Clarín

Todos espiados: de la paranoia en el Círculo Rojo a la teoría de Macri

Cómo se cuida la dirigencia, entre amenazas y miedos. Los K apuntan al ex presidente. El macrismo culpa a Cristina.

- Santiago Fioriti sfioriti@clarin.com

Ahora mismo, mientras lee esta nota, usted puede estar siendo espiado. O quizá ya fue espiado esta mañana por el canillita que le vendió el diario o por un vecino que le dio charla en el ascensor. O por una persona que lo sigue a distancia desde un auto, o por un micrófono oculto que cabe en el paquete de un cigarrillo. Podría, tal vez, ser espiado por un hombre que simula ser un mendigo que le pide una moneda, o por una periodista que hace preguntas curiosas aunque en realidad no es periodista. Los espías se camuflan en cualquier sitio y todos pueden ser espiados. Pero la paranoia es mayor en la clase política, entre los empresario­s, los jueces y entre los que tienen alguna cuota de poder. Esa paranoia creció en los últimos tiempos por el avance de varias causas judiciales y tras la filtración de fotos, audios y chats. Muchos de esos elementos obtenidos en forma legal. Otros no. En suma, hay motivos suficiente­s para que el Círculo Rojo esté en en alerta.

“Decime, siento que me vienen caminando, ¿qué puedo hacer?” Preguntas de este tipo recibe cada vez con mayor frecuencia uno de los ex jefes de la Secretaría de Inteligenc­ia del Estado (SIDE, hoy Agencia Federal de Inteligenc­ia) que tiene lazos con dirigentes oficialist­as y opositores. Lo llaman desde políticos en actividad hasta artistas y poderosos hombres de negocios. Es posible que alguno tenga algo que esconder (una cuenta en el exterior, una maniobra de corrupción o tan solo una relación sexual clandestin­a); otros, simplement­e, temen que, después de ser escuchados en una conversaci­ón de dinero y que se suponía privada, puedan sufrir un secuestro o un robo.

La investigac­ión por espionaje ilegal que hasta hace dos días llevaba adelante el juez federal de Lomas de Zamora, Federico Villena, y que por una resolución de la Cámara Federal de La Plata pasó a manos de Juan Pablo Augé reavivó viejos fantasmas: ¿quién maneja, de verdad, los servicios de inteligenc­ia? ¿también el gobierno de Alberto Fernández se tentará con la informació­n reservada de la base de datos de la AFIP, de la Unidad de Informació­n Financiera o de la ANSeS? ¿dónde están las famosas camionetas con aparatos de escucha ilegal que tenía César Milani en el Ejército?

El propio ex jefe de la AFI macrista, Gustavo Arribas, descubrió durante su gestión que había agentes clandestin­os que llevaban y traían informació­n a sus espaldas. Nada nuevo, en verdad. Quienes se zambullen en este mundo tenebroso dicen que hay tantos agentes orgánicos como inorgánico­s y que se venden al mejor postor. No hubo mucha voluntad de cambio, tampoco.

Se supone que hay miles de escuchas y fotos dando vuelta. Ese es el miedo que invade al sistema político, y no solo a él. Un temor que viene desde hace, por lo menos, treinta años. Lo que cambió es la tecnología: ahora es mucho más sencillo obtener informació­n. También difundirla. Suele usarse como método de extorsión. El desconcier­to es tal que a veces se amenaza con grabacione­s o fotos que no existen. Varios dirigentes pueden dar fe de eso.

Algunos actores públicos extreman los cuidados para moverse. Hay quienes usan teléfonos encriptado­s y empresario­s que se hicieron traer de Miami aparatos satelitale­s. La mayoría habla solo por WhasApp porque se supone que las llamadas no pueden ser intervenid­as. Otros colocaron cámaras adelante y atrás de sus autos (muy similares a las que ya tienen los vehículos modernos) con una app que les permite revisar desde el celular si alguien los sigue o les hace guardia cuando estacionan. Y contratan empresas para que les hagan “barridos” de micrófonos en sus oficinas. Hay también trucos menos sofisticad­os y que pueden poner en apuros a los espías. Para una reunión secreta o una comunicaci­ón puntual, los especialis­tas aconsejan abrir una casilla de mail en el que las dos partes sepan la contraseña. Uno de los protagonis­tas escribe el mail, pero no lo envía, lo deja en la bandeja de borradores; el otro puede ingresar y verlo; si lo borra, el que lo escribió sabe que ya fue leído. No queda en la nube porque nunca fue enviado.

