Clarín

“Uno no se prepara para ser famoso, en algún momento me explotó la cabeza”

Se fue anónimo y volvió héroe. Treinta años después, la gente le agradece sus atajadas del Mundial.

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Después del Mundial, Sergio Goycochea se corporizó en un ídolo de multitudes. Recién aterrizado en Ezeiza, sintió que los penales lo habían canonizado. Ni hablar cuando llegó a Lima, su ciudad, y marchó en un autobomba. De repente, el Vasco pasó a ser una figura nacional, tapa de diarios y revistas, imagen de publicidad­es. No fue sencilla esa transición. -Para muchos fuiste un héroe y tu fama explotó a niveles impensados después de Italia ‘90. ¿Cómo lo manejaste?

-Como pude, aprendiend­o, porque uno no se prepara para ser famoso. Yo me fui el 22 de abril como un jugador común y corriente y volví con una condición de popular. Empezás a andar y entran a tallar los valores que te enseñaron tus viejos, qué querés de la vida, cómo te criaron… En algún momento me explotó la cabeza. Me seguía la gente, las chicas, estaba aprendiend­o a ser marido porque me había casado con Ana Laura, seis meses antes del Mundial… Era todo nuevo. Bastante bien la saqué, no es fácil. Ni hablar si te llega a pasar eso ahora con tanta tecnología. Yo tenía un cierto resguardo, pero así y todo, cuando volví de Italia me tuve que ir a vivir a un hotel porque todo el mundo tocaba timbre de mi casa. Estaba el que te venía a saludar y el que pensaba que porque había atajado 4 penales tenía 100 millones de dólares.

-Seguiste en los medios, ¿ya vivís con naturalida­d tu exposición? -Al principio, sufrís más de lo que disfrutás porque la pérdida de privacidad es muy grande. Va más allá de que te saques una foto con alguien. Todos saben quién sos. Si ganás, sos un fenómeno. Si perdés... Todos quieren que seas un ejemplo y vos sos un jugador de fútbol con defectos y virtudes. Con el tiempo te terminás acostumbra­ndo. Hoy, a 30 años de Italia, lo vivo con mucha emoción e intensidad.

-Todos fueron con la expectativ­a de otro gran Mundial de Maradona, pero terminaste siendo la figura... -Diego llegó bien físicament­e, pero se fue golpeando mucho, le pegaron demasiado, le pisaron la uña, le dieron en el gemelo, jugó infiltrado en el tobillo, hizo un gran esfuerzo. Era nuestro líder, el tipo que uno elige para ir atrás, el que ama la camiseta y te absorbe la responsabi­lidad.

-¿Nunca pensaste qué hubiera pasado si no se lesionaba Pumpido?

-Ja... No hubiera conseguido la condición de popular, eso seguro. Hubiera seguido jugando al fútbol. Y capaz que era campeón en otro equipo. Pero el Mundial es el Mundial. Hoy la gente me cruza y te relata los momentos del 90, qué estaban haciendo en ese instante. Hay pibes de treinta y pico de años que, en esos momentos, eran muy chicos y me hablan de aquellos partidos como si los hubieran vivido. Es cierto que me volqué a trabajar en los medios, pero a mí me sorprende.

-¿Por qué creés que se valora aquel subcampeon­ato y no el que consiguió Argentina en 2014? Vos estás en el altar y no fuiste campeón.

-Es muy difícil meterse en la psicología de millones de personas, pero creo que tiene que ver con la época, la relación que tenía la Selección con la gente en ese momento. Después, en aquel plantel había 7 campeones del mundo; cuatro años atrás esos jugadores le habían dado una alegría impresiona­nte a los argentinos. Entonces, recogimos ese cariño y ese afecto. Y también tiene que ver con las circunstan­cias en las que se dio: arrancamos perdiendo, nos chiflaron el Himno, los lesionados… La gente vio que llegamos ahí porque hicimos un esfuerzo increíble. Y hubo partidos fuertes. Le ganamos a Brasil por única vez en los Mundiales, eliminamos a Italia y a muchos les quedó que en la final nos robaron. ■

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Como ayer. Goyco guarda como un tesoro el buzo que usó en Italia.

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