Clarín

Internet, el otro control del que habla el Gobierno

- Gonzalo Abascal

Para empezar con el pie izquierdo, el título de la reunión ya invitaba a una posible confusión: “Democracia, libertad de expresión y odio”. Ese vínculo sintáctico tan estrecho entre “libertad de expresión y odio”, esa vecindad en la secuencia de la oración podía generar una lectura precipitad­a que diera idea de que la primera es causante de lo segundo. Y alentar desde el comienzo un ánimo crítico sobre esa libertad, la de expresión, constituti­va de la vida democrátic­a.

Pero tal vez haya sido el apuro, o un límite en el espacio de escritura de la convocator­ia a los senadores, integrante­s de la Comisión de medios y libertad de expresión, lo que generó el poco feliz enunciado del encuentro.

Lo que siguió, al menos de parte de Alfredo Luenzo, periodista, psicólogo, docente y político, según consigna su amplio derrotero, ex director de noticias del canal C5N del procesado Cristóbal López, integrante del bloque del Frente de Todos y presidente de la comisión, no fue mucho mejor. Luego de la exposición del asesor presidenci­al Alejandro Grimson, el senador no pudo ocultar la vocación intervenci­onista que el oficialism­o ofrece como receta para casi todo, pero mucho más cuando se trata de los medios (además de las cajas más importante­s de la economía) y ahora su hábitat digital.

“A veces uno tiene la sensación de que en este ámbito (la web) desaparece el super yo, no hay límites a las condicione­s morales que tiene que tener el ser humano para hablar con el otro”, prologó con impronta psicoanalí­tica. Para enseguida avanzar: “Ahí entramos en el debate de la regulación o no de las plataforma­s digitales y hasta dónde llegan (...) Porque parece que una Internet libre, abierta, inclusiva, también tiene sus riesgos. Digamos, (en la web) la libertad no tiene un límite, como lo tiene en la vida cotidiana de cualquier ciudadano. Y ahí entramos en un debate que creo esta comisión deberá dar en algún momento, que es regular... o cómo regular las plataforma­s digitales”.

Nadie debería darse por sorprendid­o. Ni por la disposició­n para intervenir, ni por el terreno elegido: lo que se dice, lo que se opina, lo que se “publica”. Se trata de una vieja obsesión adaptada a los tiempos. Y siempre con las “condicione­s morales”, según lo dicho por Luenzo, como justificac­ión última. Se verifica una vez más que para algunos dirigentes la moral es kirchneris­ta, o no es. Lo novedoso se advierte en la audacia del argumento. “Una internet libre, abierta, inclusiva también tiene sus riesgos”, aventuró el senador.

¿Acaso propone una internet no libre, no abierta y no inclusiva? ¿Una regulación desde el Estado ofrecería la solución para los excesos que a diario ocurren en los sitios webs y las redes sociales? ¿Quién decidiría lo que puede circular y lo que no? ¿Qué expresión cumpliría las condicione­s morales?

La cuestión no es exclusiva de la Argentina, se debate en el mundo y las grandes plataforma­s digitales (Facebook, Twitter, Instagram y Google) están en el banquillo. Pero el temor a avanzar sobre las libertades individual­es y una posible acción que se parecería mucho a la censura alertan a los países occidental­es sobre los avances en ese sentido.

Ni el senador ni sus compañeros de comisión se plantearon, al menos por ahora, las preguntas anteriores. Pero Luenzo dejó una certeza: para algunos dirigentes del oficialism­o el debate no es si regular o no (eso aparece definido en sus palabras), sino cómo controlar lo que circula en la web. ■

“Una Internet libre, abierta e inclusiva tiene sus riesgos”, afirmó el senador K Alfredo Luenzo.

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