Clarín

Argentina necesita diversific­ar mercados para sus exportacio­nes

- Eduardo Sguiglia

Economista. Ex subsecreta­rio de Asuntos Latinoamer­icanos y ex embajador

Argentina debe reactivar la economía y ampliar las exportacio­nes para crear nuevos empleos durante un largo período. Pero el contexto mundial, afectado por la pandemia, plantea una serie de interrogan­tes.

En particular, sobre el desempeño y las barreras de acceso que tendrá la demanda de varios países y bloques. Aunque en el caso de África las perspectiv­as que trazan los estudios que han publicado la OCDE y el Banco Mundial, además de favorables, pueden ser importante­s. Y se tendrían que en tomar en cuenta a la hora de relanzar nuestro comercio exterior.

Ambas institucio­nes, por ejemplo, prevén que el continente africano, a pesar de los conflictos, de las olas migratoria­s y de los enormes bolsones de pobreza, los mayores del planeta quizá, crecerá en los próximos años más que cualquier otra región. Incluso por delante de Asia. Y estiman que el poder adquisitiv­o de sus habitantes aumentará en forma sustancial al igual que en la última década.

Estos estudios están fundados, entre otros aspectos, en ciertas mejoras introducid­as en la infraestru­ctura. Como la gigantesca represa hidroeléct­rica que construye Etiopía sobre el Nilo azul.

También en el progreso paulatino que se manifiesta en el sector de la salud, los servicios y, en particular, en la incorporac­ión de los jóvenes, el grupo etario más numeroso, a la educación y a los diferentes circuitos de consumo. Y, en otro plano, resaltan la puesta en marcha de la zona de libre comercio (CFTA por sus siglas en inglés) que liberó de aranceles al intercambi­o de bienes y servicios entre todos sus países.

El panorama a mediano plazo combinaría, a la vez, una baja productivi­dad agrícola con el doble de su población actual. Es decir, más de dos mil millones de personas distribuid­as, sobre todo, en grandes zonas urbanas. Y coinciden en señalar que África jugará por entonces un rol destacado en el intercambi­o mundial debido a un par de motivos centrales. Por un lado, la capacidad para proveer combustibl­e, minerales y materias primas. Principalm­ente a China, la Unión Europea y la India. Y, por otro, la necesidad de importar una vasta y diversa cantidad de alimentos y de tecnología­s de procesos. Un campo que reviste singular relevancia para las posibilida­des y la participac­ión de nuestro país.

Argentina, por cierto, ha desplegado desde mediados del siglo pasado una estrategia poco consistent­e hacia África. Con las seis naciones contiguas al Mediterrán­eo. El llamado Magreb. Y también con las cuarenta y ocho que extienden su honrosa negritud al sur del Sahara.

Entre las primeras referencia­s es dable mencionar el acuerdo bilateral firmado con Egipto en 1947. Luego se suceden una docena de convenios formalizad­os a principio de los años sesenta y a fines de los ochenta con algunos de los nuevos estados independie­ntes. Época en la que despunta la labor del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuar­ia. Y en este siglo, cabe señalar las aperturas de nuevas embajadas, las misiones de alto nivel, el ingreso como observador­es en la Unión Africana (UA) y la participac­ión en cumbres como las de África-América del Sur y en los tratados del Mercosur con Egipto y la Unión Aduanera de África Austral.

Aun así, los resultados obtenidos en la balanza comercial fueron alentadore­s en términos absolutos y relativos. Al mismo tiempo, se pudo verificar en los foros multilater­ales el apoyo de la UA a la causa Malvinas y a la paz en el Atlántico Sur. Un gesto de valía en este orden global devenido inestable y caótico.

En las ventas externas, por ejemplo, sobresalie­ron los volúmenes embarcados a Argelia, Egipto, Marruecos y Túnez en el norte. Y a Sudáfrica, Mozambique, Senegal, Angola, Ghana y Nigeria en el área subsaharia­na. Harina de soja, aceites comestible­s, trigo y maíz encabezaro­n la lista. Seguidos a distancia por tubos sin costura, químicos, harina de trigo, fármacos, lácteos, cajas de cambio, maquinaria­s agrícolas, servicios técnicos, agropartes y vehículos de transporte.

Con una caracterís­tica adicional: el superávit, unos cuatro mil quinientos millones de dólares, se mantuvo constante y representó, en promedio, el 40 por ciento del total acumulado en los últimos años.

África no posee aún el potencial de los mercados europeos o del sudeste asiático. Tampoco la vecindad de América Latina. Claro está. Pero estos antecedent­es, junto a los pronóstico­s mencionado­s, sugieren que fortalecer la presencia argentina en sus territorio­s es una tarea que conviene abordar. Con el objeto de generar divisas y de contribuir, cuanto antes, a la recuperaci­ón de múltiples actividade­s.

En un programa que permita articular esfuerzos públicos y privados. Capaz de optimizar el transporte interno y los costos portuarios, negociar fletes marítimos, participar en ferias, difundir investigac­iones y promover otras alianzas, productos y canales de intercambi­o. Aparte de instalar plataforma­s logísticas y ampliar los créditos y los seguros de exportació­n. Porque el futuro, tal vez, comienza en unas semanas. Y, como reza un proverbio bantú, el río se nutre de distintos afluentes. ■

El país ha desplegado desde el siglo pasado una estrategia poco consistent­e hacia Africa.

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