“Crimen pasional”: una respuesta veloz y alejada de la política
El asesinato de Fabián Gutiérrez, un testigo clave de la corrupción de Néstor y Cristina Kirchner, vuelve a despertar el fantasma del fiscal Alberto Nisman.
La vida de Fabián Gutiérrez fue tan intensa como su veloz y trágico final: poder, dinero, viajes, amistades y traiciones; todos los condimentos para un thriller convencional. Su fin, con el cuerpo golpeado entre pastizales secos de El Calafate, también encuentra su lectura en clave de novela: "Crimen pasional", se decretó rápidamente desde Santa Cruz, ante el sonoro silencio de las autoridades nacionales.
Pocas cosas conectan al malogrado secretario de Néstor y Cristina Kirchner con el fiscal del caso AMIA Alberto Nisman, también muerto violentamente. Pero la rápida teoría del juez Carlos Narvarte respecto del motivo que habría inspirado a los asesinos de Gutiérrez -basada en supuestas confesiones exprés de jóvenes cuyos abogados casi no aparecen- reabre viejos recuerdos.
Por ejemplo, la furibunda campaña de desprestigio sobre Nisman en las semanas siguientes a su muerte, puntillosamente impulsada y financiada desde lo más alto del Estado,
también comenzó con las versiones de una supuesta relación homosexual, turbulenta y agresiva del fiscal con su asistente informático y proveedor del arma asesina, Diego Lagomarsino. En aquellos momentos en que la presidenta Cristina Kirchner pasó de preguntarse en una carta pública "¿qué fue lo que llevó a una persona a tomar la terrible decisión de quitarse la vida?" a afirmar días después por cadena nacional que "no tenía pruebas pero tampoco dudas" de que a Nisman lo habían matado, la vida privada del fiscal fue dada vuelta de arriba a abajo.
La teoría del crimen o el suicidio gay viró a la de un donjuan insaciable que gastaba el presupuesto de su fiscalía con mujeres ligeras, para estacionarse más días en la del inescrupuloso funcionario que le cobraba una porción de los ingresos a sus colaboradores y tenía cuentas no declaradas en el exterior, junto a su madre y el proveedor de la pistola matadora, el inescrutable Lagomarsino. Todo con el mismo objetivo: demoler la credibilidad de Nisman.
Aquel bombardeo, cuyos proyectiles mostraron con el tiempo no tener ningún vínculo con la muerte del fiscal, tenía una meta clara: alejar las hipótesis sobre el disparo mortal del trabajo que Nisman venía ejerciendo en sus últimos años, y sobre todo de la denuncia contra Cristina por supuesto encubrimiento del atentado que había presentado en la justicia horas antes de aparecer muerto.
Volvamos a la helada estepa de El Calafate. El asesinato del secretario privado de los ex presidentes también fue cubierto de inmediato por la deshonrosa calificación de "crimen pasional", abandonada hace años por la prensa seria y castigada con la máxima dureza -y con toda razónpor el progresismo y el feminismo, muchos de cuyos principales referentes permanecieron en un incómodo silencio en las últimas horas.
Es posible, y hasta bastante probable, que Fabián Gutiérrez haya encontrado la muerte en manos de personas con las que trataba por motivos personales. Pero así como ocurrió con Nisman, el intento de bajarle el precio a su asesinato interpretándolo como una consecuencia casi inevitable de una vida desordenada vuelve a victimizarlo, y deja de su lado la pelota de la responsabilidad por su propio crimen. Abyecto.
Puede ser que el costo político de semejante riesgo sea menor que el de permitir que las preguntas sobre el homicidio del ex hombre de confianza de dos presidentes lleguen hasta sus días junto a ellos, y sobre todo a su confesión como arrepentido en el caso de los cuadernos de las coimas.
Levantar la barrera del "crimen pasional" despolitiza una muerte envuelta en enormes dudas.
En cualquier democracia madura -o inmadura, pero republicana- sería la justicia la que acabaría con aquellas dudas, con una investigación seria, libre de cualquier prejuicio e independiente de cualquier presión.
Lamentablemente no es la que existe en Santa Cruz: desde su silla de gobernador, Néstor Kirchner dedicó enormes esfuerzos en colonizar hasta el último escritorio del Poder Judicial provincial, con el decisivo aporte de uno de sus colaboradores más cercanos, Carlos Zannini.
Desde la eyección del procurador general de Santa Cruz Eduardo Sosa a quien la Suprema Corte de la Nación ordenó reponer en su cargo y jamás se hizo- hasta la creación de juzgados ad hoc y la designación de incondicionales a diestra y siniestra,
los tribunales de la provincia carecen del mínimo prestigio. En algunos casos esto será inmerecido, como ocurre con toda generalización. Pero es un problema objetivo para la credibilidad del caso Gutiérrez.
La fiscal que debe averiguar cómo y por qué mataron a su comprovinciano es Natalia Mercado, hija de la gobernadora Alicia Kirchner y sobrina de Cristina. La sospecha de la subordinación también ensombrece los pasos del juez Carlos Narvarte. En las frenéticas horas en que Fabián Gutiérrez aún estaba desparecido, un famoso periodista de Santa Cruz lo definió con pocas palabras: "ese es más K que Néstor". Lástima. ■