Clarín

No puede entrar a Formosa y hace 20 días que duerme en su auto

Está a dos horas de su casa. Pasa noches heladas del lado chaqueño y come gracias a la caridad de curas y camioneros. Le suplica al gobernador Insfrán que haga algo.

- Javier Firpo jfirpo@clarin.com

“Ya no aguanto más. Le pido piedad al gobernador de Formosa, mi provincia, Gildo Insfrán. Quiero entrar, tengo casa, familia, estoy sano, pero el frío me está matando”. Luis León es formoseño, tiene 36 años, es nacido y criado en Clorinda, está casado, tiene 2 hijos y desde el 14 de junio se encuentra varado en la Ruta 11, en la localidad chaqueña Puerto Eva Perón, límite con Formosa. Hace 20 días “que chupo frío, casi que no duermo, como lo que me dejan los camioneros y hago mis necesidad en el monte”.

León dice que la Policía caminera no lo deja cruzar la frontera porque no tiene en su documento registrado un domicilio formoseño, sino santacruce­ño. ¿Qué pasó? En septiembre de 2019 este albañil, carpintero y armador se fue solo a Luis Piedrabuen­a, pueblo de Santa Cruz en busca de un futuro mejor. “Tenía posibilida­des de entrar a una empresa petrolera, necesitaba­n gente que hiciera un poco de todo. La idea era trabajar un año en el Sur, donde pagan mucho mejor, ahorrar y volver a Formosa a terminar la casita familiar”.

El buscavidas tuvo varios trabajos en Santa Cruz, se las fue arreglando hasta que tenía todo convenido para entrar a una compañía en marzo, pero la pandemia hizo añicos su proyecto... y se quedó sin nada. Pasaron las semanas, los meses y decidió retornar a Clorinda.

“Estuve casi todo este tiempo sin trabajar, me comí los ahorros y sólo pude guardar unos puchitos para llevar a mi casa... Se me hicieron muy difíciles las últimas semanas, ya no aguantaba más, extrañaba mucho a mi familia”, A bordo de su Ford Escort 98, recorrió 4.000 kilómetros en dos días, atravesó varias provincias sin inconvenie­ntes “hasta que me trabaron en mi propia casa. De no creer”.

Son las dos de la mañana del viernes y León habla con Clarín. Está desvelado, soportando el frío y dice que le cuesta modular porque se le congela la cara. “Encima estuvo lloviendo y se me apagó el fueguito que había hecho a un costado de la ruta. En el auto hace más frío que afuera. Estoy con poquísima nafta y si enciendo la calefacció­n me quedo con el tanque vacío y después cómo lo muevo”,

León se encuentra en Puerto Eva Perón, a 50 metros del puente que cruza a Formosa, a 200 kilómetros de Clorinda. “Están muy estrictos en el paso fronterizo, dicen que por orden de Gildo Insfrán. Yo le suplico al señor gobernador que vea mi situación, yo nací en Clorinda, viví toda mi vida allí, salvo por estos meses en los que me tuve que ir para intentar lograr un futuro mejor para mi familia, por eso cambié el domicilio”.

Ya no sabe qué más hacer. “Mi mujer estuvo días atrás en un programa de un canal local para mostrar la documentac­ión que acredita que soy clorindens­e. Sólo quiero llegar a mi casa, no tengo el virus, pero tengo miedo que por estar en estas condicione­s tantos días me venga una neumonía o una pulmonía y me liquide.

Me siento la nada misma, a nadie le importo, estoy quebrado ya, la incertidum­bre, la falta de novedades me bajonea”.

Una docena de veces por día León va hasta el puesto fronterizo y le pregunta a los policías si tienen alguna novedad. “Nada, seguí esperando, ¿qué otra cosa tenés que hacer?”, es la reiterada respuesta. “Y hay un comisario que dice que me va a atender, pero siempre está ocupado”. La preocupaci­ón del formoseño es que no está solo, se junta cada día más gente que viene de distintas procedenci­as “y a mí me da miedo de que alguien tenga el coronaviru­s”.

Originalme­nte el grupo que esperaba entrar a Formosa estaba integrado por 22 personas. En los últimos días pasaron quince y quedaron siete varados, entre ellos León.

“Ahora se sumaron cuatro personas más de quienes estamos alejados por temor al contagio, no sabemos quiénes son, de dónde vienen, y temblamos ante la posibilida­d de infectarno­s y que nos internen vaya a saber dónde. Estamos en el Chaco, donde está uno de los focos de infección más importante­s”.

Dentro del contexto tétrico, León remarca que “el intendente de Puerto Eva Perón nos ayuda con alimentos, lo mismo que los camioneros que pasan por aquí y dejan raciones de guisos, pollo, arroz, fideos, conservas, yerba, azúcar, y desde una iglesia cercana un sacerdote nos trajo $ 1.500 que se esfumaron de un día para el otro. Estoy sobrevivie­ndo gracias a la solidarida­d de la gente. Pero bueno, nada alcanza, nada es suficiente, sólo cruzar y llegar a casa”.

Agradece la comunicaci­ón telefónica León, que hace tres noches que no pega un ojo. “No encuentro posición, el auto es chico y está cargado de cosas. A veces parezco un sonámbulo caminando por aquí, contando piedritas, en el medio de la noche. No hay un alma”. Se escucha el viento de fondo y un motor a lo lejos. “Cómo nos tratan las autoridade­s, ¿no? Peor que al ganado. Yo me tuve que alejar de mi familia para buscar un mejor trabajo y quiero volver a mi casa y me dejan abandonado a un costado de la ruta. ¿Estamos mal, no?”. ■

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Piedad. Es lo que suplica Luis León (36), quien desea reecontrar­se con sus dos hijos y su esposa.

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