Clarín

Los 90 años de Menem, el político que marcó la década de los 90

Período. En sus dos mandatos hubo fuertes transforma­ciones en el país y también se amplió la brecha social. Fue un presidente poderoso. Subordinó a los militares.

- Carlos Galván cgalvan@clarin.com

Argentina se caía en pedazos. Era junio de 1989. Carlos Saúl Menem había ganado las elecciones presidenci­ales un mes antes y aún faltaban seis más para que asumiera. Raúl Alfonsín convoca a su mesa chica, les anuncia que va a renunciar y envía como emisario a La Rioja, para negociar la transición, a su ministro Rodolfo Terragno .

–Es una cabronada. ¿Cómo qué se va a ir antes? No estoy preparado –lo recibió el riojano.

–Pero si venías diciendo que tenías el equipo y el proyecto –le contestó perplejo Terragno.

–Y qué querías que dijera.

El contraste de este Carlos Menem frágil que ayer cumplió 90 años internado con el Carlos Menem de hace 31 años aturde. Fue un presidente poderoso como pocos en la historia argentina y aún detenta un récord que asoma imbatible: el de jefe de Estado elegido por el voto que más tiempo seguido ocupó el Sillón de Rivadavia: 10 años, 5 meses y 2 días.

Y quiso más. En 1999 buscó, sin éxito, un resquicio para seguir en el poder - la "re-re"- por otros cuatro años. Uno de los que frenó su ambición fue Eduardo Duhalde, que ese año intentó sucederlo.

–Él fue atrapado por el poder y se quería quedar, dice Duhalde.

La apariencia con la que hizo campaña y fue electo presidente en 1989 asoma a los ojos de hoy exagerada, bizarra. De estatura baja -1,65 metro, usaba el pelo largo y unas patillas espesas que le llegaban casi hasta la mandíbula. Parecía el caudillo Facundo Quiroga, también riojano.

Era la viva imagen de un personaje salido del siglo XIX. Pero fue el presidente que hizo entrar al país en una etapa moderna, en un intento fallido de que la Argentina se acercara a los estándares de los países centrales.

"Síganme, no los voy a defraudar", había sido el eslogan con el que hizo campaña para las presidenci­ales de 1989. Prometía la vuelta de la felicidad, tras el chasco del gobierno de Alfonsín, jaqueado por la hiperinfla­ción, los saqueos, las sublevacio­nes militares, el descontent­o popular.

El suyo, como todos, fue un gobierno con altibajos. Recibió un país y más de una década después dejó otro con una serie de poderosas transforma­ciones estructura­les.

En medio de un encadenami­ento de escándalos de corrupción, se deshizo de todo el patrimonio público que el Estado había acumulado durante décadas. Privatizó -malvendió, sería el término más exacto- desde YPF, Aerolíneas Argentinas , Gas del Estado, la telefónica Entel, la eléctrica Segba, el Correo, los ferrocarri­les, Obras Sanitarias hasta la siderúrgic­a Somisa. Se decía que se había desprendid­o de "las joyas de la abuela".

Eduardo Duhalde pide poner el foco en el espíritu de los 90. "Todos los países, hasta Brasil con Fernando Henrique Cardoso , se habían abrazado a la economía de mercado. No tenías ninguna posibilida­d de tomar un camino diferente. Y subraya: "No fue el peor de los gobiernos, hay que entenderlo en su época".

Las privatizac­iones le dieron sustento a la convertibi­lidad ideada por su ministro de Economía Domingo Cavallo. El uno a uno. Un dólar, un peso. Con el plan, doblegó a la inflación. En 1989 fue de 3.079%. En 1990, 2.314%. La convertibi­lidad entró en vigencia en abril de 1991. La inflación de 1999, último año de la administra­ción Menem, fue de menos 1,2%.

Pero millones de argentinos se empobrecie­ron. A caballo de las privatizac­iones, parte del país se quedó sin trabajo. Menem asumió con una tasa de desempleo del 7,7%. Cuando se fue, se había duplicado al 14,3%.

