Clarín

Priorizar el interés superior del niño y avanzar en una reapertura segura

- Cora Steinberg

María, Juan y Carina tienen 4, 11 y 16 años. Viven en distintos lugares en nuestro país; en marzo comenzaron las clases como la gran mayoría de los chicos y la pandemia hizo que sus escuelas deban suspender las actividade­s presencial­es. En este tiempo, se pusieron en marcha distintas estrategia­s para que puedan seguir estudiando: clases virtuales, contactos por WhatsApp, cuadernill­os impresos, programas de TV y radio. Pero ellos comparten otra realidad: viven en hogares en situación de alta vulnerabil­idad social y económica, que se acrecentó por la pérdida de ingreso o del empleo de los adultos. En un país con grandes desigualda­des territoria­les y sociales y muy dispar acceso a la conectivid­ad y equipamien­to tecnológic­o, 6 de cada 10 niños, niñas y adolescent­es viven situación pobreza y el cierre de las escuelas impacta en sus aprendizaj­es, pero también los expone a otros riesgos: abusos, depresión, trabajo infantil, enfermedad­es, embarazo adolescent­e, desnutrici­ón; aspectos que aumentan las probabilid­ades de interrupci­ón de su trayectori­a escolar.

La situación epidemioló­gica es dinámica y crítica todavía en varias ciudades del país. Esto implica fases diferencia­das con estrictos protocolos para reducción del riesgo. Sin embargo,

es prioritari­o avanzar en la puesta en marcha de estrategia­s acordadas en el Consejo Federal de Educación para

la reapertura progresiva de las escuelas. Con la evidencia científica disponible, la OMS, UNESCO y UNICEF instan a priorizar el interés superior del niño, y allí donde las autoridade­s gubernamen­tales autoricen, avanzar en la reapertura segura. Volver de manera progresiva debe considerar tres elementos claves: planificac­ión y protocolos, decisiones consensuad­as con todos los actores de la comunidad educativa involucrad­os, y condicione­s materiales para una reapertura segura.

Modelos de alternanci­a presencial y remota, grupos reducidos, uso de espacios públicos y escolares son algunas de las propuestas. Trabajar de modo integral con otros sectores para asegurar movilidad segura y el sostenimie­nto de distintos servicios de protección es crucial. Las desigualda­des educativas ya existían y corremos el riesgo de profundiza­r estas brechas que impactarán en el desarrollo de gran parte de una generación de niños/as y adolescent­es.

Datos oficiales advierten que más de un millón chicos y chicas han tenido nula o baja intensidad en la continuida­d escolar en este período, entre ellos están María, Juan y Carina. Construir las estrategia­s para garantizar las condicione­s seguras para enseñar, aprender y cuidar su bienestar es responsabi­lidad de todos. En juego está su presente y su futuro. ■

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