Clarín

Cristina acorrala a Alberto por la AMIA

- Héctor Gambini

Bajo el manto de la pandemia y los problemas de la cuarentena infinita, Cristina teje cada día la red de autoprotec­ción que se propuso completar desde que volvió al poder. A veces en completo silencio. A veces difundiend­o conclusion­es para instalar en la agenda pública, en videos con cuidada producción cinematogr­áfica. Es posible que la investigac­ión que más le preocupe sea la que la tiene como procesada por encubrir a los presuntos autores del atentado a la AMIA. Por tres razones: su imagen internacio­nal, el procesamie­nto de sus alfiles actualment­e funcionari­os (Carlos Zannini, Oscar Parrilli y el viceminist­ro de Justicia Juan Martín Mena) y, además, porque esa causa no prescribe.

Si hay que desactivar­la, es ahora o nunca. Por eso tuiteó el sábado un video donde presenta la “noticia” de que Interpol Argentina (o sea, la Policía Federal) le informó al juez de la causa que su gobierno nunca había pedido la baja de las alertas rojas para los iraníes acusados de volar la AMIA. Las alertas rojas son órdenes de captura internacio­nal.

Con eso quiso decir que nunca quiso encubrir a los autores del atentado, mostrando imágenes del fallecido ex canciller Héctor Timerman como a una víctima de aquello, en oposición a los “medios hegemónico­s” que encarnan su idea de persecució­n política. “Lawfare al palo”, se llama el video. Pero Cristina omitió un detalle. El mismo informe policial consigna que, tras el pacto con Irán, el dato de que ese país y la Argentina estaban negociando un acuerdo bilateral fue anexado a las alertas rojas, para que todos los países miembros de Interpol lo supieran. Así, cualquier país que se encontrara con el pedido de captura vería en el sistema una leyenda advirtiend­o que el mismo país que pedía detener a esos iraníes ahora había hecho un acuerdo con Irán. Si ambas naciones pactan entre ellas, ¿por qué interponer­se haciendo cumplir capturas pedidas antes de ese acuerdo? Esa leyenda práctica (incorporad­a a las alertas rojas el 12 de marzo de 2013) y la fuerza de un trato directo entre los países superaba con creces al acto burocrátic­o de levantar las alertas. Con la advertenci­a agregada, las órdenes de captura seguían formalment­e en los papeles -como necesitaba mostrar el gobierno argentino-, pero perdían sentido y peso en la práctica, como necesitaba Irán.

Exactament­e así lo interpretó Alberto Fernández en La Nación, el 16 de febrero de 2015:

“Cristina sabe que ha mentido y que el memorando firmado con Irán sólo buscó encubrir a los acusados. (...) ¿Para qué pactaron ambos gobiernos notificar a Interpol lo acordado, si no era para levantar los pedidos de captura librados?(...) Sólo un necio diría que el encubrimie­nto presidenci­al a los iraníes no está probado”, escribió Alberto. En ese momento también era profesor de Derecho.

La actual ofensiva de Cristina la había empezado el 20 de mayo el propio Zannini, pidiendo la nulidad de la causa. La continuaro­n después, en Twitter, los abogados Alejandro Rúa y Graciana Peñafort, agitando la rústica idea de que si las alertas rojas nunca se levantaron es porque Cristina no quiso encubrir a los iraníes. Es como decir que alguien no se comió una torta porque dejó la cereza.

La campaña pública de esa estrategia es una encerrona para Alberto Fernández -obligado a correr de atrás para esquivar el bumerán de su propia columna en La Nación-, justo cuando tiene que enfrentar el próximo aniversari­o de la voladura impune de la AMIA, ya como Presidente, en un par de semanas. ■

Tras la firma del pacto con Irán, las alertas rojas siguieron vigentes pero ya no tenían sentido.

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