El cantaor de los boleros, que ama a Miles Davis y Calamaro
El gran artista flamenco dice que su estilo de música no se puede hacer por streaming y que le hubiera gustado conocer a dos grandes como la Negra Sosa y Ray Charles.
Aunque la “ficha técnica” dice que Diego Ramón Jiménez Salazar nació el 27 de diciembre de 1968 en la zona del Rastro, allí donde Joaquín Sabina cantó una y otra vez que nunca más regresó a comprar los “corazones de miga de pan y sombreritos de lata” de su amor que no fue, y que el casillero de su profesión asegura que es un cantaor flamenco, hace tiempo que El Cigala atravesó la frontera del género nacido en Andalucía para convertirse en un artista de horizontes abiertos.
Tan abiertos que no sólo se trata de explorar otros estilos musicales, sino que Diego El Cigala ya ni siquiera vive en su España natal, sino que lleva seis años radicado en Punta Cana, en el mismísimo extremo oriental de la República Dominicana, justo enfrente de la isla de Puerto Rico, ahí donde el Mar Caribe se funde con el Océano Atlántico, y donde transcurre la cuarentena obligada por el coronavirus.
Desde allí, reporta su estado de situación personal, que no difiere demasiado del que enmarca nuestra cotidianidad. “Estoy como ustedes, con esta incertidumbre de hasta cuándo este confinamiento, que espero que sirva para algo”, dice. Y enseguida asegura que respeta el encierro a rajatabla. “Por mis hijos, por mi casa, por mi familia, por todos”, dice.
El Cigala no está solo en la paciencia. “Estoy con mis hijos -tengo una de dos, otro de tres, otro de 15 y otro de 22- y con mi esposa”, enumera, y avanza sobre la “rápida” llegada de los dos más pequeños. “En Colombia se fraguó Manuel y luego, mientras estaba en Jamaica grabando en el estudio de Bob Marley, en Kingston, con mi compañera la pasamos genial, y vino el embarazo de Aurora”, resume.
Atrás parece haber quedado la decisión que su pareja Quina tomó un par de años atrás de marcharse a la península Ibérica con Manuel a cuestas y Aurora en su vientre, y aquel distanciamiento con ribetes de escándalo. “Han pasado cosas, a lo largo de estos cinco años; pues que pasa de todo en las parejas. Pero siempre está el amor de los hijos, que es maravilloso, y siempre está el amor de la compañera, que se respeta muchísimo mientras estamos en este punto siempre de entendimiento. Se riñe, como cualquier otra persona. ¡Pero en el confinamiento un poquito más!”, dice el cantante y estalla en una carcajada. -Tiempo atrás decías que la convivencia te resultaba difícil porque es difícil para una esposa aguantar ausencias tuyas de dos meses. Y ahora...
-¡No te podés mover! Se hace un poco tensa porque soy un alma libre. Siempre estoy viajando, en escenarios, teatros, aeropuertos. Entonces, en este parón que llevamos, ya de unos tres meses, pues saltan siempre chispas, como en todos los matrimonios, como en todas las parejas… Es normal, ¿no? ¡Pero en algunos más que otros! (Risas). -Imagino que tendrás donde refugiarte.
-O me escapo con la música, o con la Play Station. (Carcajadas). ¡Esa está buena, eh!
Después de tres discos dedicados al flamenco, publicados entre 1998 y 2001, Lágrimas negras (2003), el álbum de boleros que El Cigala grabó con Bebo Valdés, marcó el punto de partida para el artista de un viaje que hizo escalas en el tango (Cigala & tango, de 2010), el folclore argentino (Romance de la luna tucumana, de 2013), la salsa (Indestructible, de 2016) y ahora con Cigala canta a México, nuevamente en el bolero, con un regreso circunstancial a su género de origen en Vuelve el flamenco
(2014).
-Uno podría pensar que a esta altura ya dejaste de ser un músico de flamenco.
-Ahora estoy con lo de México, que ha sido una maravilla. Este reencuentro de todos estos grandes autores como (José) Alfredo (Jiménez), (Javier) Solís, Chavela (Vargas), Armando Manzanero, Vicente Fernández... Son músicas que te hacen vibrar, te hacen emocionar; y ahí es donde yo me he sentido libre a la hora de cantar. Pero yo quería aportar mi granito de flamenco, que está ahí. Porque todo lo que haga, pues lo llevo a mi mundo del flamenco. En este caso, además, de un modo muy respetado.
Cigala canta a México es un disco que repasa 12 boleros clásicos cuya autoría se reparte entre los nombres que menciona del cantante, y entre los cuales se destacan títulos como Somos novios, Soy lo prohibido, Se me olvidó otra vez, Perfidia y La media vuelta, y en el cual colaboraron la agrupación Mariachi Vargas de Tecalitlán, la sonora santanera y Los macorinos.
-¿Es más difícil abordar un repertorio flamenco, donde de algún modo la comparación es con otros de tu universo originario; o interpretar otras músicas a las que tu toque personal les da una originalidad única, al mismo tiempo que las estás sacando de sus espacios naturales?
-Es más complicado de llevar a cabo un disco de flamenco. Es mucho más complicado.
-¿Por qué?
-Por los estados de ánimo, a la hora de cantarlos. El flamenco es un estado de ánimo, de emoción, de mucha improvisación en los estudios, de cuando te llegan esas ganas de cantar. Porque en el mundo del flamenco, encontrarte en los estudios de grabación es difícil. No es lo mismo que estar en un escenario donde sales, cantas y te vas abriendo. El estudio de grabación es más frío, más calculado, y esa chispa la tienes que buscar tú. Te tienes que encontrar con ese sonido maravilloso, con cosas que están ya hechas en el mundo del flamenco, pero que te siguen llegando nuevas. Como cuando pongo ahora un disco de Camarón de la Isla, como Potro de rabia y miel, que es de hace unos 25 años, y suena a ahora. El hombre ya estaba con una mente… Eso es lo que yo quiero abarcar con el flamenco. Quisiera que fuese como una continuación de Picasso en mis ojos.w
El flamenco es un estado de ánimo, de emoción, de mucha improvisación en los estudios. Un canto imposible de callar.”
Este reencuentro con artistas como J.A.Jiménez, Chavela, Manzanero... Con ellos me he sentido libre a la hora de cantar.”