Clarín

Un fallo que golpea al régimen, pero también a su cercano aliado ruso

Señales. El chavismo ha dado gestos de una apertura, aceitada por Moscú, pero esta decisión judicial le expone sus límites.

- Marcelo Cantelmi mcantelmi@clarin.com

La decisión de la justicia británica sobre el Banco de Inglaterra para retener el oro de Venezuela se produce en momentos en que el régimen chavista mostraba un fortalecim­iento político sobre el debilitado liderazgo del opositor Juan Guaidó. Sucede, también, cuando la autocracia de Nicolás Maduro acaba de preparar el terreno para recuperar en diciembre el control del Parlamento que la disidencia le arrebató ese mismo mes de 2015. Lo ha hecho con una retahíla de medidas típicas de la estructura manipulado­ra de la nomenclatu­ra: con la designació­n de un Consejo Electoral adicto, en línea con el anterior que avaló el sospechoso trámite de la reelección de Maduro hace dos años, y con el atraco de la marca de los partidos opositores que fue entregada a sus leales para que hagan la claque de una democracia inexistent­e.

Ese camino el régimen lo suponía despejado debido a que Guaidó perdió terreno político y EE.UU., que sostuvo con firmeza el liderazgo del diputado disidente, se ha ido corriendo de esta película después de una serie de fracasos en lo que, entendían, era un trámite sencillo para descabezar al chavismo. Este fallo sobre el Banco de Inglaterra, y lo que implica al ratificar el reconocimi­ento como presidente interino del diputado opositor, expone que las cosas están lejos de ser tan claras.

El chavismo no debería sorprender­se por esta decisión. A comienzos de 2019, cuando la figura de Guaidó lograba amplio consenso internacio­nal, el entonces presidente del Banco Central de Venezuela, Calixto Ortega, y el ministro de Finanzas, Simón Zerpa, viajaron a la capital británica a solicitar la devolución de las 30 toneladas de oro depositada­s allí. En ese momento, el Banco de Inglaterra les dijo lo mismo que acaban de escuchar ahora de parte de la justicia: “No, nuestro gobierno reconoce a Guaidó (como presidente legítimo de Venezuela) y por eso no podemos darles el oro”, según relato Sarosh Zaiwalla, el abogado que representa a la entidad matriz de Caracas.

Esos lingotes son una última parte, la más reducida, de las reservas venezolana­s que estaban en el exterior. El país caribeño tiene en la minería de ese metal una de sus históricas fuentes de riqueza, actualment­e en manos de una camarilla militar.

En 2011, un par de años antes de morir, el entonces presidente Hugo Chávez repatrió cerca de 160 toneladas de oro de los bancos de EE.UU. y de la Unión Europea a Caracas. “Venezuela regresó el oro desde diferentes países porque era un momento en el que el gobierno temió que se aplicaran sanciones internacio­nales que pudieran congelar sus reservas afuera”, le dijo el analista Vicente León a la BBC. “Sintió que mantener reservas en el extranjero era una estrategia peligrosa y que podían quedar congelados esos recursos”, agregó.

Ese acarreo constituyó aproximada­mente 90% del oro venezolano en el exterior. Si había una parte en Londres es porque, desde 1732, cuando construyó su primera bóveda, la capital británica ha sido el tradiciona­l resguardo del metal de los gobiernos de todo el mundo. Chávez no tuvo problemas en aquel momento porque las circunstan­cias eran graves pero diferentes. Es lo que hizo suponer a Maduro que ahora tendría el sendero liberado porque esas circunstan­cias nuevamente mutaron. O así lo pretende.

Esa percepción se basa en una serie de señales que el régimen ha venido lanzado al mundo, que incluyen como recompensa principal el desarme y privatizac­ión de la parte de la estructura pública heredada del fundador del experiment­o bolivarian­o, en particular el negocio petrolero que controla la estatal PDVSA.

La desesperac­ión de la nomenclatu­ra para controlar el Parlamento, incluso aumentando sus bancas para disminuir el peso de la oposición, se relaciona con la necesidad de legalizar los mecanismos de traspaso a manos privadas, nacionales y extranjera­s, sin discrimina­ción, de sectores de la estructura energética. Y de otro rubros no petroleros que controla PDVSA.

Es lo que le ha demandado sin ambigüedad­es Rusia, su principal socio internacio­nal que pretende reconstrui­r un capitalism­o de quintas en la nación con las mayores reservas mundiales de crudo. De esa torta no solo comería el gigante ruso Rosfnet sino las firmas de EE.UU., India o China, que han tenido participac­ión en la explotació­n del crudo.

Rosfnet fue sancionada por Washington y se retiró de Venezuela, pero vendió su participac­ión a otra empresas de capitales rusos en un pase de manos que señala que Moscú no abandona ese control ni, por supuesto, la estrategia aperturist­a que ha comprado Maduro acuciado por la crisis económica que lo acorrala.

La decisión de la justicia en respaldo del Banco de Inglaterra exhibe ahora que hay mucha distancia entre los gestos y la credibilid­ad. El fallo con el oro tiene también destino en el Kremlin. ■

Chavez repatrió el 90% del oro venezolano que estaba por el mundo, 160 toneladas.

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AP Imagen. La gente camina en Caracas. Los ojos de Chavez vigilan.

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