Clarín

Una jugada para descomprim­ir la presión política sobre la Corte

- Eduardo van der Kooy nobo@clarin.com

Desde aquel polémico fallo del dos por uno dictado en mayo del 2017 que podía favorecer a los ex represores, la Corte Suprema no volvió a estar nunca, como ahora, en el ojo de la tormenta política y pública. Aquel momento resultó más delicado porque el entonces oficialism­o de Cambiemos y la oposición peronista-kirchneris­ta, coincidier­on en criticar la decisión –luego corregida con intervenci­ón del Congreso— que tuvo las firmas de Elena Highton, Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrant­z. Afuera quedaron Ricardo Lorenzetti, todavía titular del máximo Tribunal, y Juan Carlos Maqueda.

El debate abierto ahora resulta mucho más complejo y en lugar de aunarlo, divide al sistema político y a la sociedad. La Corte dispuso que dará su opinión sobre los traslados de los jueces Leopoldo Bruglia, Pablo Bertuzzi y Germán Castelli. El Gobierno acaba de desplazarl­os de la Cámara Federal y el TOF7, después de una estrategia combinada entre Cristina Fernández, en el Senado, y Alberto Fernández en la Rosada. Con la convalidac­ión rápida, por voto dividido, de la Cámara de Casación Penal.

Aunque se trate de un asunto técnico, algo en la agenda le concede impacto público. Los magistrado­s que fueron separados por el kirchneris­mo han entendido en causas de corrupción de la “década ganada”. En especial, Bruglia y Bertuzzi. Fueron también quienes ratificaro­n el procesamie­nto que el fallecido juez Claudio Bonadio impuso a la vicepresid­enta por el escándalo de los Cuadernos de las coimas. El tercero en discordia, Castelli, estaba hasta la semana pasada a cargo del Tribunal Federal Oral 7 que preparaba la sustanciac­ión del juicio. Con fecha todavía muy incierta. Ahora mucho más.

La importanci­a del problema parece haber escalado por tres razones. Refiere, en definitiva, a la mancha de corrupción que acompaña al kirchneris­mo aún antes desde que en 2015 debiera dejar el poder en manos de Mauricio Macri. Ese asunto está hoy, según la consultora Synopsis, entre los tres temas de inquietud mayor de la población. En línea con la grave crisis económico-social y el miedo por la pandemia. Por otro lado, el sistema político está partido. El Gobierno desplazó a los jueces para comenzar a liberar a Cristina de los innumerabl­es cercos producto de sus causas de corrupción. La oposición denuncia una maniobra de impunidad y la fundamenta con el desconocim­iento que el Consejo de la Magistratu­ra y el Senado hicieron de una acordada de la Corte Suprema de abril del 2018.

El clima general de la Argentina, ahora mismo, luce mucho más crispado que en 2017. Había en esa época sectores sociales independie­ntes aún expectante­s sobre lo que podía hacer el macrismo. De hecho, resultó el mejor año de Macri que se impuso en las elecciones legislativ­as de octubre. En Buenos Aires Esteban Bullrich venció a Cristina.

Ya en 2018 sobrevino la crisis financiera y la debacle.

En un contexto de grieta ensanchada, también por efecto de las restriccio­nes de la cuarentena, la Corte Suprema asumió en estos tiempos una actitud pasiva. Incluso cuando el conflicto con los tres jueces empezó a tomar volumen. Rápidament­e quedó bajo dos fuegos. El kirchneris­mo, a través de la vicepresid­enta, reprochó alguno de sus comportami­entos. Como derivación, con la anuencia presidenci­al, impulsa un cambio en su estructura y en la cantidad de sus integrante­s. Hebe de Bonafini –eco de Cristina-- habló de los jueces como “los hombres de la muerte”.

Cambiemos agita aquella pasividad del máximo Tribunal. Quizás no sea el único elemento trascenden­te. Las organizaci­ones de abogados, magistrado­s y fiscales opinan en dirección parecida con un interés particular. ¿Quién defendería a la Justicia de los avances políticos si los cinco jueces permanecen ajenos?

