Clarín

Entre el “acuerdo” y la “agenda de trabajo”, el tema es cómo contarlo

- Ricardo Braginski rbraginski@clarin.com

Son 6.500 los chicos que perdieron todo contacto con la escuela en la Ciudad. Y cientos de miles los que no tienen clases presencial­es desde marzo ni un horizonte respecto a qué va a ser de sus vidas en los próximos meses. Los aprendizaj­es se lesionan y las angustias se multiplica­n en alumnos y familias. Pero cuando más se necesita un debate técnico sobre el asunto, la política parece haberse metido de la peor manera.

Por el decreto de cuarentena, es el Ministerio de Educación nacional el que tiene que aprobar los protocolos escolares de cada jurisdicci­ón.

Por ahora se pudo avanzar en cinco provincias, aunque en tres se dio marcha atrás. Todo se venía haciendo sin mayores conflictos políticos.

Pero en la Ciudad todo está más trabado, y se da en medio del conflicto que se disparó entre el gobierno de Alberto Fernández y el de Rodríguez Larreta. En este escenario, el Gobierno porteño busca mostrar que avanza hacia la apertura de las distintas actividade­s de la Ciudad, y entre ellas también las escuelas. No hay nada inocente: se estima que la mayoría de los votantes de JxC está a favor de estas medidas. El Gobierno porteño se apoya en la muy buena imagen de su ministro de Salud, Fernán Quirós, que es el que avala los sucesivos protocolos que van presentand­o.

El ministro nacional Nicolás Trotta, en tanto, parece estar “tironeado” entre su voluntad de avanzar en acuerdos y los conflictos de vieja monta en la Ciudad. Sucede que en Capital desde hace años existe un gremialism­o docente muy opositor a Larreta, que está liderado principalm­ente por el gremio UTE-Ctera. Este sindicato no quiere saber nada con la posibilida­d de abrir cualquier espacio educativo en medio de la pandemia. Acusan al gobierno porteño de “querer contagiar” a la gente.

Es la expresión también de una corriente de opinión kirchneris­ta muy fuerte en la Ciudad. Y es la misma que da apoyo a Trotta. Esto lo coloca en una situación siempre incómoda. Eso se vio muy claro ayer con el conflicto con respecto a cómo se presentaba el avance que se registró en la reunión de los ministros.

La Ciudad primereó y salió rápido a instalar de que “hubo un acuerdo”.

No era el mejor sonido que podía escuchar el público del kirchneris­mo capitalino, y por eso la reacción de Trotta fue desmentir y decir que no fue un acuerdo, sino que se avanzó en “una agenda de trabajo” en común. Problemas de la semántica y de la política, mientras millones de chicos en el país todavía siguen, encerrados, en sus casas. ■

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