Chernobyl, el desastre que asusta aunque hayan pasado 34 años
Escribió un libro que se usó para crear la serie de HBO. Dice que “las calles vacías” del Covid recuerdan aquel drama.
Andrew Leatherbarrow aún no había nacido cuando ocurrió el desastre nuclear de Chernobyl. Y sin embargo, desde que conoció su historia, a este diseñador gráfico escocés nacido en 1987 en Aberdeenshire, plena campiña en el norte de Escocia, el tema se le hizo obsesión. ¿Una ciudad abandonada por un accidente nuclear? Estaba impactado por la historia, por el devenir de ese lugar, por las conocidas imágenes de la icónica chimenea de ventilación del reactor número 4 de la central nuclear de Chernobyl que explotó en la madrugada del 26 de abril de 1986 y se convirtió en el peor accidente nuclear de la historia.
Fue en 2011, mientras miraba imágenes de aquella catástrofe en un foro fotográfico que se topó con el anuncio de un viaje a la “zona de exclusión”. No lo dudó: pidió plata prestada y viajó. Pese a continuar como región restringida de Ucrania (antes territorio de la Unión Soviética) y bajo significativos efectos de radiación, la zona se convirtió en los últimos años en uno de los atractivos turísticos de ese país. Años después, y tras investigar, Leatherbarrow se convirtió en el autor del libro Chernóbil. 01:23:40, que acaba de llegar al país en la edición española de Duomo Nefelibata ($1.100). Ese, fue uno de los textos en el que se basó la exitosa serie Chernobyl, emitida por HBO el año pasado, junto con Voces de Chernóbil, de la periodista y premio Nobel de Literatura Svetlana Alexiévich.
Leatherbarrow se manifiesta contento de que la serie de televisión haya presionado al gobierno ucraniano para destinar más fondos a los trabajadores que intervinieron en la limpieza de la zona después de la explosión. Su libro está formado por trece capítulos en los que intercala la explicación desmenuzada y técnica sobre lo ocurrido aquella fatídica noche y los devastadores efectos de la radiación -por paradójico que pueda parecer, afirma, la energía nuclear es de las más seguras y ecológicas-, un desmenuzado recorrido por las investigaciones sobre la catástrofe y sus antecedentes –por ejemplo, no hay una cifra consensuada de víctimas– y el relato de su visita a Pripyat, la ciudad, a tres kilómetros de la central nuclear, en donde vivían los trabajadores y sus familias, y que debió ser evacuada tras el accidente.
En rigor, son las fotos de Pripyat abandonada y no de Chernobyl –cuyo reactor está tapado con un sarcófago que se visualiza desde la ciudad fantasma– las que estremecen al mundo por lo desolado y trágico: los autitos chocadores, la muñeca a la que un fotógrafo con afán dramático le colocó una máscara de gas, el estadio de fútbol, los edificios de concreto estilo soviético.
Sin información sobre lo que ocurría y sin armar las valijas, cerca de 50 mil personas debieron abandonar sus hogares en 1986 tras la explosión: fueron recibidas como parias en las ciudades a las que llegaron después.
El desvelo de Leatherbarrow por el desastre nuclear no terminó con este libro: el autor escocés pasó la mayoría de los días del confinamiento por la pandemia de coronavirus escribiendo un nuevo libro sobre la historia de la industria nuclear japonesa y el desastre de Fukushima en 2011, y ahora, mientras Europa transita días de deshielo respecto a la cuarentena, busca editor y responde por mail las consultas de Clarín.
-Pasaron ya 34 años y Chernobyl sigue despertando fascinación. ¿Por
qué creés que tan atractivo?
-Supongo que la razón principal es que es uno de esos eventos que casi no parecen reales. Si fuera una obra de ficción, sería demasiado escandaloso: un reactor nuclear explotando, haciendo inhabitable una gran región de tierra, obligando a la evacuación de una ciudad, cientos de miles de soldados que pasan meses descontaminando el área. Luego, poder ir allí y verlo por vos mismo lo hace más atractivo.
-¿Sentiste algún efecto físico de tu visita a Pripyat?
-No sentí ningún efecto de la radiación. Mis principales reacciones fueron emocionales. Caminar por Pripyat es imposible de describir, es como caminar por un sueño. Dondequiera que mirás está abandonado y cubierto de vegetación, y Chernobyl aparece enorme en el horizonte.
-¿Es como lo imaginaste?
-Es un lugar increíblemente solitario, muy tranquilo y vacío. Sabía mucho al respecto antes de ir.
-¿Qué se buscó ocultar de aquel desastre?
-El gobierno soviético trató de ocultar la verdadera causa del desastre, que fue un diseño deficiente del reactor, y en su lugar culpó exclusivamente al mal entrenamiento y al incumplimiento de las reglas de los empleados que lo controlaban. Además, como ocurrió durante la Guerra Fría, se trató de ocultar incluso que el accidente había ocurrido.
-¿Cuál fue el mayor error?
-Que no hayan sido honestos sobre las deficiencias en el diseño y la capacitación. Todo el sistema soviético estaba configurado para eventualmente causar accidentes porque rara vez tenían la oportunidad de aprender de los propios errores, especialmente con grandes proyectos nacionales como las centrales nucleares. Si hubieran aceptado los problemas, que ya conocían de antemano, y los hubieran solucionado, Chernobyl no habría sucedido.
-¿Cómo refleja Chernobyl lo que fue la Unión Soviética?
-Chernobyl se construyó para el prestigio científico: un reactor masivo y barato que reflejaba la obsesión de la URSS con la gigantomanía. Y, sin embargo, estaba mal construido y mal administrado, y nadie reconocía los problemas.
-La primera reacción fue ver si el reactor seguía funcionando y no sopesar los daños. Es increíble, ¿no?
-Visto desde hoy, sí. En ese momento se pensaba que era completamente imposible que uno de esos reactores explotara. Pensaron que debía haber sido otra cosa.
El reactor se construyó para el prestigio científico y reflejaba la obsesión de la URSS con la gigantomanía. Pero nadie reconocía sus problemas”.
-La gente no se enteró del accidente hasta dos días después, hoy con las redes sociales es impensable. ¿Estás de acuerdo?
-No del todo. Cosas así todavía suceden. El año pasado, en Nyonoksa, Rusia, hubo un accidente nuclear en el que murieron personas y nuevamente el gobierno intentó mentir al respecto. Este tipo de cosas no es infrecuente, todos los regímenes autoritarios se comportan así.
-Se habla de la radiación como un “enemigo invisible”, lo mismo pasa con el coronavirus. ¿Hay algo comparable a la actual pandemia?
-La forma en que este virus ha vaciado las calles de las ciudades recuerda mucho a Chernobyl. Ha habido fotos de Times Square en Nueva York completamente desiertas y ese es el tipo de cosas que veríamos con un gran accidente de radiación o una guerra biológica. ■