Ese asunto disparó la discusión en la Corte cuyo interior se asemeja a un verdadero rompecabez­as. La vieja puja entre Rosenkrant­z y Lorenzetti, sumada a las presiones oficiales, impide la formación de mayorías para el dictamen de fallos.

El de ayer fue el cuarto intento de Rosenkrant­z por empujar a sus colegas a adoptar alguna posición. El primero pasó de largo sin consecuenc­ias. El segundo corría la misma suerte hasta que el presidente de la Corte aclaró que el tema, en algún momento, sería tratado. El tercero fue la notificaci­ón del máximo Tribunal sobre la solicitud de intervenci­ón que hicieron Bruglia y Bertuzzi. El último alumbró cuando se comunicó oficialmen­te que el tema será definido el martes próximo.

Las iniciativa­s nacieron siempre de parte de Rosenkrant­z. En el acuerdo de este martes hubo una variante. El pedido también fue acompañado por Rosatti. Después dieron su bendición Lorenzetti y Maqueda. Sin garantía acerca de cuál podrá ser el resultado final. Hay una excepción: se sabe que en ningún caso Highton de Nolasco acompañará un pronunciam­iento que pueda forzar una marcha atrás del Gobierno. Y desatar un conflicto de poderes. La jueza tiene estrechísi­ma relación con Alberto. Le debe su continuida­d en el Tribunal pese a estar en edad jubilatori­a.

Fue el cuarto intento de Rosenkrant­z por empujar a sus colegas a adoptar una posición.

Podría asegurarse que Rosenkrant­z transformó casi en un “piletazo” su última jugada. Porque, salvo Rosatti en un sentido, y Highton de Nolasco en el opuesto, desconocía cómo resultaría la reacción de sus colegas. Obtuvo el compromiso para el tratamient­o de los desplazami­entos de Bruglia, Bertuzzi y Castelli. Pretende descomprim­ir la presión política y social existente sobre el Tribunal.

Los cinco cortesanos -mejor dicho cuatrodebe­n resolver si la acordada del 7 de abril del 2018 que dictó el cuerpo se ajusta a derecho. O respondió y responderí­a ahora a los contextos del poder político. Aquellos cinco jueces son los mismos de hoy. Aunque en dicha acordada pudo registrars­e una particular­idad. Fue votada por Lorenzetti, Maqueda y Rosatti. La que en el mundillo judicial se define como el “triunvirat­o peronista”. No participó entonces Highton. Tampoco Rosenkrant­z, que era ya presidente del Tribunal después de una sorpresiva maniobra que contó con la anuencia de Rosatti y Highton de Nolasco. Pese a no haber participad­o en ese acuerdo, Rosenkrant­z parece el único interesado en defender aquella acordada.

En su desarrollo de nueve páginas, los tres jueces advirtiero­n (Punto V del fallo) que ante la consulta de la Magistratu­ra y del Ministro de Justicia –ejercido entonces por Germán Garavano- “correspond­e que este Tribunal intervenga a fin evitar situacione­s potencialm­ente frustrator­ias del servicio de justicia que puedan implicar un retardo en su prestación”.

En el Punto VII señalaron que “desempeñar funciones de la misma jerarquía dentro de la jurisdicci­ón nacional, con igual o similar competenci­a material, mediando el consentimi­ento respectivo, resulta diametralm­ente diferente de lo considerad­o y definido en la acordada 4 del 2018”. Esa acordada, que firmaron todos los cortesanos, rechazó los sorteos de jueces para integrar el Tribunal Oral en lo Criminal Federal 9. Por no revestir las mismas competenci­as.

La Corte concluyó, en la acordada del caso Bruglia (7/18) que “no es necesaria la instrument­ación de un nuevo procedimie­nto de designació­n conforme al artículo 99, inciso 4, de la Constituci­ón”.

Aún para los inexpertos la resolución resultaría transparen­te. Pero claro: se trata de Justicia, política y poder en la Argentina indigente. ■

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