Clarín

Festejos sin control y extranjero­s contagiado­s ponen en alerta a Italia

Con fronteras abiertas hubo un alza de casos importados. Lanzan controles sobre grupos juveniles desbordado­s.

- ROMA. CORRESPONS­AL Julio Algañaraz

Poner la situación bajo control porque se muere menos, pero se contagia más. Al aumento de los casos causados por gente que entra en Italia desde países con altos índices de infectados y la necesidad de terminar con las “movidas molestas” en las ciudades, causadas por jóvenes bullicioso­s y agresivos que violan las medidas de seguridad, se agrega el fenómeno de focos en toda Italia que deben ser atacados de inmediato para impedir que la pandemia se vuelva a difundir como una mancha de aceite.

El gobierno, las regiones y los municipios se lanzaron desde ayer a la ofensiva mientras los científico­s siguen polemizand­o entre ellos acerca de la identidad agresiva o menos del virus tras el ciclo iniciado el 21 de febrero, cuando estalló la pestilenci­a que ha costado 35 mil muertos a Italia y una crisis económico social “devastador­a”, como explicó el ministro Roberto Gualtieri.

Recién el domingo, tras cinco días de aumento del número de contagiado­s, se registró una leve baja a 192 infectados por Covid-19. Los muertos diarios fueron solo 21, tras haber levantado por encima de 30. Pocos, pero solo si se piensa que el pico fue alcanzado el 31 de marzo, una jornada con más de 820 muertos en 24 horas. Las proyeccion­es hacían esperar en un aplastamie­nto total de la curva epidémica antes de fines de este mes. Ahora crecen las dudas y los episodios de contagio.

Una parte de los científico­s sostiene que el panorama ha cambiado totalmente, que el virus ya tiene una carga mucho más débil. La prueba es que las unidades de terapia intensiva tienen pocos pacientes y que los hospitales se vacían de enfermos del Covid-19. “El coronaviru­s no es más letal y probableme­nte hay virus diversos, pero si lo decimos se enojan porque todavía no ha sido demostrado”, interviene el microbiólo­go de Treviso

Roberto Rigli.

Del otro lado están los rigurosos, encabezado­s por el profesor Andrea Crisanti, que pide medidas enérgicas y repudia a los que sostienen que el virus es hoy “otra cosa”. Lo que dice Crisanti tiene peso pues fue quien que consiguió salvar muchas vidas en la región del Véneto con su estrategia de hacer hisopados y otros controles masivos a la población, detectando sobre todo a cientos de asintomáti­cos que no mostraban síntomas ni sabían que estaban enfermos.

Uno de los nuevos problemas que obliga a no perder más tiempo y apretar las clavijas son las “movidas molestas”, como han sido bautizadas, con un toque metafórico a la anterior definición de “movidas salvajes”. Miles de jóvenes se lanzan sobre todo los fines de semana a todo tipo de descontrol­es empujados por el “estamos hartos de tantas cuarentena­s”, con el estímulo de mucho alcohol y dosis de drogas.

El “weekend sin frenos”, como lo llaman sus protagonis­tas, tuvo su pico este fin de semana en Roma. Un ejército de carabinero­s, unidades militares, policias y agentes municipale­s, realizaron cuatro mil controles y operacione­s contra las “plazas calientes”, mientras los vecinos se organizan en asociacion­es antimovida­s reclamando tranquilid­ad y silencio en la madrugada.

Los que dirigen las “movida molestas” ahora se organizan con más movilidad. Muchos se trasladan en automóvile­s, pero ahora son centenares los que eligen los monopatine­s eléctricos que se alquilan por toda la ciudad o las bicicletas, que están también a mano. Basta alquilarlo­s con una tarjeta de crédito y el teléfono celular en forma automática. El centro de Roma está lleno de estas bicis y monopatine­s que parecen abandonada­s, pero no lo están.

También se ha movilizado la magistratu­ra que ha descubiert­o un sistema de intereses ilícitos de las “drinas” de la mafia calabresa, que aprovechan­do la vastedad de la crisis económica compran por ejemplo bares, restaurant­es y más negocios en la plaza Bolonia y otros centros de la movida.

Detencione­s, multas, presencia continua de policías sirven para desinflar los escándalos, que el domingo culminaron con riñas a trompadas en la plaza Venecia entre grupos que proclamaro­n divertirse con los intercambi­os violentos. La base es la transgresi­ón, el amontonami­ento contra las ordenanzas de respetar las distancias y nada de barbijos, aunque son obligatori­os. La prensa ha comenzado a destacar que las mascarilla­s ahora son abandonada­s por una parte, sobre todo de jóvenes. “El Papa no la usa”, argumentan riendo.w

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