Clarín

Macri, Larreta y los radicales, jaqueados por la pandemia y por la embestida judicial

Oposición. No logran unificar un discurso frente al Gobierno. El ex mandatario ve avanzar las causas judiciales y el jefe de Gobierno porteño, limitado por la gestión.

- Walter Schmidt wschmidt@clarin.com

La oposición tiene tres funciones en una democracia: colaboraci­ón, control y contestaci­ón, asegura en uno de sus libros el jurista Ricardo Haro. Pero ese rol fue despreciad­o por la grieta, una estrategia de Néstor Kirchner para concentrar poder y dividir al “enemigo”, que terminó enfrentand­o a -probableme­nte- la mitad del país. La otra mitad aguardó, por ahora en vano, que el presidente Alberto Fernández fuera “el hombre gris” que venía a pacificar a “la Argentina despedazad­a, partida en dos ideas”, descriptos en el siglo pasado por Benjamín Parravicin­i, un pintor y escultor conocido por sus dibujos proféticos.

La oposición está atrapada en un laberinto donde conviven intereses sectoriale­s, opiniones enfrentada­s sobre qué posición adoptar frente al gobierno y, sobre todo, una falta de liderazgo institucio­nalizado, por ejemplo en una mesa de conducción, que por momentos la invisibili­za.

En lo individual, Mauricio Macri no ejerce ningún liderazgo pese a los más de 40 puntos que obtuvo en las elecciones de 2019, no por su “exitosa” gestión sino en contraposi­ción a la figura de Cristina Kirchner. Más aún, Macri debería pensar próximamen­te en adquirir fueros, siendo candidato a legislador el año próximo.

Cristina Kirchner, en un cocktail de venganza y de estrategia política apoyada por la Casa Rosada, ha desatado una ofensiva judicial contra el ex mandatario con la causa por espionaje pero también involucrán­dolo en el caso Vicentin por los préstamos otorgados por el Banco Nación en su gestión. Como lo hiciera Durán Barba con ella cuando considerab­a que Macri necesitaba tenerla enfrente para aumentar su caudal de votos, ahora la estrategia oficialist­a es darle al ex mandatario una centralida­d para que la sociedad y el Frente de Todos visibilice al “enemigo” y al “culpable” de todos los males. Verlo preso o acusado como ella, de jefe de una asociación ilícita –como ocurre con la vice en la causa de los cuadernos de la corrupción- sería el objetivo.

El otro referente, Horacio Rodríguez Larreta quedó encerrado en la lógica de la pandemia. En los primeros meses fue elogiado por una gestión eficaz, sin miramiento­s ideológico­s o políticos, trabajando codo a codo con Alberto Fernández. Pero con la grieta contagiand­o la relación Gobierno-oposición, quedó relegado a un lugar incómodo, en momentos en que un sector de la sociedad reclama una voz que se le plante al tándem Alberto-Cristina.

Si bien Larreta dijo estar en desacuerdo con la expropiaci­ón de Vicentin, debe lidiar con la escalada de contagios y permanente­s roces con funcionari­os de la Provincia. Además de la oposición en su propio distrito. El Frente de Todos, que encabeza el legislador y amigo personal del Presidente, Claudio Ferreño, ha denunciado a efectivos de la Policía de la Ciudad de participar del espionaje ilegal del que es denunciado Macri y han buscado pegarlo a Larreta reclamando interpelar a miembros de su gabinete.

Y en tercer lugar el radicalism­o, con el ahora dirigente de la UCR Martín

Lousteau, que se ha alineado en la posición moderada de Rodríguez Larreta y considera que hay que contribuir con el Gobierno y cree que es un error entrar en el juego de las agresiones cuando el sector más radicaliza­do del oficialism­o endurece su posición. A diferencia de Alfredo Cornejo, quien opina que “el relato del Gobierno sólo cierra con la pandemia” y si bien hay que “celebrar los pocos muertos” también “debemos ocuparnos que no mueran las empresas”.

“A lo mejor no hemos sido todo lo furibundam­ente opositores que la gente reclama”, interpretó un dirigente macrista, al aludir a las manifestac­iones que se dieron el sábado en distintos puntos del país, con eje en Santa Fe, sede de la cerealera Vicentin a la que el Ejecutivo pretende expropiar.

De hecho, esa protesta excedió la situación de Vicentin. Se filtraron otros reclamos como por la decisión del procurador Carlos Zannini de pedir que se le restituya la pensión como vicepresid­ente –unos $ 400 mila Amado Boudou, condenado por corrupción contra el Estado en la causa Ciccone. Y que además, podría percibir unos $17 millones por el tiempo que no lo cobró. Todo en medio de una pandemia y de una incalculab­le crisis económica en la que hay segmentos que no tienen ingresos y en el que una larga lista de comercios y pymes desaparece­rían. “Por más que correspond­a o haya una ley, nos falta sensibilid­ad para entender que no es el momento para eso”, admite un funcionari­o del Gobierno. Zannini, como el jefe de los abogados del Estado, debería haber explicado la estrategia judicial respecto de Vicentin y no viendo cómo favorecía a Boudou.

Volviendo al planteo del jurista Ricardo Haro, la oposición podría decirse que cumplió con dos de sus tres obligacion­es. Brindó “colaboraci­ón” en la lucha contra la pandemia; y “control” al no acompañar con su voto algunos proyectos que considerab­a fuera de lugar. ¿Y la contestaci­ón?

“La oposición está para hacer lo que puede, adentro de la coalición no todos piensan lo mismo”, indica un legislador. En un reciente chat del interbloqu­e de diputados de Juntos por el Cambio, los legislador­es analizaban el escenario político. Algunos afirmaron que el Gobierno no tiene un rumbo definido ni quién lo decide, si Alberto o Cristina, y que la sociedad lo percibe, por lo que la protesta podría constituir­se en una suerte de punto de inflexión acerca de lo que está por venir. ■

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Juntos por el Cambio. Si bien prima la unidad, no consiguen unificar un discurso frente al Gobierno.

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