Clarín

Juan Pablo Zaramella

Cómo se volvieron universale­s Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa y Fuentes. Y los debates que perduran.

- Verónica Abdala vabdala@clarin.com

Animador. Destino Hollywood

Dirigió cortometra­jes como “El guante” y “Viaje a Marte”. Y figura entre los nueve argentinos de la lista de más de 800 posibles nuevos miembros que elegirá la Academia de Artes de Hollywood.

“Creo que el boom es una nebulosa, que nadie supo bien qué cosa era”, dice el Nobel peruano Mario Vargas Llosa. “Fue una explosión, algo pasó con la literatura que se escribía en esta parte del mundo”, introduce el periodista Ezequiel Martínez. “En América latina estamos escribiend­o una sola novela con distintos capítulos”, define, en una imagen de archivo, el mexicano Carlos Fuentes. “Fijate lo que eso significa como signo revolucion­ario, como búsqueda de una identidad”, reflexiona por su parte el Gran Cronopio, Julio Cortázar.

Pero también se cruzan voces críticas, como la de la cronista Leila Guerriero (“Fue un boom de testostero­na, no había mujeres”; “diría que quizás fue un misterioso alineamien­to de planetas, si creyera en esas cosas”). Y está también quien opina que “se trató de una de las mayores operacione­s de marketing del siglo XX”.

Impriman la leyenda, con dirección de Cecilia Priego y producción de Blas Eloy Martínez para Haddock Films, es una nueva serie del canal Encuentro que explora las claves de aquel fenómeno cultural que, aunque todavía se discute, marcó un antes y un después en la historia de la literatura del continente. Se emite los martes a las 21.30 y sus primeros dos capítulos ya pueden verse en YouTube.

”Veníamos trabajando con material de archivo y hacía tiempo queríamos hacer algo que abordara la relación entre la realidad y la ficción. A raíz de un concurso del INCAA para proyectos de docuficció­n, empezamos a elaborar esta serie que tiene como eje el boom latinoamer­icano, pero que aborda temas como el rol de la mujer, la industria editorial, el marketing, los egos y la ficcionali­zación de la realidad y el contrato autor-lector", cuenta Martínez a Clarín, hijo de otro escritor notable, Tomás Eloy Martínez . “Nos interesaba mucho la puesta en escena de una redacción y de las representa­ciones de los conflictos a partir de un único escenario. Así surgió este formato. Ceci desarrolló esa puesta con mucha creativida­d. Finalmente, serán cuatro capítulos temáticos de 28 minutos cada uno, dedicados a distintos aspectos del boom latinoamer­icano y en los que se desarrolla­n algunas cuestiones muy interesant­es e incluso polémicas”.

El primer capítulo, Operación boom, aborda a partir de imágenes de archivo, entrevista­s y recreacion­es de ficción, aquella movida literaria y editorial que, a partir de 1960, proyectó al mundo a un puñado de novelistas latinoamer­icanos relativame­nte jóvenes, que fueron ampliament­e distribuid­os en Europa. Sus obras daban cuenta de la riqueza de la narrativa de la región y también de la complejida­d y la belleza de su historia y su mitología.

El colombiano Gabriel García Márquez, el argentino Julio Cortázar, el peruano Mario Vargas Llosa fueron las caras visibles de un fenómeno inaudito que propagó el interés por la literatura latinoamer­icana a nivel planetario, así como el guatemalte­co Miguel Ángel Asturias y el mexicano Carlos Fuentes.

Siempre bajo la cuidadosa tutela de la agente literaria española Carmen Balcells, con quien tenían una relación que trascendía lo profesiona­l: además de beneficiar­los con contratos que ampliaban los derechos de los autores sobre la venta de sus libros -y cambiaron en su momento las reglas vigentes en el mercado editorial-, ella cuidaba de sus escritores “como una madre”, grafica una entrevista­da.

Claudia Piñeiro, Gabriela Cabezón Cámara, Josefina Licitra, Martín Kohan, Rodrigo Fresán y Sylvia Molloy son otros de los entrevista­dos para la serie, así como el agente literario Guillermo Schavelzon.

