Bariloche, el paraíso vacío que se convirtió en zona de desastre
Crisis en la Cordillera. Esperaban 300 mil turistas y $ 10 mil millones de facturación. Pero todo indica que no habrá temporada. Unas 45 mil personas viven del turismo.
“Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación”.
El párrafo forma parte de la magistral obra de Charles Dickens, “Historia de dos ciudades”, y bien puede reflejar la crisis y la ansiedad que atraviesan a Bariloche. La ciudad turística por excelencia comienza a vivir la que debería ser la temporada más importante del año, con fuertes nieves y clima frío, condiciones ideales para el esquí y los juegos en familia, aunque sin turistas por la pandemia de coronavirus . Un enorme cero.
Este es el número que conservan en sus mentes de forma obsesiva las más de 5.000 empresas y microempresas habilitadas en la localidad. El 50% son comercios que mantienen un vínculo directo con el turismo. Del récord de vuelos en 2019, 41 por día, a ninguno en este julio solitario y pandémico. De las cerca de 50 mil camas ocupadas por jornada (sumando registradas e informales) al irreductible vacío actual.
De los 15 mil turistas en Catedral esquiando cada mañana y tarde, a una villa desolada y blanca. De los 10.000 millones de pesos que se proyectaban de facturación global a una cifra fijada en cientos de millones en negativo producto del pago de gastos fijos para el empresariado local. Se calcula que unos 45 mil trabajadores del sector verán reducidos sus ingresos a la nada. Una cifra abismal si se piensa que Bariloche tiene unos 140 mil habitantes.
El 30 de junio la Legislatura de Río Negro declaró "Zona Desastre Económico y Social" a Bariloche y a toda el área de la Cordillera, en un intento de llevar alivio al empresariado a través de medidas de aplazamiento impositivo y entrega de fondos.
“Bariloche vive del turismo y ahora es cuando más se está viendo la falta de ese power, de esa energía”, dijo a Clarín Ricardo Lowther, dueño y creador de la cerveza Lowther que se comercializa en toda la Cordillera. Proyectaba inaugurar una planta cervecera en abril en Dina Huapi (localidad pegada a Bariloche) de cara al invierno por llegar, con una capacidad de producción de 80 mil litros mensuales. La coronación del emprendimiento de su vida tuvo que ser suspendido por la pandemia. Ahora todo apunta al verano.
“Después del impacto inicial, logramos remontar la situación con el take away y los growler, ahora estamos trabajando al 30%. Los 6 empleados del bar no están trabajando y se turnan para atender estos pedidos. Los otros 6 de producción siguen con la actividad. Lo que pude achicar en mi vida privada lo hice: alquileres, gastos superficiales, DirecTV. Hay que adaptarse. También bajó la rentabilidad, la bolsa de malta de 25 kilos al comienzo de la pandemia estaba a 1.100 pesos y hoy cuesta 1.600 pesos”, detalla.
Lowther extraña los momentos épicos de la calle Juramento en pleno centro de Bariloche cuando una multitud llenaba las veredas con su pinta en la mano. “Tuvimos que suspender la inauguración de la planta aunque en lo personal soy optimista, pago los sueldos y no bajo los brazos. Seguimos vendiendo unos 2.500 litros por semana en Esquel que es la única ciudad de la Cordillera que tiene sus bares abiertos”, agrega.
La emblemática calle Mitre de Bariloche está nutrida de 350 comercios en 8 cuadras. En el sector se aglomeran los restaurantes, bares, heladerías, cervecerías, las principales chocolaterías, gimnasios y oficinas. Un micromundo dentro de la ciudad. En plena temporada de invierno no menos de 30 mil visitantes caminan de arriba abajo la arteria comercial por excelencia para finalmente desembocar en el histórico Centro Cívico que ofrece una panorámica del lago Nahuel Huapi.
Desde hace 100 días su circulación se volvió nula. Una extraña postal muestra a un empleado proactivo barriendo una vereda y poco más. Más de 2.000 personas trabajan en este apretado espacio que se entrega de lleno a los intereses del turista si se toman en cuenta los empleados, promotores y “arbolitos”, entre otros.
Los barilochenses se remontan al 4 de junio de 2011, la fecha de la erupción del volcán Puyehue, para encontrar una catástrofe semejante. “Los habitantes de esta ciudad somos deportistas de las crisis. Tenemos entrenamiento en problemas. Sobrevivimos a las cenizas, al efecto Tequila y no sé que más. Ahora tenemos seguir adelante”, afirma Alejandra Franco, decoradora de interiores y emprendedora. Franco confirma que después de dos meses de inactividad casi total el trabajo se ha ido recuperando lentamente en las obras y en su rubro el diseño. “Vamos remontando despacio, pero estamos trabajando”, apunta optimista. ■