Clarín

La pelea que dejó tres muertos y que cambió para siempre el boxeo

El sudcoreano murió tras cuatro días de agonía y los combates mundialist­as bajaron de 15 a 12 rounds.

- Luciano González lgonzalez@clarin.com

En Youngstown, muy cerca de la frontera entre Estados Unidos y Canadá, no era raro que todos vieran a Ray Mancini como el hijo de Lenny, la leyenda local que había sido un destacado peso ligero entre las décadas del 30 y 40. Siguiendo los pasos de su padre no tardó en quitarse ese peso de los hombros, pero pronto debió cargar uno mucho más pesado.

El 8 de mayo de 1982, Boom Boom (el apodo que había heredado de su progenitor) Mancini venció a Arturo Frías y ganó el título ligero de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB).

No lo sabía pero ese año tendría que toparse con una tragedia en un nombre de tres sílabas: Kim Duk-koo, un sudcoreano de una paupérrima infancia que se había hecho camino hasta tener la chance de enfrentar a Mancini por 20 mil dólares. “O muere él o muero yo”, había dicho días antes de cruzar el océano Pacífico.

El combate se realizó en la tarde del 13 de noviembre. Mancini era el amplio favorito, pero la pelea fue mucho más reñida que lo esperado.

Uno de los comentaris­tas invitados fue el entrenador Gil Clancy, quien había estado en la esquina de Emile Griffith el 24 de marzo de 1962 cuando el virginense derrotó al cubano Benny Kid Paret, quien murió 10 días después como consecuenc­ia del castigo recibido.

“Algo va a pasar en esta pelea”, comentó Clancy durante el descanso entre el quinto y el sexto asaltos.

En el arranque del 14° un gancho zurdo de Mancini ablandó definitiva­mente a Kim y un directo de derecha a la mandíbula lo tiró. Su espalda y su cabeza se estrellaro­n contra el tapiz. Se levantó, pero el árbitro Richard Green detuvo la contienda.

Mientras el estadounid­ense festejaba, Kim se desvaneció. Fue trasladado enseguida a un hospital. Apenas ingresó le realizaron una tomografía computada que evidenció que tenía un hematoma subdural en el lóbulo parietal derecho.

Fue operado durante dos horas y media para tratar de eliminar el coágulo: 100 centímetro­s cúbicos de sangre fueron extraídos por Lonnie Hammargren. “Su estado es crítico, con daño cerebral terminal. Su cuerpo responde levemente al estímulo del dolor: esa es la única señal real de vida que tenemos”, explicó el doctor.

“Estoy muy triste. No me culpo, pero tampoco me desentiend­o. Podría haber sido yo. ¿Quién puede decir que no seré yo la próxima vez?”, se preguntó Mancini, quien sostuvo que su futuro en el boxeo era incierto. Esa noche estuvo en el hospital aunque no pudo ver a Kim.

Ante la conmoción generaliza­da el promotor Bob Arum, organizado­r de la velada, pidió que se suspendier­a la actividad profesiona­l “durante uno o dos meses” para que una comisión médica estudiara cómo minimizar los riesgos del boxeo.

En esas horas Kim se mantenía vivo solo debido a la asistencia mecánica. Finalmente murió el 17 de noviembre, cuatro días después. Su madre, Yang Sun-Yo, afirmó: “Nunca hablaré mal del señor Mancini. Lo que pasó no fue su culpa”, afirmó.

El fallecimie­nto de Kim tuvo un efecto casi inmediato. El 9 de diciembre el Consejo Mundial de Boxeo anunció que las peleas por sus títulos mundiales ya no serían a 15 asaltos sino a 12, ya que varios estudios habían demostrado que las lesiones graves se producían principalm­ente en aquellos últimos tres episodios. Además autorizó la cuenta de protección de ocho segundos de pie.

A los cinco años la AMB siguió ese camino y un año después se sumó la Federación Internacio­nal de Boxeo. La Organizaci­ón Mundial de Boxeo, fundada en 1988, se inició ya con combates mundialist­as a 12 asaltos.

El 13 de enero de 1983, Ray Mancini anunció su regreso. Su siguiente presentaci­ón sería el 6 de febrero ante el inglés George Feeney sin exponer su título mundial. Lo derrotó por puntos en medio de una situación que lo apremiaba mentalment­e: ocho días antes la madre de Kim, sin poder procesar el dolor, se había suicidado tomando una botella de pesticida.

La maldición todavía no se había cerrado. El 1° de julio de 1983, Richard Green se suicidó. Sin certezas, siempre sobrevoló la idea de que al referí lo carcomía la culpa por no haber detenido antes aquel combate. ■

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Piña va, piña viene. Ray Mancini era el campeón que defendía el título; Kim, el retador que había tenido una infancia de una extrema pobreza.

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