Clarín

Fascismos de derecha y de izquierda

- Marcelo Birmajer Escritor

En el libro Cristo Revolucion­ario, La Iglesia militante (Vergara, 2007), de Lucas Lanusse, algunos testimonio­s podrían resultar representa­tivos de una conexión destacable entre el nazifascis­mo y los movimiento­s de izquierda nacionalis­tas, los Montoneros, la opción “revolucion­aria” de la “Iglesia Militante” a la que hace referencia el libro.

En el capítulo dedicado al sacerdote argentino Miguel Mascialino, Por un Paraíso en la Tierra, Lanusse describe: “Antes y durante la estadía de Miguel en el Seminario, la influencia de su hermano Lorenzo sobre él fue muy fuerte. Lorenzo era un ferviente nacionalis­ta, que entre otras actividade­s concurría a un centro fascista para recibir instrucció­n. Miguel heredó aquella inclinació­n y fue partidario del Eje durante la Segunda Guerra Mundial. Esa afinidad le trajo algún dolor de cabeza, como aquella vez que un profesor del Seminario anunció compungido el triunfo de los alemanes en Grecia:¡Bien! ¡Vamos todavía!- gritó Miguel casi sin darse cuenta. El docente y sus compañeros lo miraron durante varios segundos, algunos con cara de pocos amigos”.

Vale destacar que la conquista nazi de Grecia concluyó en la deportació­n y el exterminio, en Auschwitz, de la comunidad judía de la isla de Rodas y de Salónica.

Otro testimonio idéntico en la opción por el nazifascis­mo es el del teólogo Rubén Dri. Narra Lanusse: “Eran los años de la Segunda

Guerra Mundial. Rubén traía consigo un marcado interés político, herencia de su padre, quien admiraba a Benito Mussolini y hacía fuerza por la victoria del Eje”.

El niño, relata Lanusse, se definía como “germanófil­o”. Dri y Mascialino se alinearían en lo luego se conoció como la Teología de la Liberación, coquetearí­an con Montoneros y otros grupos armados de la izquierda latinoamer­icana. Su línea era la del sacerdote armado Camilo Torres y el Che Guevara. Dri retomaría sus raíces nazifascis­tas en un feroz artículo que publicó en el matutino Página 12, titulado Los Palestinos deben sufrir, contra los judíos en general- su cita comienza atacando al rey David-, y específica­mente contra los judíos de Israel, con mentiras e infundios desprovist­os de cualquier base histórica, en enero del 2009, al que oportuname­nte repliqué con mi nota titulada Comencemos por la verdad, publicada ese mismo año.

Siguiendo el reguero nazifascis­ta originario de tantos cuadros Montoneros, en una nota brindada a la Agencia Paco Urondo en 2014, el biógrafo del militante montonero José

Luis Nell, Sebastián Giménez, asevera: “José Luis Nell fue un emblemátic­o militante político de la década del setenta y de tan distintas agrupacion­es de esa época: empezó en la derecha militando en Tacuara, después pasa a los cuadros que pertenecía­n a Montoneros y se iniciaron en Tacuara, tal es el caso de Galimberti y otros casos más”.

Tacuara era un grupo antijudío por definición, aliado de una sección de la Liga Árabe en Argentina, y de una posición revisionis­ta nazi fascista. Giménez lo define bien: esos eran los militantes emblemátic­os. La raíz nazifascis­ta también se expresará en militantes de las vertientes trotskista­s armadas, como el ERP, en el no menos emblemátic­o caso de Joe Baxter, también criado políticame­nte en Tacuara.

Un dato que ratifica los orígenes ideológico­s de estos movimiento­s es que los entrevista­dos en el libro de Lanusse son sexagenari­os al momento de dar su testimonio: no revisan el apoyo de su familia, ni el propio, al nazi fascismo. Lo entienden como parte inicial de su historia política.

Su odio contra la democracia norteameri­cana- vencedora contra la bestia nazi- y el sistema parlamenta­rio, ha sido inculcado en ellos desde su infancia y se perpetuará hasta sus actuales opciones políticas. La reciente polémica motivada por el rumor de la aparición del médico Ramón Carrillo en un billete de circulació­n nacional reabrió un debate sobre la posición del proto peronismo- ya con Perón en el poder estatal- durante la Segunda Guerra Mundial.

El historiado­r israelí Raanan Rain aseveró en este mismo diario: “Carrillo apoyó la neutralida­d argentina en la Segunda Guerra Mundial”. Y luego agrega una temeridad incomproba­ble: “Pero esta posición la compartía aparenteme­nte la mayoría de los argentinos”.

El historiado­r Federico Finchelste­in agrega en este diario: “No es que no sea importante discutir si Juan Domingo Perón, o el encargado de sus políticas sanitarias, Ramón Carrillo, tuvieron en algún momento simpatías fascistas. Sin duda, las tuvieron”. Y finalmente, en el diario Perfil, también en defensa de Carrillo, Donato Spaccavent­o asegura que, en la Segunda Guerra Mundial, entre los nazis y los aliados, Carillo mantenía una “conocida posición neutralist­a”.

La pregunta que el interminab­le debate- y es bueno que no termine- sobre las posiciones peronistas, tercermund­istas e izquierdis­tas armadas mantiene vigente hasta nuestros días es si existía la posibilida­d de ser neutral entre los nazis y los aliados, si esa neutralida­d favorecía los intereses de nuestro país, y si el paradigma ideológico cuestionad­or de la así llamada “democracia burguesa” no encuentra una síntesis compartida entre el nazi fascismo y los movimiento­s populistas latinoamer­icanos y de izquierda armada. ■

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