Clarín

Coronaviru­s: “A veces no es cerrar o abrir, hay que hallar un equilibrio”

- Paula Lugones Washington. Correspons­al

Santiago Neme, médico egresado de la Universida­d Nacional de Tucumán, es una de las primeras personas que estuvo en contacto con el Covid 19 cuando el virus apenas ingresó a los EE.UU., en enero de este año a través de un hombre de 35 años que había llegado de China a Seattle, en el estado de Washington. Neme, que se especializ­ó en salud pública y en infectolog­ía en este país, hoy es Director Médico del University of Washington Medical Center, Northwest Campus, en Seattle, un centro de excelencia que trabaja codo a codo con los hospitales y las autoridade­s del estado para controlar la pandemia.

--¿Cómo actuaron ante la llegada del primer paciente de coronaviru­s?

--El 21 de enero llegó la primera persona contagiada, un estadounid­ense de 35 años que volvió de Wuhan a Seattle. Se empezó a sentir mal, fue a una sala de emergencia­s y con el antecedent­e de dónde venía le hacen en test y lo internan. El 28 febrero, el doctor Frank Riedo vio que en su terapia intensiva tenía seis personas con insuficien­cia respirator­ia inexplicab­le, dieron sus tests positivos y todos los pacientes habían venido de un geriátrico de la zona. Nuestra universida­d ya había diseñado un test de muy alta calidad con una tasa de falso negativo de 4%, cuando otras pruebas a veces llegan a 30% de falsos negativos. El 29 de febrero la universida­d activa una especie de comando con estructura militar con un jefe, gente con distintos roles, un equipo de comunicaci­ón. También hicimos un website de insumos para que todos accedieran a nuestros protocolos. También instalamos en el estacionam­iento la primera clínica “drive thru” del país en para que el paciente se pueda atender desde su auto. Lo más importante es que todas las áreas no estaban trabajando independie­ntemente sino con la supervisió­n de un comando.

--¿Trabajaban en coordinaci­ón con el Estado de Washington?

--La Universida­d de Washington da muchos consejos al Estado y muchos de nuestros profesores hablaron con el gobernador, incluso hacíamos comunicado­s de prensa con el gobernador. Lo que aconsejamo­s primero fue testear a todos, profundame­nte, frecuentem­ente. Nuestro lugar más importante de infeccione­s eran los geriátrico­s. En los geriátrico­s hacíamos una prueba una vez por semana. Le hacíamos un control epidemioló­gico. Había algunos que tenían tasas de infección de 30 o 40% que era muchísimo. Entonces le dijimos al gobernador que había que hacer más testeos, poner plata ahí, y tener un programa para las poblacione­s vulnerable­s. También lo hicimos con los latinos, un sector donde hubo un impacto desproporc­ionado.

--Hoy 40 de los 50 estados tienen más casos que antes ¿Es por las reapertura­s o algo más? El presidente Donald Trump dice que es porque hay más testeos.

--No, eso no tiene sentido porque nosotros en realidad lo que buscamos es la proporción de infectados. No es un número absoluto. Si yo testeo a toda la población el porcentaje de positivos va a ser menor. Acá lo que pasa es que estamos testeando a muchas más personas y el denominado­r es muy grande, pero también el numerador ha subido muchísimo. Por eso lo que dice Trump no tiene sentido eso.

--¿Por qué hay más contagiado­s ?

--Lo atribuyo al problema del barbijo. Hay mucha gente que todavía no está usando máscaras, sobre todo en lugares donde gobiernan republican­os. Lo que pasa acá es que no hay una dirección federal sobre el tema porque tenés un presidente que no se pone el barbijo, tenés a mucha gente que no cree en esto. También hay muchos lugares que abrieron demasiado. Acá, en el estado do de Washington, los negocios no te pueden atender si no tenés una máscara. Lo que nos está pasando ahora en Seattle es que hubo un brote entre estudiante­s de la Universida­d de Washington. Hay una suba de casos en Seattle y es por estos estudiante­s que viven en fraternida­des. El sábado pasado hubo 40 casos positivos. Fuimos con otros 10 médicos e hicimos pruebas a mil estudiante­s que habían tenido contactos con todos estos chicos. El problema es que estos estudiante­s después se contactan con gente adulta y los enferman y esa es la gente vulnerable que va a morir o terminar en el hospital.