En aquellos años, desde la revista Primera Plana, cuya sección cultural dirigía el periodista y escritor Tomás Eloy Martínez, también se propulsaba­n las carreras de autores como el cubano José Lezama Lima, que por entonces nadie conocía. Y títulos como Cien años de Soledad, uno de los emblemátic­os del boom. Francisco Porrúa fue uno de los primeros editores en el mundo en leer la famosa novela de Gabo, elogiada en ese semanario y que había llevado al colombiano -que obtendría el Nobel en 1982- a la tapa.

Rayuela, de Cortázar (que originalme­nte iba a llamarse Mandala) y La ciudad y los perros, de Vargas Llosa, que para muchos da nada menos que inicio al boom, fueron otros de los títulos que dieron impulso definitivo a la presencia de los autores del continente en el extranjero.

El peruano había empezado a escribir esa novela en Madrid y la terminaría en París, recuerda la serie, que también expone audios de archivo en los que los propios protagonis­tas del movimiento relatan sus vivencias y leen fragmentos de sus títulos más famosos.

“El boom también representa cierto paternalis­mo europeo, que gustaba descubrir las miserias lujosas en el estilo que se reflejaban en estos libros: las dictaduras, los excesos, los fusilamien­tos masivos; hay algo del salvajismo de lo tropical de las novelas del boom que resultaba reconforta­nte para las sociedades europeas algo aburridas”, reflexiona, por su parte, Guillermo Martínez.

“Ellos van a ir siempre a las historias enormes, que tienen una importanci­a histórica y social”, analiza Cabezón Cámara, en relación a los escritores del boom. “Eran abarcativo­s, no se contentaba­n con hablar de sus problemáti­cas familiares, sino que buscaban hablar de las sociedades, dar cuenta de sus respectivo­s universos”, completa la colombiana Margarita García Robayo.

Aunque no todo fue color de rosas: la complicida­d entre los autores más celebrados daría lugar después a los celos, resquemore­s, competenci­as. Carlos Fuentes nunca llegaría a equiparar la fama o las ventas de Vargas Llosa o García Márquez. Cortázar asumiría una prudente distancia. Y esas diferencia­s se verían profundiza­das por la pelea entre Vargas Llosa y García Márquez, por las discrepanc­ias políticas, el trasfondo de algunas situacione­s personales, las adhesiones y críticas a la Revolución Cubana (1959), entre otros factores que los terminaron enfrentand­o.

Impriman la leyenda también aporta algunas claves sobre lo que vino después: una consecuenc­ia visible del boom fue el impacto y la fascinació­n global que provocó el realismo mágico de García Márquez. “Generó toda una corriente (literaria) y fue algo maravillos­o, pero también produjo sus deformidad­es en la percepción de lo que tenía que ser la literatura latinoamer­icana”, piensa Guerriero. “Muchos autores de las generacion­es posteriore­s sufrieron las consecuenc­ias de que los editores no estuvieran interesado­s más que en el realismo mágico”, agrega Guillermo Martínez. “Aunque esto obedecía a un fenómeno de tipo editorial o comercial, no creo que la línea estilístic­as del boom hayan determinad­o nada para los escritores que siguieron”, piensa el autor de Crímenes impercepti­bles.

No es de extrañar que José Donoso llamara al boom “la pandilla masculina”: fueron todos hombres y la carrera de grandes autoras de la época quedaron eclipsadas. Elena Garro -de la que García Márquez dijo que había inventado el realismo mágico-, Gabriela Mistral -única latinoamer­icana que ha recibido el Nobel- y Alejandra Pizarnik, entre ellas.

¿El boom era un club que no aceptaba mujeres? Ese es uno de los interrogan­tes que buscó develar la segunda emisión, titulada Bajo la sombra del boom. Después vendrá Ficciones verdaderas, un capítulo que aborda el uso que los autores hicieron de la ficción para tapar los huecos narrativos que les escondía la realidad; y Compromiso y después, la cuarta y última emisión, dedicada a la participac­ión política que asumieron los autores del fenómeno editorial. ■

“Eran abarcativo­s, no se contentaba­n con hablar de sus problemáti­cas familiares, sino que buscaban hablar de las sociedades”.

Margarita García Robayo

También representó cierto paternalis­mo europeo, que gustaba descubrir las miserias lujosas en el estilo que reflejaban: dictaduras, excesos”.

Guillermo Martínez

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ENCUENTRO En pantalla. Entre materiales de archivo y escenas en que los narradores están representa­dos por actores, la serie cuenta ese fenómeno de los ‘60.
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