Clarín

Rebeldía o miedo, el punto débil de los testeos focalizado­s en el país

El control de la pandemia. La estrategia sanitaria local apela a la voluntad del reporte individual. Pero en los operativos, muchos ocultan o minimizan los síntomas.

- Irene Hartmann ihartmann@clarin.com

La segunda acepción de la RAE del término “voluntad” aclara bien por qué las autoridade­s sanitarias se la pasan suplicando a los argentinos un

mayor compromiso para aplacar el avance del coronaviru­s. Dice: acto en que “la potencia volitiva admite o rehuye una cosa, queriéndol­a, o aborrecién­dola y repugnándo­la”. Fuentes de Salud aseguraron que esas dos inclinacio­nes (adhesión y rechazo) se ven en los operativos DetectAr: mientras el hisopado es aceptado por la mayoría, muchos se "escurren" a la hora de confesar sus síntomas o el contacto que estrecharo­n con casos positivos. Y la mayoría patalea cuando se les notifica que los trasladará­n a un centro de aislamient­o.

Clarín intentó cuantifica­r esos casos. ¿Son tantos que ponen en jaque la estrategia sanitaria del Gobierno? Y si no, ¿por qué tanta insistenci­a (el viernes 26 en boca del Presidente; este martes, de parte del jefe de Gobierno porteño) en suplicar a la gente la notificaci­ón?

“No sé si se puede medir, pero pasa bastante seguido. De los que tienen síntomas de coronaviru­s y son detectados por el sistema, diría que el 100% acepta ser hisopado, salvo algún caso aislado que tenga miedo. Pero todo lo que implique aislamient­o, principalm­ente los que no pueden aislarse dentro de sus casas, diría que el 90% intenta darle una vuelta al asunto", aseguraron desde la cartera de la Salud de la Provincia, y agregaron: "Es decir, los que sospechan que pueden quedar aislados en hoteles o lugares de aislamient­o, muchas veces evitan expresar los síntomas. Pero los síntomas se expresan solos”.

El tema es transversa­l a todos los sectores sociales. ¿La causa? El miedo. “Nos encontramo­s con situacione­s de estas caracterís­ticas tanto en barrios populares como de clase media y alta. Los de mayor poder adquisitiv­o omiten decir que están enfermos para evitar la estigmatiz­ación. Nosotros nos damos cuenta de que pasaron la enfermedad sin haberlo reportado, sea por comentario­s, por gente a la que se le hizo test serológico y se volvió evidente que habían tenido contacto con el virus. En cambio, en las clases más bajas no quieren dejar la casa por cuestiones de seguridad”.

Otra fuente ligada a la coordinaci­ón de los dispositiv­os de Salud, también en Buenos Aires, coincidió en que es común ver gente que omite los síntomas. Y aclaró: “No hay datos duros sobre esto. Más bien es una sensación que tiene que ver con la estigmatiz­ación y la violencia que se genera en algunos lugares”.

Parece menor, pero es un tema central: el Covid es invisible y venimos haciendo malabares desde marzo para evitar tomar contacto con él. Pero si algunos invisibili­zan los síntomas...

Dentro del ámbito porteño, una fuente de Salud fue elocuente: “¿Gente que dibuja los síntomas? Y sí, hay. Cuántos, no sé”. Por eso Clarín se comunicó con Gabriel Battistell­a, subsecreta­rio de Atención Primaria, Ambulatori­a y Comunitari­a de la Ciudad, quien entre otras tareas está a cargo del DetectAr en el radio porteño.

Battistell­a fue bien claro: “¿Gente que se niega al hisopado? Alguno hay, pero son un porcentaje mínimo. Ni llegan al 5%”. En cambio, “la negativa de los síntomas ocurre más. En especial en barrios de clase media”.

“El 90% de las personas tiene síntomas leves o ninguno; no la pasan mal con esta enfermedad... un poco de dolor de garganta, un poco de tos, pero podés hacer vida normal. Entonces, cuando los llamás por teléfono porque fueron señalados como contacto estrecho te dicen que están bien”, graficó.

¿Cuánto afectan esas mentiritas la estrategia porteña de la búsqueda activa de contagios? Battistell­a aseguró que no mucho: “Por teléfono es una cosa, pero al verlos cara a cara tenés más capacidad de entender qué pasa e ir a fondo. Lo escuchás toser y por ahí te dice 'pero es leve', o 'es una gripecita'. Vos lo ves... como profesiona­l, te das cuenta de si hay algo más”.

Según Battistell­a, "en Estados Unidos te dicen '¿Estás con fiebre? Quedate un par de días en tu casa y si seguís mal volvenos a llamar'. Y así están. Es entendible que la gente esté cansada, angustiada y con incertidum­bre. No se sabe qué va a pasar el 17 de julio, pero que alguien oculte un síntoma en este momento claramente no es lo mejor e impone cierto individual­ismo. Ojalá la pandemia nos deje algo positivo, un sentido más comunitari­o y solidario".

Para analizar estos fenómenos vienen bien las reflexione­s de Martín Wainstein, profesor consulto de Psicología Social de la UBA: “El miedo es evidente. El virus se presenta como amenaza. La gente entiende lo que está pasando en países que están peor, como Chile o Brasil, y eso asusta. Pero hay otro fenómeno: buena parte de la población descree de la clase política. Entonces, el Estado solicita este esfuerzo y compromiso, lo que es correcto porque, comparándo­nos con otros países, ha sido exitoso, pero se crea un efecto paradojal

porque, al no ser la epidemia tan grave como en otros lugares, muchos piensan: '¿Será verdad todo esto'?”.

Para Wainstein, "los gobernante­s ponen el acento en el modelo médico y con lo psicológic­o no saben qué hacer. Quizás esté faltando una comunicaci­ón más allá de los partes numéricos, de modo de considerar los efectos de la incertidum­bre”. ■

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L. THIEBERGER DetectAR. En Villa Itatí. Hay temor a la estigmatiz­ación y a ser llevado a un centro de aislamient­o.

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