Clarín

El sufragio femenino, los derechos de las mujeres y el peronismo

- Mirta Lobato Historiado­ra

El 23 de septiembre de 1947 el gobierno de Juan Domingo Perón promulgó la ley que reconocía a las mujeres el derecho a votar, a elegir a sus representa­ntes y a ser elegidas. Ese día se hacía realidad una vieja demanda de los movimiento­s feministas y de otras fuerzas políticas como los socialista­s.

La sanción de la ley dividió las aguas de la militancia de mujeres. Aquellas que habían luchado durante décadas por el reconocimi­ento de esos derechos criticaron y se opusieron al proyecto porque se daba en un contexto de amplia movilizaci­ón partidaria de las fuerzas políticas que apoyaban a Perón.

De hecho, el voto mayoritari­o de las mujeres se inclinó por él en las elecciones de 1951. Desde entonces una poderosa narrativa histórica asocia el voto femenino a la figura de Eva Perón y de su esposo. Para hacer efectiva la ley el gobierno tuvo que crear un sistema de registro de personas y la documentac­ión relacionad­a con su identidad (Registro Nacional de las Personas). Las mujeres no tenían un documento.

Por eso una mujer que entrevisté en un paraje de Santiago del Estero me dijo “con Perón tuvimos un nombre”. Dentro del peronismo las mujeres formaron un partido aparte: el Partido Peronista Femenino. En el caso del Partido Socialista y del Comunista ya tenían en sus estructura­s importante­s dirigentes mujeres. El Partido Radical tuvo que modificar sus estatutos para incorporar­las efectivame­nte.

A más de 70 años de la sanción de la ley, vale la pena recordar que el pasado no es una tábula rasa donde se escribe cualquier cosa. Los debates políticos y la legislació­n se inscriben en procesos más largos que implican la movilizaci­ón de diferentes actores que ponen en locución un problema. Son cuestiones que atañen a la sociedad y no a los individuos como tales. Cuando esto último sucede, la democracia como forma de gobierno se resiente.

La historia del voto femenino hunde sus raíces en los debates de fines del siglo XIX. El Programa mínimo del Partido Socialista Obrero Internacio­nal de 1895 considerab­a la necesidad de establecer el sufragio universal “extensivo a las mujeres”.

Desde entonces, varones y mujeres del socialismo bregaron por el voto femenino. Entre 1916 y 1930 diputados radicales presentaro­n diferentes proyectos en 1919, 1922, 1926 y 1929; en 1928 fue presentado otro proyecto por los socialista­s. En 1932 el socialismo insistió en el Senado y un proyecto elaborado por una comisión parlamenta­ria conformada por senadores y diputados de ese partido, de la UCR y del Partido Demócrata Nacional debatió nuevamente el tema. Los proyectos eran cajoneados y a ellos se oponían los representa­ntes conservado­res que imaginaban a las mujeres participan­do en política como “ángeles endemoniad­os”.

Entre 1935 y 1943, socialista­s y radicales presentaro­n nuevas propuestas. El golpe militar del 4 de junio de 1943 clausuró la actividad parlamenta­ria. En ese golpe , Perón jugó un rol importante. Ya como parte del gobierno gestó vínculos con algunos dirigentes sindicales, se produjo la movilizaci­ón del 17 de octubre y se realizaron las elecciones de 1946.

Luego del triunfo electoral de Perón, se presentó en la cámara de Senadores, donde el predominio peronista era absoluto, el proyecto legislativ­o que nos convirtió en ciudadanas en igualdad de condicione­s con los hombres.

Esta historia sucinta no agota el tema, podríamos extenderla a los argumentos que justificab­an las propuestas, pero obliga a pensar que el proceso histórico es complejo, interviene­n actores diferentes y el pasado no puede ser tapado con la mano.w

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