La pobreza, en octubre de 1999, alcanzaba a 26,7% de los argentinos. Pero Eduardo Menem, entonces presidente provisiona­l del Senado, pide poner en perspectiv­a aquel número . "¿Por qué no comparamos el índice áquel con el de ahora?", desafía. El país finalizó 2019 con 35,5% de pobres.

En un estilo único del manejo del poder, Menem también fue un personaje folklórico al que le gustaba rodearse de las figuras de la farándula vernácula, manejar una Ferrari, coquetear con las famosas, jugar al fútbol y al golf. Todo lo que hoy sería piantavoto­s, a él le sumaba.

Menemista, además del nombre de su sector político, pasó a ser un adjetivo asociado al despilfarr­o, a los nuevos ricos, a la "pizza con champán".

Menem subordinó a todos los sectores del peronismo, incluso a los que después buscaron distanciar­se de él, como el matrimonio Kirchner. El cristinist­a Oscar Parrilli fue el miembro informante por el oficialism­o en Diputados de la privatizac­ión de YPF. Fue el que se puso la camiseta para defender su privatizac­ión.

Un logro indiscutid­o de Menem fue que subordinó, y de forma definitiva, a las Fuerzas Armadas, tras un alzamiento militar el 3 de diciembre de 1990, y eso que venía de tomar una polémica decisión: indultar a los jefes militares condenados por el genocidio en la última dictadura. No aceptó las condicione­s de los rebeldes desde ahí los militares nunca más se levantaron contra un gobierno democrátic­o. Del legado de Menem queda, además, haber puesto fin a la colimba, tras el crimen del soldado Omar Carrasco.

De la época quedan un puñado de frases celebres:

• "Ramal que para, ramal que cierra". La dijo Carlos Menem tras el anuncio de un paro ferroviari­o. Fue el puntapié para las privatizac­iones.

•" "La mayoria automática" y los "jueces de la servilleta de Corach", en referencia a jueces de la Corte y de Comodoro Py que fallaban en línea con lo que necesitaba el Gobierno.

• "Relaciones carnales", que representa la alineación total con los Estados Unidos. Algunos sugieren que su política exterior tuvo como consecuenc­ia los atentados terrorista­s a la embajada de Israel (1992; 22 muertos) y la AMIA (1994; 85 muertos).

Menem tuvo al menos cuatro causas. En tres logró quedar sobreseído recién en los últimos años: la de venta de armas a Ecuador y Croacia (pasó 7 meses en prisión domiciliar­ia y fue sobreseído por el "paso del plazo razonable"); la de venta de La Rural; y la de encubrimie­nto del atentado a la AMIA. Está condenado en otra por el pago de sobresueld­os a sus funcionari­os, y Casación tiene la última revisión en sus manos.

Sin la "re-re", Menem debió dejar el poder el 10 de diciembre de 1999. Buscó revancha en 2003, pero al final s bajó de ir a un balotaje contra Néstor Kirchner. Y empezó su debacle política. En 2005 compitió por una banca en el Senado: la logró - y el correspond­iente blindaje de los fueros-, pero por la minoría. Compitió por la gobernació­n de La Rioja en 2007 y quedó tercero. En 2011 y 2017 fue reelecto senador por La Rioja, por la minoría.

Hoy integra la bancada oficialist­a en el Senado, subordinad­o a Cristina Kirchner, quien supo maltratarl­o públicamen­te. Estuvo preso en la dictadura y perdió un hijo, Carlos Jr, segurament­e el peor golpe en su vida. Se fue de la Casa Rosada hace más de dos décadas. Sus colaborado­res más estrechos aun lo reverencia­n con el trato de "Presidente". ■

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TV. El riojano, de origen sirio, baila con la odalisca Fairuz en el programa de Mirtha Legrand.
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Traspaso. Menem recibe, en 1989, de manos de Alfonsín los atributos presidenci­ales.

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