El último caso que estremece al Círculo Rojo nació cuando en un gran operativo policial se detuvo en febrero al narco Sergio Rodríguez, apodado “Verdura”. El narco declaró que trabajaba con “protección de la AFI” y que había sido contactado por el abogado Facundo Melo para poner una bomba en la casa del militante nosiglista José Luis Vila, en Recoleta.

Villena analizó el teléfono de Melo y, entre otros, los de los agentes Leandro Araque, Facundo Melo, Emiliano Matta, Mercedes Funes Silva y Jorge Sáez. Y, sobre todo, analizó el de Alan Ruiz, ex director de Operacione­s de la AFI, hoy el único que está en la cárcel de los 22 que hubo esta semana. Una serie de allanamien­tos y rastreo de comunicaci­ones telefónica­s revelaron que le hicieron seguimient­os a, al menos, tres jueces de la Corte Suprema; a Cristina Fernández de Kirchner; a Horacio Rodríguez Larreta, Diego Santilli, María Eugenia Vidal, Emilio Monzó y Nicolás Massot; al sindicalis­ta Luis Barrionuev­o y a su esposa, la diputada Graciela Camaño; a tres periodista­s; a figuras del fútbol y del mundo artístico; y al obispo de Lomas de Zamora, Jorge Lugones.

Según investiga la Justicia, parte de esa informació­n la recibía Susana Martinengo, ex funcionari­a del macrismo, sospechada de elevarle los informes a Darío Nieto, uno de los secretario­s privados de Macri. Martinengo acaba de admitir que recibía espías, aunque negó haber hecho in

Villena habló de las escuchas ilegales contra los presos K. En Comodoro Py le apuntaron duro.

formes para el entonces presidente. Villena ya no está: la Cámara Federal lo acusó de ser imparcial.

Cayeron también sobre él la política -desde el macrismo hasta La Cámpora- y sus colegas: los periodista­s que recorren los pasillos en Comodoro Py no recuerdan que tantos fiscales y jueces, a la vez, los hayan llamado para operar en contra de un magistrado. Villena había dejado trascender que el aparato de Comodoro Py se había puesto nervioso porque si la causa avanzaba iba a quedar al desnudo el espionaje ilegal en la cárcel de Ezeiza contra varios presos K. Por ahora, lo único que se corroboró es que el mismo Villena fue quien ordenó espiar a Roberto Segovia, “El rey de la efedrina”.

Los asesores de Macri creen que, más allá de Villena, el oficialism­o quiere llegar a él para poner en un plano de igualdad al macrismo y al kirchneris­mo. “Macri era el jefe de la asociación ilícita”, dijo Oscar Parrilli. Macri considera que se trata es una operación “disparatad­a y berreta”, según cuentan sus allegados. Su teoría es que el Gobierno busca, además, tapar los atropellos institucio­nales y sus traspiés recientes, como la expropiaci­ón de Vicentin. Sostienen que, detrás de la causa, está el “ministerio de la venganza”. O sea: Cristina.

¿Mirá si siendo íntimo amigo de Arribas va a necesitar a esta mujer para que le cuente cosas de inteligenc­ia? Es ofender su inteligenc­ia”, dicen cerca de Macri. Por primera vez en mucho tiempo, Juntos por el Cambio se unió para satisfacer un deseo de su último líder: la defensa de Nieto, su secretario. Lo defendiero­n en un comunicado, pese a que la mayoría no sabe quién es. Firmaron diputados, senadores, y líderes del espacio como Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Patricia Bullrich y Elisa Carrió. La tesis de la mayoría de ellos es que Nieto era un “perejil”. Solo un importante dirigente se diferenció en privado: “Será un perejil, pero yo vi en el juzgado que tenía una investigac­ión sobre mí en su teléfono”.

Muchos miran a Arribas. ¿Qué sabía y qué no de lo que hacían los espías? El ex funcionari­o cerró los teléfonos y le pidió a sus ex colaborado­res que nadie lo contacte ni hable en nombre suyo. Sus conversaci­ones reservadas son con Macri y con el abogados que comparten, Alejandro Pérez Chada. También se sabe poco de los últimos movimiento­s de Silvia Majdalani, que fue la segunda de Arribas. Era la que más conocía del mundo del espionaje. Majdalani siempre fue temida por buena parte del PRO, y resistida por otros. Carrió, por ejemplo, la tuvo en la mira. La líder de la Coalición había pedido disolver la AFI apenas asumió Cambiemos. Hace poco lo recordó. Se lo había pedido en persona a Macri. No fue la única. Majdalani, en su momento, le hizo llegar un mensaje a Carrió: “Sé que me critica, pero díganle que yo la admiro igual”. ■

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Ex jefe. Gustavo Arribas, íntimo amigo de MauricioMa­cri, manejó la AFI durante cuatro años.

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