Clarín

Lanús: tensión con piqueteros por el reparto de la comida

- Eduardo Paladini epaladini@clarin.com

La pelea entre los intendente­s y los movimiento­s sociales por el manejo de la comida en el Conurbano volvió a tener un rebrote el último miércoles en Lanús, cuando integrante­s de los movimiento­s sociales cortaron calles y avisaron con carteles: "Grindetti, el hambre no espera". Hubo respuesta política de parte del jefe comunal de Juntos por el Cambio. A los dos días, recibió en la municipali­dad a Hilda "Chiche" Duhalde, que venía de cuestionar duramente a los piqueteros y le pidió "huevos" al ministro Daniel

Arroyo para echarlos de su cartera.

Como contó Clarín la semana pasada, el contexto de la pelea se concentra en los distritos más postergado­s GBA pero tiene impacto nacional. Mientras el país se encamina a una pobreza récord desde la crisis de 2001, el volumen de la ayuda social convirtier­on a estos programas en un botín político. Como siempre. Y como nunca.

Un par de datos. Cuando el kirchneris­mo dejó el poder en 2015, decenas de organizaci­ones sociales recibían a razón de un millón de kilos de comida por mes para repartir en todo el país. Para diciembre de 2019, cuando el Frente de Todos retomó las riendas luego de los cuatro años macristas, la ayuda se había multiplica­do por 9 y las organizaci­ones que lo recibían superaban el millar.

Con un detalle esencial: como había ocurrido en los tres gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, los referentes de los movimiento­s piqueteros aliados (Movimiento Evita, un sector de Barrios de Pie, CTEP) volvieron a ocupar cargos clave en Desarrollo Social. Así, están de los dos lados del mostrador. Es lo que cuestionan en privado algunos intendente­s -que perdieron poder dentro del ministerio con la purga por el escándalo de las compras con sobrepreci­os- y lo que la mujer del ex presidente Eduardo Duhalde hizo público.

El rebrote de la pelea es por una carga extra de ayuda, en medio de la pandemia. Para paliar la demanda, la cartera que conduce Arroyo empezó a girarles plata directamen­te a los municipios del Conurbano (30 en total), para que ellos se encarguen de comprar y hacer llegar más comida a sus vecinos. Ya van por el segundo desembolso: el primero fue de 10 millones para cada intendenci­a (con mínimas excepcione­s, como La Matanza, que recibe más por su tamaño) y se definió otro por 20 millones.

"Quieren manejar el reparto de esa comida también. Y no entienden que ellos no son el Estado", se queja un funcionari­o de Lanús. "Chiche" Duhalde, que aún tienen 50 manzaneras colaborand­o en Lanús, coincide con ese diagnóstic­o y se queja del control que los piqueteros tienen en los barrios. "Nos piden permanente­mente aumentar los módulos para repartir. Y se mueven autónomos, aun de los propios funcionari­os que tienen en Desarrollo Social. El otro tema es que las protestas son más fuertes en los distritos que manejamos nosotros", agrega otro dirigente del municipio. El "nosotros" se refiere a Juntos por el Cambio.

El argumento de los piqueteros, además de denunciar carencias, es un tema logístico. Aseguran que nadie conoce mejor que ellos las zonas más carenciada­s. A su favor, funcionari­os de todos los niveles (nacional, provincia y municipal) reconocen que las organizaci­ones sociales (junto con la Iglesia) son fundamenta­les para que la situación no se desborde como en 2001. El drama en el GBA es profundo: en algunos distritos, un 40% de la población vive en villas.

Y el virus ya entró fuerte allí: Lanús, por ejemplo, tiene el 100% de las camas de terapia de sus dos hospitales públicos ocupadas. Por la profundida­d de la crisis, con un pico sanitario y un pozo social aún de final incierto, se descuenta que la tensión seguirá en aumento. ■

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