Un cambio de técnico que también es parte de la leyenda
Como todo gran ciclo, el inicio del éxito comenzó después de Mundial de Inglaterra, en el que Brasil sin Pelé (lesionado, apenas jugó un partido) no logró superar la fase de grupos. Empezó una reconstrucción primero con Aimoré Moreira, algún que otro interinato (Mario Zagallo y Dorival Knipel, apodado Yustrich) y fundamentalmente con la designación de Joao Saldanha en 1969.
Saldanha fue primero jugador de fútbol. Después, periodista. Se convirtió en el crítico más respetado del país. Acido, muchas veces sus comentarios molestaban a los protagonistas. Lo desafiaron a dirigir, en 1957 lo contrató Botafogo, que salió campeón del torneo carioca; aún es recordado por su buen juego (actuaban Garrincha, Didí, Nilton Santos y Paulo Valentim). Nunca ocultó su afiliación al partido comunista de Brasil. Un antecedente que le jugaría también en contra en tiempos de dictadura.
“Ya que usted lo sabe todo, ¿por qué no resuelve el problema de la Selección?”, cuentan que le dijo en la intimidad Joao Havelange, entonces presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), quien un día se animó a ofrecerle el cargo de la Selección. Como era periodista, el ex presidente de la FIFA se imaginó que muchos colegas no se animarían a tantas críticas. Pero su tocayo tenía un fuerte temperamento y nunca se callaba. Por eso Saldanha fue ganando enemigos en el plantel, entre los dirigentes, los técnicos y hasta el mismísimo presidente de Brasil, el dictador Emilio Garrastazú Médici.
Fue el dirigente Antonio Do Passo, encomendado por Havelange, el que lo llamó y le ofreció el puesto. Un par de definiciones de Saldanha. “Armé dos selecciones porque nadie va a disputarse la posición. Todos jugarán para el equipo”, afirmó. Otra: “El jugador brasileño necesita liberarse de las posiciones convencionales en el campo, del número en la espalda”. Y una más: “Vamos a vencer. Si me quedara alguna duda no habría aceptado el cargo. Teniendo a genios como Pelé, Tostao,
Rivelino, Gerson y Dirceu Lopes no puedo temer a nadie. Basta con formar el equipo y dejarles que jueguen”.
Pero Saldanha no llegó a México. Para febrero de 1970 tenía demasiados frentes en contra. A Pelé le recriminaba no correr tanto en los partidos y además en los partidos nocturnos no lo ponía por la miopía que tenía y, decía, no le permitía rendir al máximo. También con otros entrenadores, con dirigentes y algunos integrantes del cuerpo técnico.
Con el presidente de Brasil porque le pidió convocar a Darío, delantero del Atlético Minero. “Agradezco la colaboración del presidente, pero no lo voy a tomar en cuenta, de la misma manera que él no consideraría propuestas mías en torno a ministros o políticas de acción”, respondió.
La revista Placar publicó, una semana después, los motivos principales del despido del entrenador: “Problemas con la Comisión Técnica, libertad táctica excesiva a los jugadores, falta de organización táctica e interés del gobierno por la Selección”. ■