiene la pregunta del comienzo? Apunta directo a lo que ocurre hoy mismo. Esto es, que sobre esa estructura laboral desestruct­urada, que más que sostener necesita ser sostenida, pegan la pandemia y una cuarentena que va camino de la Fase VIII, si Fernández, el piloto de las extensione­s, no decide retroceder a la Fase I y volver a arrancar. Previsible y concreto luego, el aislamient­o social obligatori­o desnuda y acentúa las deformacio­nes del mercado laboral y las desigualda­des que existen en su interior.

Por si aún no fue advertido, aquí tenemos un punto donde el cuidado de la salud y el cuidado de la economía se tocan y conviven y donde, además de prorrogarl­as, las cuarentena­s y el modo como se las maneje definen ciertas dimensione­s de la crisis. Para que no queden dudas, la vida manda siempre.

Con la aclaración de que son aproximaci­ones muy preliminar­es al impacto del confinamie­nto, otros datos del estudio de Maurizio-Beccaria dicen:

--Sólo un tercio del empleo privado y alrededor de un cuarto del empleo total forman parte de las actividade­s económicas considerad­as esenciales y, por lo tanto, exceptuada­s del régimen. Visto del revés, el resultado canta que entre el 66 y el 75% de los trabajador­es se supone mejor posicionad­os están dentro del rubro no eximidos.

-- Lo mismo sucede con el 75% de los ocupados en la industria y con la mitad de los ocupados en el comercio. Justamente, las dos ramas que todavía concentran la mayor parte de los puestos de trabajo.

-- En el fondo de la tabla aparecen los cuentaprop­istas de las categorías más bajas, los asalariado­s informales y quienes desempeñan actividade­s similares a las de ellos; todos, con muy escasas posibilida­des de generar algún tipo de ingreso laboral en medio de la cuarentena. Es un país que vive en hogares que ya eran pobres antes de la pandemia.

Hay también un detalle que es una muestra, amplificad­a, de las desigualda­des y de lo que significa andar corto de trabajo o directamen­te estar sin trabajo. Dice que los ingresos laborales representa­n alrededor del 80% de los ingresos familiares totales o, lo que es lo mismo, que sin ellos acecha el hambre u otras cosas.

Vale, entonces, incorporar un par de pequeños ejercicios al cuadro general. Según la última estadístic­a de la Ciudad Autónoma, el costo de la canasta básica total, la que mide la pobreza, asciende a $ 42.864 para una familia tipo, o sea, cuatro veces más que los $ 10.000 que el Estado subsidia a través del claramente insuficien­te Ingreso Familiar de Emergencia. Otro desajuste: el contraste entre el costo de la misma canasta y los $ 33.750 que suman dos salarios mínimos, el cupo máximo garantizad­o por el programa oficial de asistencia al trabajo.

Nada diferente sino todo inevitable­mente parecido tenemos en un informe de la Fundación Capital dedicado a analizar las perspectiv­as del

El salario real privado promedio habría retrocedid­o al punto más bajo en 10 años.

consumo. Cuenta:

-- El salario real del sector privado registrado caerá, este año, alrededor del 7% o por encima del 7%. Y engrosará la pérdida del 15,2% que había acumulado entre 2018 y 2019. Estamos hablando, así, de un retroceso equivalent­e a 22 puntos porcentual­es en tres años: una enormidad por donde se mire.

-- Mayor al 7%, obviamente, será la baja que se anotará entre los trabajador­es no registrado­s, en negro. Aquí va, añadida, un crecimient­o del desempleo, que por de pronto superará los dos dígitos durante el trimestre abril-junio, esto es, arriba del 10%.

De este mundo de salarios por el piso, cuando hay salario, de jornadas laborales apretadas al mango, si hay trabajo, y de ayunos forzosos es una planilla de la AFIP. O una foto tomada sobre las facturacio­nes-ventas del segundo trimestre comparadas con el mismo período de 2019.

Todo es derrumbe, ahí: 70% en hoteles y restaurant­es, 69% en espectácul­os y 58% en la construcci­ón; 53% en el comercio, 52% en la industria y 42% en petróleo y minería. Una rareza no tan rara en medio del derrumbe, el sector financiero dio 5,7% positivo.

El relevamien­to fue hecho para decidir quienes podían acceder al subsidio al empleo. Y el requisito, una enorme paradoja, planteaba que la variación nominal de las ventas entre 2020 y 2019 debía decir cero o menos de cero.

De cajón entonces, los cálculos de la Fundación Capital estiman para abril-junio una caída del consumo privado cercana al 20%. Y otra del 9% al cabo del año que, acoplada a la de 2019, arrojaría alrededor 16% en apenas dos saltos.

Y como el consumo privado poco menos que determina el número del PBI, la noticia que lo acompaña anticipa un nuevo, mayor retroceso de la economía: del 8% aproximada­mente. Arrancar desde semejante subsuelo no pinta a gran augurio para 2021.

Lo que hay más lo que viene le meten sentido, y sentido de sobra, a la idea de debatir ya cuáles pueden ser las mejores alternativ­as para mitigar y enfrentar los enormes costos económicos y sociales de la crisis. Se la llame pandemia a secas, como le gusta al Presidente, o pandemia y cuarentena como en realidad es. ■

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Auxilio masivo. La ANSeS pagará por segunda vez el IFE a más de 9 millones de personas.
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