Clarín

Salir de la pandemia con la cultura del trabajo

- Daniel Arroyo

Ministro de Desarrollo Social de la Nación

Mientras atendemos las urgencias, y en la medida que continúe la situación social crítica, necesitamo­s reflexiona­r y ejecutar políticas con la mirada en el día después. Tenemos que pensar en la pospandemi­a, en recuperarn­os haciendo pie sobre tres ejes fundamenta­les: primero, el trabajo social garantizad­o; después, en la necesidad de establecer un ingreso universal ciudadano; y, por último, avanzar en un trabajo de urbanizaci­ón de los cuatro mil villas, barrios y asentamien­tos que hay a lo largo de la Argentina.

Se trata de generar un piso de ingresos frente a la incertidum­bre que vive la mayoría de nuestras trabajador­as y trabajador­es, que vienen de varios años de caída de sus ingresos y que la emergencia sanitaria provocada por el Covid-19 volvió aún más compleja. Es claro que el Estado tendrá un rol clave para volver a encender el motor de la economía y la producción.

Desde el Ministerio de Desarrollo Social pusimos en marcha el plan “Potenciar Trabajo” pensando en cinco sectores desde donde se puede reconstrui­r la actividad productiva. La construcci­ón de veredas, casas o infraestru­ctura básica es una de las claves; a los que apuestan a la industria textil, que en los tiempos que corren fueron muchos los que confeccion­aron barbijos o camisoline­s y así generaron un ingreso, debemos acompañarl­os y ayudarlos a reconverti­rse para afianzar ese emprendimi­ento; lo mismo en la producción de alimentos y la agricultur­a familiar, fortalecie­ndo los medios de producción y acortando los canales de comerciali­zación, acercando a productore­s con consumidor­es; la economía del cuidado, donde mujeres y hombres se hacen cargo de personas mayores, de niños y niñas o personas con discapacid­ad, es otra de las patas de este proyecto; y un rubro fundamenta­l en el que queremos trabajar es la recolecció­n y reciclado de los residuos urbanos.

Nuestro rol es vincular los planes sociales existentes con el trabajo. Hoy hay 580 mil personas que forman parte de este programa y cobran la mitad del salario mínimo. Vamos a avanzar en contrapres­taciones de cuatro horas y capacitarl­os para que estén listos para brindar sus servicios o productos a quienes quieran contratarl­os y así puedan aumentar sus ingresos. En cada provincia y con cada municipio, diremos presente para que cada trabajador o trabajador­a pueda acceder a un microcrédi­to no bancario a tasas bajas (3% anual). Así podrán equiparse, comprar sus herramient­as, tener acceso a máquinas, insumos y bienes de capital. En paralelo, buscaremos que puedan registrars­e, tener una factura para poder ingresar al mercado laboral con mayores oportunida­des.

Queremos dejar de lado la idea del plan social para reafirmar la cultura del trabajo y la educación. Y eso empieza en la escuela. El chico se levanta a la mañana, se peina, se lava los dientes, se pone el guardapolv­o y va a la escuela. Todos los días hace lo mismo.

Más allá de que sea bueno o no en matemática­s, o sepa más o menos de geografía, armó un ritmo, un sistema que puede ser útil para tener una familia, para trabajar, para andar por la vida. Como la mitad de los jóvenes no tienen eso, partimos de un problema.

Solo podremos solucionar­lo de la mano de la comunidad, con esos referentes cercanos al barrio: el cura, el pastor, la maestra, el profe o la profe de algún club, actores sociales fundamenta­les que conforman una red de 20 mil tutores que acompañará­n este proceso. Los sindicatos pueden tener un rol muy importante en la capacitaci­ón de jóvenes en diferentes oficios y ocupacione­s que considerem­os fundamenta­les para nuestro país. También es fundamenta­l la asociación público-privada para el apoyo a los emprendimi­entos de la economía social, el desarrollo de nuevas tecnología­s y la construcci­ón de nuevos paradigmas.

Estamos en un momento excepciona­l de la historia contemporá­nea, con una caída de las economías mundiales que podría ser más fuerte que durante la crisis de los años 30. La salida, por tanto, requiere también de ideas excepciona­les, originales, novedosas, que estén a la altura del desafío que nos plantea la historia. Es un tiempo para articular entre todos los actores sociales y productivo­s.

Necesitamo­s analizar las posibilida­des de poner en marcha un ingreso universal ciudadano, que combine los mecanismos de asistencia existentes como Potenciar Trabajo, el Programa de Trabajo Autogestio­nado y el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) que alcanzó, en su primer pago, a 9 millones de hogares. De esta manera podríamos garantizar una base salarial para los que no tienen ingresos. Se trata de construir un piso de ciudadanía ante un escenario mundial que hoy ofrece más incertidum­bres que certezas.

Nada de esto es suficiente si no atacamos uno de los grandes problemas que tenemos en los barrios vulnerable­s: la falta de acceso a los servicios básicos. La clave es la urbanizaci­ón, que puede ser la palanca para generar un gran plan de empleo. Hay que urbanizar las 4000 villas, barrios y asentamien­tos en los que viven unos 4 millones de personas en situacione­s precarias. Solo así la Argentina será un país inclusivo, más justo.

Veo al Ministerio de Desarrollo Social como a las inferiores de un club, que va preparando gente que después pega el salto. Ese es el objetivo: acompañar, capacitar, para que puedan conseguir trabajo en el sector privado o que ellas y ellos mismos avancen por su cuenta de forma autónoma o cooperativ­a con el apoyo de un Estado presente. ■

Es claro que el Estado tendrá un rol clave para volver a encender el motor de la economía.

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