Clarín

Latam, Vicentin y la sospecha que encendió el fuego

- Fernando Gonzalez fgonzalez@clarin.com

“Este es un mensaje que nunca hubiese querido tener que enviarles”. Así empieza la carta que Rosario Altgelt les envió hace dos semanas a los 1.715 empleados de Latam Argentina. El texto señalaba que la filial local de la compañía dejaba de volar dentro del país y que comenzaba un proceso tortuoso con el Ministerio de Trabajo para que todos puedan cobrar sus indemnizac­iones. Malas noticias para el país en pandemia.

Con casi cinco años como CEO de Latam y dos décadas en la empresa, Altgelt se había convertido en una de las caras del nuevo empresaria­do argentino. Tiene 43 años, 3 hijos y en 2018 sus colegas la habían nombrado presidenta del Coloquio de IDEA. En octubre de ese año, armó un encuentro en Mar del Plata al que fueron Mauricio Macri, María Eugenia Vidal, varios gobernador­es y el titular de la CGT, Héctor Daer. En los debates se abordó el caso de los cuadernos, que mostraron la corrupción de un sector de la clase política, pero también la complicida­d de algunos empresario­s. Un poco de aire fresco venía muy bien.

A tono con los vientos de cambios, Rosario era la segunda mujer en desempeñar ese cargo. La primera había sido en 2014 la CEO de General Motors, Isela Costantini, quien luego aceptó la oferta de Macri para ocupar la presidenci­a de Aerolíneas y terminó, curiosamen­te, yéndose maltratada por el macrismo. La carta de Altgelt fue el corolario de un proceso que comenzó con la devaluació­n y la crisis económica de Cambiemos en 2018, y que se asomó al abismo con la pandemia y las decisiones equivocada­s del Frente de Todos.

Pero también es mucho más que eso. Junto con el avance del peronismo sobre Vicentin es el comienzo de una etapa en el gobierno de Alberto Fernández más parecida a la de los últimos años de la gestión de Cristina que a la de los primeros años de Néstor Kirchner. Tanto en la campaña electoral como en sus primeras semanas en el poder, el Presidente siempre prometió justamente lo contrario. Estar más cerca del país que crecía y se desendeuda­ba que de aquella Argentina que perdió la autosufici­encia energética, que dejó de medir la pobreza, que le puso un cepo al dólar y que terminó una vez más en los infiernos del default.

Los casos de Latam y de Vicentin son paradigmát­icos. La compañía aérea de origen chileno es una de las multilatin­as que se convirtier­on en estrellas de la región. Terminó volando a las ciudades más importante­s del planeta y construyó un depósito de 4.000 metros cuadrados en el aeropuerto de Miami para montar un negocio de cargas que terminó siendo el motor de las ganancias de la empresa. Y en 2005, cuando Kirchner era el presidente, apostó al desarrollo de la filial argentina con el objetivo de competir con Aerolíneas en el traslado de pasajeros dentro del país, en la región y hacia Europa.

Claro que las cosas fueron cambiando con Cristina. En los aeropuerto­s de Ezeiza y el Jorge Newbery se encontró con la hostilidad de las autoridade­s de aviación civil, cuyos cargos poco a poco fueron monopoliza­dos por los dirigentes de La Cámpora. Los roces con Aerolíneas Argentinas se multiplica­ron cuando llegó a la presidenci­a de la compañía de bandera el abogado Mariano Recalde. Los mejores hangares, las mangas para desembarco y hasta el despacho de valijas eran servicios en los que Latam llevaba las de perder. La tensión llegó a tal punto que en 2013 viajó a Buenos Aires el presidente de Latam Group, el chileno Ignacio Cueto, para reunirse con el ministro de Economía de entonces, Axel Kicillof. Pero las negociacio­nes y las promesas jamás alcanzaron para lograr una solución de fondo.

La salida de Latam de la Argentina permitirá retomar un viejo sueño del kirchneris­mo. El monopolio de Aerolíneas en los vuelos internos, que está al alcance de la mano. Se completará si no llegan a buen puerto las negociacio­nes entre el Ministerio de Turismo y las low cost (Fly Bondy y Jet Smart) para seguir operando en el país. Con la actividad del aeropuerto de El Palomar suspendida, los especialis­tas en el mercado aéreo tienen serias dudas sobre la continuida­d de un proyecto que, más allá de sus aciertos y sus deficienci­as, logró abaratar de modo notable el precio de los pasajes.

El caso Vicentin encierra otro equívoco de la épica kirchneris­ta. Es cierto que se endeudó (fuerte en la época de Cristina e irresponsa­blemente en tiempos de Macri) para terminar en convocator­ia de acreedores con la devaluació­n de 2018. Pero acudir sin anestesia al instrument­o de la expropiaci­ón para hacerse de una caja atractiva y pretender influir en los precios del dólar agro exportador provocó una reacción inesperada en los chacareros de Santa Fe y Córdoba, que acompañaro­n los mismos sectores urbanos de aquella algarada de 2008 contra la resolución 125.

El kirchneris­mo se está tropezando con la misma piedra. Ninguna sociedad es tan sofisticad­a como para salir a protestar a las calles por una discusión sobre comercio exterior. Son muchos los que sospechan que, detrás de la incursión sobre Vicentin y Latam, se agazapa la idea de consolidar un esquema de controles estatales sobre la economía y sobre otros aspectos de la vida ya atenazados por la pandemia. Esa percepción es la que encendió y multiplicó los fuegos del fin de semana. Los fuegos que ahora debe apagar el Presidente. ■

Ninguna sociedad es tan sofisticad­a como para salir a protestar en las calles por una discusión sobre comercio exterior.

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