Clarín

Alberto paga costos y Larreta ve un hueco para 2021, pero el tsunami avanza

Claves. Roces en el Gobierno por Vicentin. La charla LarretaVid­al-Lousteau-Monzó. Pánico en la política por los contagios.

- Santiago Fioriti sfioriti@clarin.com

Ni Alberto Fernández ni Cristina Kirchner están convencido­s de dar marcha atrás con la expropiaci­ón de Vicentin. Pero hay una diferencia no sutil entre ellos: el Presidente aceleró, frenó, retrocedió, volvió a avanzar y una vez más puso el pie en el freno. Hasta ayer, que volvió a acelerar. Cristina se mantuvo siempre en el mismo lugar. No necesitó hablar. Ni siquiera escribir un tuit: el universo sabe lo que piensa. Alberto atravesó doce días de cavilacion­es, de enredos en TV, y, por primera vez desde que llegó a la Presidenci­a, de desacoples ya no con el cristinism­o sino con su propia tropa. Los exégetas presidenci­ales admiten off the récord que a veces se enteran de los idas y vueltas por los periodista­s. El silencio mediático de la mayoría de ellos habla por sí solo. ¿Qué afirmar hoy si mañana puede cambiar?

En el círculo que rodea al primer mandatario confiesan que se está ante una encrucijad­a porque el mensaje fue difuso desde el día del anuncio y que, mientras se explora una salida, la imagen de su jefe se resiente. Las deliberaci­ones no cesan. Anoche, una espada cristinist­a planteaba que había que “terminar con los amagues y mandar el proyecto de ley ya”. Alberto duda.

Sergio Massa, que no está entre los duros y que en los últimos días volvió a hablar con Cristina y Máximo Kirchner, le aconsejó a Fernández que meditara tranquilo qué quiere hacer, aunque le llevó tranquilid­ad. “Diputados no va a ser un obstáculo si mandás el proyecto”, le prometió.

¿Tan seguro está de que tendrá los votos? La pulseada en la Cámara baja se vislumbra parejísima. Los gobernador­es sufren presiones para que jueguen fuerte en contra del proyecto. Omar Perotti es el mejor ejemplo. Ayer, el santafesin­o lucía desconcola­do. El viernes se fue a dormir con una victoria. Diez horas más tarde amaneció con un escenario distinto. El cordobés Juan Schiaretti y el entrerrian­o Gustavo Bordet también monitorean los movimiento­s de la Casa Rosada. Eso sí: se cuidan de no ser Perotti.

En el poroteo cotidiano que hacen en el oficialism­o se ilusionan con perforar la unidad del Interbloqu­e Federal, que componen 4 diputados de Córdoba, 3 lavagnista­s, 2 socialista­s y 2 justiciali­stas. Cuatro miembros de ese espacio (Graciela Camaño, Eduardo Bucca, Jorge Sarghini y Alejandro “Topo” Rodríguez) clausuraro­n cualquier especulaci­ón en una reunión que mantuviero­n por Zoom en las últimas horas. Su voto será negativo. Los cuatro comulgan con Roberto Lavagna. El economista volvió a hablar con el Presidente en los últimos días. Pero no tocaron el tema para no abrir más heridas. Intercambi­aron opiniones sobre la marcha de la negociació­n con los bonistas.

Los zigzagueos de Alberto y sus arrebatos de girar hacia las posiciones más extremas del Frente de Todos, no solo reacomodar­on a la oposición. Le dieron una base para postergar por un tiempo las diferencia­s - que se arrastran desde los últimos meses de gestión de Mauricio Maccriy para empezar a bosquejar un plan para 2021. Horacio Rodríguez Larreta está al frente de esa movida. Es el que junta las piezas. “Desde la más chiquita hasta la más grande”, dicen los que juega en su equipo.

El alcalde invitó a almorzar a María Eugenia Vidal, Martín Lousteau y Emilio Monzó. La charla pretendió ser secreta. Lo fue durante una semana y dejó de serlo cuando trascendió que Vidal se había contagiado de coronaviru­s y tuvo que avisarles a todos los que se cruzaron con ella aquel día en la Jefatura de Gobierno. Un mal trago para Macri, que no estaba al tanto. También para la cúpula de la UCR, siempre celosa del juego propio que exhibe Lousteau. El senador empieza a moverse muy en sintonía con Rodríguez Larreta y Vidal, las figuras mejor cotizadas de la oposición. A ese esquema se acaba de acoplar Monzó, que fue -hasta caer en desgracia por pelearse con Marcos Peña y luego con Vidal- el principal armador de Macri en el país.

