Clarín

Lo bueno de saber escaparse

- Silvia Fesquet sfesquet@clarin.com

Huir, fugarse, escapar. Convertirs­e en un ser anónimo que vaga libre, perdido entre la muchedumbr­e, o en medio de un paisaje bucólico, alejado voluntaria­mente de la civilizaci­ón aunque sea por un tiempo. Desde la antigüedad, la fantasía de la huida ha sido un sueño recurrente acunado por el hombre, que en general termina estrellánd­ose sin remedio contra la realidad. Remy Oudghiri, sociólogo y encuestado­r, parece haberle encontrado la vuelta a la utopía. Autor de “Pequeño elogio de la fuga del mundo”, convencido de que “el reto de la sociedad del futuro es reducir la contradicc­ión entre los valores y los actos” palpa a diario, a través de su trabajo, cómo está vivo en todos aquel anhelo. “La gente sueña con ello, lo veo en las encuestas. Hay una fascinació­n por la huida, por renunciar incluso al prestigio, sus normas y reglas y rituales y dejar de dar importanci­a al qué dirán”, ha dicho a La Vanguardia, para agregar “pero pocos lo ponen en práctica”. Ciertament­e, no es sencillo. Y, como bien decía Oscar Wilde, “ten cuidado con lo que deseas, puedes llegar a conseguirl­o”. Por eso lo que Oudghidi propone no es llevar a cabo la gran utopía, por definición irrealizab­le, sino algo más concreto y terrenal. Su idea de la huida, explica, no es escapar para siempre sino hacerlo para conectar con él en primer término y poder hacerlo después con los demás. Toma el concepto de Rousseau, entendiend­o a la huida como el camino que conduce a la verdad individual. La fuga de Ougdhini consiste en contemplar la belleza del alba. Dice que la maravilla de esa visión lo acompaña a lo largo de todo el día. Y está convencido de que si más gente lo pusiera en práctica, el mundo sería diferente. ¿Probamos? ■

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