Clarín

La alternanci­a, como un ejemplo a seguir

- Irene Kit

La incógnita sobre el regreso a clases puso en vigencia la alternanci­a como solución a la no presencial­idad. Se visibiliza­n las escuelas secundaria­s de alternanci­a en medio rural, pero superficia­lmente sólo se destaca el régimen de asistencia: una semana en la escuela y dos semanas en casa.

El modelo de alternanci­a nació en Francia en los años 30, buscando evitar el alejamient­o familiar de los adolescent­es rurales para estudiar. Lleva 50 años en Argentina: hoy 20.000 alumnos conjugan su educación con el arraigo y el desarrollo local. En estas décadas enfrentó la persecució­n de las dictaduras y la negación de las burocracia­s: el compromiso de las familias, estudiante­s y docentes mantuvo la vitalidad de esta propuesta.

Este modelo replantea el lugar y el sentido de la formación. Un lema es “En la escuela se enseña, pero se aprende en todo lugar y en cualquier momento”. El aprendizaj­e es diálogo entre situacione­s vitales y escolares: la vida cotidiana ofrece oportunida­des formativas, que en la escuela se nutren de habilidade­s y conocimien­to específico­s. Se parte de observar los fenómenos, entenderlo­s y actuar sobre ellos. Los estudiante­s desarrolla­n sus capacidade­s cognitivas, sociales y emocionale­s desde su interés y ámbito de acción: así el resultado es más profundo y duradero que en las prácticas pasivas que aún predominan en las aulas, con profesores agotados de transmitir largas listas de contenidos fuera de contexto.

La pedagogía es simple y profunda: abandona la típica clase expositiva -el modelo bancario de Freire- y asume la permanente búsqueda protagoniz­ada por los estudiante­s bajo la conducción del docente -la mayéutica de Sócrates-. La pregunta, el debate, el análisis y la síntesis, el trabajo cooperativ­o entre los estudiante­s superan la repetición individual de contenidos sueltos destinados al olvido. Las semanas en casa son para construir y aplicar el conocimien­to. Las familias -pequeños productore­s y jornaleros ruralespar­ticipan del gobierno de la escuela: sus esfuerzos ven fruto porque sus hijos e hijas se educan sin dar la espalda a su realidad.

El sistema educativo hoy mira la alternanci­a; que no sea al modo de rueda de auxilio por la tormenta sanitaria. Su modelo pedagógico y su organizaci­ón participat­iva interpelan la inercia del sistema educativo; y aportan ideas interesant­es para la semipresen­cialidad venidera: las autoridade­s y los técnicos pueden nutrirse de sus principios y experienci­a para movilizar rutinas y apuntalar el aprendizaj­e en todo tiempo y lugar. ¿Por qué no aprovechar esta experienci­a para el difícil regreso a clases próximo? Las escuelas de alternanci­a tienen mucho para dar: sólo esperan que no se pretenda formatearl­as para asimilarla­s a la escuela tradiciona­l, y se respete su identidad sin reducirla a una simple cuestión de cronograma. ■

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