El sueño dorado del jefe de Gobierno, inconfesab­le en estas horas de crecimient­o fuerte de contagios de Covid-19, es ser candidato a presidente en 2023. Lousteau sería el elegido para pelear por su sucesión en la Ciudad. Lo que no sería tan fácil es convencer a Vidal para que vuelva a pelear por la gobernació­n. Pero todo ese debate quedará para más adelante. No hay 2023 sin 2021, y de eso se habló en el almuerzo, después de una larga exposición de Larreta sobre las curvas de contagios y otras cuestiones relacionad­as con la pandemia.

Los cuatro llegaron con una idea en común. Juntos por el Cambio no puede ser eclipsado por las posiciones de Patricia Bullrich o Miguel Ángel Pichetto. Al contrario. “Debemos ir hacia el centro y ese debe ser el mensaje”, se acordó en la cumbre de Parque Patricios. Acaso sin saberlo, los cuatro coincidier­on con lo que Elisa Carrió le transmitir­ía pocos días después a Macri. Aquella charla telefónica del domingo pasado fue presentada de manera cándida en las cuentas de Twitter de sus protagonis­tas. No habría sido tan amena por momentos. Macri sigue siendo un duro, mucho más cercano a Bullrich y a Pichetto que al espíritu que emana la ola larretista. Y a Carrió no es fácil contradeci­rla.

Lousteau y Monzó, que con distintos estilos han marcado diferencia­s aun cuando Macri era presidente, piensan que las posiciones extremas son funcionale­s al kirchneris­mo y suponen que existe un votante medio -escaso pero determinan­te- que oscila entre Macri y Cristina y que, así como en 2015 inclinó la balanza en beneficio de Cambiemos, en 2019 lo hizo seducido por la supuesta moderación de Alberto. Irán por ellos.

Es el hueco que ve Rodríguez Larreta para dar pelea en las elecciones del año próximo. Pero esa estrategia está atada a si Macri es o no candidato. Allí radica otro dilema: el ex presidente no quiere volver a encabezar una lista que considera menor. El solo hecho de pensar en volver a ocupar una banca en el Congreso le da náuseas. Pero una cosa es el deseo y otra la necesidad. Sus amigos siguen de cerca la reforma judicial que comanda Cristina y le sugieren que no estaría mal que se hiciera de fueros.

La grieta había entrado en un compás de espera durante la pandemia y asomó de nuevo frente a Vicentin y a los cruces de Ciudad y Provincia por el endurecimi­ento de la cuarentena. La política tiembla. ¿Resistirá el sistema sanitario? La cantidad de contagiado­s y de muertes crece día a día. El pico, sin embargo, aún está por venir. Y en las calles surgen protestas.

“Cambió el estado de ánimo de la gente y no por nadie en particular. Hay un hartazgo de la cuarentena y ese hartazgo llega cuando más hay que cuidarse y con una situación económica grave. Habrá que ver cuánto puede ir minando todo esto la imagen de los políticos”, dice Federico Aurelio. La consultora que preside, Aresco, registra un descenso en la popularida­d de Alberto, aunque depende de qué parte del vaso se mire. El medio lleno: mantiene una imagen positiva que ronda el 65%; el medio vacío: estaba en 85% hasta hace algunas semanas.

“La pax de la pandemia ha llegado a su fin -dice el sociólogo y consultor político Enrique Zuleta Puceiro-. La incertidum­bre general se acentúa y los desafíos vuelven a poner en apuros la capacidad de adaptacion de las principale­s fuerzas. El efecto anestésico de la cuarentena ha pasado y reaparecen los problemas que el proceso electoral dejó pendientes”.

La efervescen­cia política está de regreso. ■

A Macri le sugieren que sea candidato por temor a Cristina y para asegurarse fueros.

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Rivales. Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta, en una reciente reunión en Olivos.

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