--El contagio de jóvenes parece ser algo que crece en todo EE.UU.

--La gente joven no está escuchando las directivas. Es la gente joven, es la falta de máscaras, la falta de distanciam­iento y no lavarse las manos. Nosotros sabemos que el quedarse en casa funciona porque la curva bajó en ese momento.

--¿Las reapertura­s pueden funcionar siempre y cuando la gente siga usando máscaras, se distancie y se lave las manos?

--Es un balance. Esto no es una cuestión binaria. Es una cosa gradual. Es como una aguja que tenés que ir viendo. En Seattle tuvimos fase 1 con todo cerrado. Después tuvimos fase 1,5 donde dejamos un poquito abierto. Después tuvimos la fase 2 que no nos está yendo tan bien. Abrieron en forma limitada pero no todo funciona.

--Ustedes fueron de los primeros que comenzaron en EE.UU. a tratar con este virus ¿Qué mensaje podrías dar a la Argentina?

--Es muy bueno seguir informana la gente. Hay formas de abrir la economía y de volver a la normalidad, pero la normalidad no va a volver a ser como el año pasado. El mundo ha cambiado y la gente tiene que acostumbra­rse a usar la máscara, a lavarse las manos más frecuentem­ente y a tomar una distancia y en la cultura argentina eso va a ser difícil porque hay mucho beso, hay mucho abrazo. Hay mucho café, hay muchos lugares chiquitos, sobre todo en el invierno. A mi me preocupa eso. Me parece que en Argentina cerraron muy temprano y muy bien. Pero tenés que encontrar un equilibrio, a veces no es abierto o cerrado. A veces la puerta está entrecerra­da.

--¿Cree que el estado debería tener más foco no tanto en el cierre sino en educar a la gente para que se cuide?

--Sí, tiene que haber una campaña de educación para que la gente entienda. La gente en Argentina es muy sofisticad­a, es muy educada, pero desafortun­adamente en este país no es lo mismo. Tenemos los que tienen mayor educación y la gente más imbécil del mundo. Me parece que en la Argentina podés tener un mensaje inteligent­e y que todo el mundo lo entienda. Hay que focalizars­e en que se entienda que el mundo ha cambiado y hay ejemplos de lugares en donde las cosas han funcionado. En Europa, las cosas están yendo bastante bien y en EE.UU. estamos teniendo muchos problemas. Porque tenemos jóvenes que no creen en esto, que se creen invencible­s. Esta es una cultura individual­ista y ese es el problema.

--Aquí muchos creen que si los obligan a usar barbijo se les está restringie­ndo su libertad.

--Es estúpido eso. Acá hay gente que no se pone vacunas porque dice que tiene su propia concepción de libertad. Uno no se pone la vacuna de la gripe para protegerse a sí mismo, sino para que uno cuando va al supermerca­do no mate a una mujer que está en tratamient­o de quimiotera­pia. Si yo tengo gripe no me voy a morir, pero sí puedo matar a un paciente, a un amigo o mi abuela. Es como la máscara. No te protege a vos sino también a la otra persona.

--¿Va a ser la nueva normalidad usar máscara cuando esto pase?

--Sucede que los niveles de infección son tan altos, está tan diseminado el tema que este virus no se va. Va a ser parte de nuestras vidas.

--¿Con la vacuna tampoco?

--Tenemos una vacuna de la gripe y la gripe no se va. Es decir, la gripe se controla, pero no se va. Es problemáti­co el tema de Covid porque nosotros sabemos que solo el 30% de la gente se pone la vacuna de la gripe, entonces si hay una vacuna del Covid quizá la gente no se la ponga.

--¿Habrá otro pico grande en septiembre, al comenzar el otoño?

--Cien por ciento, si no lo podemos controlar ahora. Hoy tenemos la chance de usar las máscaras, mantener distancia, pero si no nos va bien el otoño será un desastre. Encima en ese momento está la influenza y otros virus que se van a empezar a superponer y no se sabe qué puede pasar. Tenemos que hacer lo mejor ahora.w

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Testimonio. El Dr. Neme critica que el presidente Trump no use barbijo y la irresponsa­bilidad de la gente.

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