Clarín

La noche menos pensada

- Daniel Lagares dlagares@clarin.com

Un dólar costaba 1.600 australes pero la pizza Margarita se cobraba en liras en la costa amafitana. Por menos de 10 dólares había bacanales frente al Castel dell’Ovo. Napoli era una fiesta para quienes seguían la excursión mundialist­a d e la Selección en el verano europeo mientras el frío apretaba fuerte en Argentina. Erman González hacia malabares con la economía en el gobierno de Carlos Menem y Diego Maradona provocaba una grieta: reclamaba apoyo de los napolitano­s para el partido con Italia y les recordaba que “el norte se acuerda ahora que Nápoles también es Italia”. Un aprieto a su feligresía que resolvió con una diplomacia extraña al espíritu local y una bandera colgada en el San Paolo: “Diego, Napoli ti ama ma l’Italia e nostra patria”.

Cuando Goycochea le tapó el penal a Aldo Serena estalló el silencio. Era la noche menos pensada, la menos posible, ¿Eliminar al dueño de casa? Mudo el San Paolo, los jugadores argentinos se hicieron piña en el campo como escolares celebrando el fin de clases. No tenían conciencia del mal que habían provocado. Habían destruido el gran final eurpeoa que esperaba la FIFA. Al día siguiente, en Turín, Inglaterra y Alemania jugarían la otra semifinal. Si la Selección iba a ser campeón lo iba a ser a lo grande. Cómo lo intentaría, era otro problema porque la noche de leyenda en Nápoles había provocado cuatro bajas: Caniggia, Olarticoec­hea y Batista habían recibido la segunda amarilla; Giusti fue expulsado.

Sin embargo, el equipo ya se había bañado en bronce. El que quisiera vencerlo debería dejar sangre. Ante Italia había jugado el mejor de los seis partidos disputados, con una entrega aún superior a los de los primeros encuentros y un planteo que anuló a los de Vicini. Simon libre; Ruggeri y Serrzuela en zona sobre Vialli y Totó Schillaci más Basualdo con De Agostini y Giusti sobre Giannini para cortar la generación de juego. Caniggia, inisnuaba diagonales que molestaban a una defensa que no había recibido goles. Hasta que Zenga durmió y el rubio puso la cabeza al centro de Olarticoch­ea para empatar el gol de Totó Schillaci. Después fue el turno de Goycochea. Y el paso a la final. Y a la leyenda. ■

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina