Una vida marcada por los recuerdos y el remordimiento
Ray Mancini quedó marcado por la tragedia y siempre asociado a ella. Tras dos defensas exitosas cedió el cetro ligero de la Asociación Mundial de Boxeo el 1° de junio de 1984 al ser noqueado por Livingstone Bramble. El 22 de agosto de 1985 anunció su retiro, con apenas 24 años.
Dos regresos protagonizó. El 6 de marzo de 1989 falló en su intento de ser el primer campeón superligero de la novel Organización Mundial de Boxeo al perder en decisión dividida ante el puertorriqueño Héctor Macho Camacho. Y el 3 de abril de 1992 fue noqueado por Greg Haugen. Ese día terminó de extinguirse el fuego que había comenzado a apagarse cuando noqueó a Kim.
“El murió una vez, pero yo sentía que moría todos los días. Cuando sos boxeador desarrollás respeto por tu oponente y yo tenía todo el respeto del mundo por él. Sólo quería ganar la pelea. Nunca quise verlo herido. Fue devastador”, sostuvo el ex campeón en “The good son: the life of Ray Boom Boom Mancini” (“El buen hijo; la vida de Ray Boom Boom Mancini”), la biografía escrita por Mark Kriegel y publicada en 2012. Allí reveló que muchas veces soñó con su oponente muerto. “Una vez nos dimos la mano, él me abrazó y se fue. Sin palabras. No sé si fui yo quien lo hizo venir por pensar tanto en él”, contó.
Kriegel reunió en 2011 en Los Angeles a Mancini con Lee Young-mi, la viuda del sudcoreano que estaba embarazada cuando murió su marido, y Kim Ji-wan, su hijo. “Durante mucho tiempo me sentí culpable, por tu madre y porque nunca conociste a tu padre”, le dijo el ex campeón al joven Kim. “Cuando vi la pelea la primera vez sentí algo de odio hacia vos, pero sé que no fue tu culpa”, lo tranquilizó el hijo de su viejo adversario. ■