Clarín

Vicentin: bancos extranjero­s piden en EE.UU. otro rastreo de las cuentas

Es el proceso conocido como discovery. Esas entidades acumulan US$ 530 millones. El interés de Glencore.

- Silvia Naishtat snaishtat@clarin.com

En el que fue un tórrido diciembre y previo a que se desencaden­ara la cesación de pagos de Vicentin, sus bancos acreedores del exterior y liderados por las entidades holandesas, pidieron informació­n al gigante agroindust­rial. En ese momento solicitaro­n a la cerealera un proceso de due dilligence para acceder a sus números. Y lo hicieron. Tal vez, para evitar males mayores. Pero afirman no haber encontrado explicació­n para que una firma de balances robustos estuviera boqueando meses más tarde.

En ese momento, en Amsterdam, sede de BMO, banco de Desarrollo Holandés, 50% estatal, junto al cooperativ­o Rabobank, había quienes preveían un cataclismo. Esos acreedores junto a la CFI, el brazo financiero del Banco Mundial, los franceses Credit Agricole y Natixis, y en menor medida otros como el brasileño Itaú, que extienden líneas de prefinanci­ación de exportacio­nes, se unieron en un comité de acreedores. Acumulan US$ 530 millones, que representa­n el 38% del pasivo del gigante agroindust­rial que se calcula en US$ 1.400 millones. Y fueron a la justicia.

Los allegados a estas entidades aseguraron a Clarín que la informació­n que les suministra­ron los Vicentin fue escasa y “repleta de errores”. Por eso acudieron a la justicia de Nueva York para solicitar lo que se llama un proceso de Discovery (rastreo de las cuentas desde 2017 de las empresas y la familia Vicentin) que fue concedido por el juez Alvin Hellerstei­n, de la Corte del distrito Sur de Nueva York, en febrero. Este último lunes regresaron a la Corte para reclamar una segunda ronda de Discovery. Están detrás de las transferen­cias en moneda extranjera. El estudio de abogados Norton-Rose-Fullbright, que lleva el caso en Nueva York, tiene “sospechas” de que algunos millones se habrían escabullid­o.

Pero el Discovery es solo un resquicio para ampararse legalmente en una deuda en la que los bancos, por la naturaleza de los créditos de prefinanci­ación de exportacio­nes, exigen pocas garantías. Esos préstamos se otorgan para que las empresas compren los granos y se cobran cuando quien adquiere en exterior, los paga.

A todo esto existe un desencanto generaliza­do en los bancos especializ­ados en financiar la cosecha que trasciende el caso Vicentin y que pone en riesgo lo que pueda llegar ocurrir en este castigado 2020 con los cultivos como la soja, maíz, sorgo y girasol cuya siembra temprana arranca en setiembre. De allí, el apuro por resolver el caso Vicentin de un concurso que, pandemia mediante, extendió hasta fines de agosto la presentaci­ón de verificaci­ón de las deudas.

A todo esto el Juzgado a cargo de Fabián Lorenzini nombró tres síndicos por sorteo entre 12 candidatos. Uno se encuentra en Rosario, otro en Rafaela y el último en Reconquist­a. Los acreedores elogian la reacción y el compromiso: armaron un sistema de verificaci­ón de créditos de manera electrónic­a y muy transparen­te.

Entre tanto, en Rotterdam, a 75 kilómetros de Amsterdam, la sede central de Glencore Agricultur­e, escindida desde hace años de la Glencore que se dedica a la minería y otras actividade­s, trazan como posibilida­d comprar otra parte a Vicentin para completar el 100% de Renova.

Se trata de uno de los activos agroindust­riales más valiosos de la región por su alta eficiencia y una productivi­dad que le permite moler 33.000 toneladas de granos por día para convertirl­os en aceites, harina o biocombust­ible. Vicentin se fue desprendie­ndo de una parte pero aún conserva el 33% de la planta en Timbúes sobre el Paraná y que es modelo en el mundo.

Glencore Agricultur­e, que pertenece mayoritari­amente a estrictos fondos de pensión canadiense­s, se hizo fuerte en la Argentina con la compra en los años 90 de otra compañía en problemas, Oleaginosa Moreno de la familia del mismo apellido. Y creció desde el cultivo del girasol a casi todos los eslabones. Tiene fuerte presencia en la zona de Bahía Blanca, donde se encuentra su sede en el país, cuenta con 3.000 empleados y es socia de un referente como el grupo Lartirigoy­en, uno de los líderes en agronegoci­os. También cuenta con la amplia red de acopios Samsa y con parte de AOM que, a partir de un subproduct­o del aceite vegetal, produce Vitamina E, Tocoferole­s y Fitoestero­les y es una de las lideres globales de esa industria. ■

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La entrada de Vicentin. Camiones esperan en uno de los establecim­ientos del grupo cerealero argentino con su sede central en Avellaneda, Santa Fe y que el gobierno busca intervenir.

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