“Si no hacemos el mejor intento, sentiremos que no fuimos nada”
Quizás para muchos argentinos la más famosa frase del General Don José de San Martín, “Serás lo que debas ser y sino no serás nada”, representa una sentencia de la determinación de un inevitable destino. Pero para quienes hemos estudiado en el Instituto Nacional de Educación Física (INEF) de San Fernando, hoy dependiente de la Universidad Nacional de Luján (UNLu), tiene un simbolismo trascendente ya que se la encuentra impresa en el acceso al histórico edificio conocido como “Casa-Hogar”. Al pasar por debajo de esas letras es inevitable sentir ese peso de la responsabilidad de ser, del deber.
Reconozco que en mis años allí no comprendí la dimensión de ese pensamiento. Me parecía que era una oración con exacerbado espíritu castrense, el cual dominaba en esos tiempos los claustros del instituto. El “deber ser” pesaba más que una imposición, porque significaba carencia de libre albedrío y en caso de no alcanzar ese difuso objetivo nos aguardaba el eterno castigo de “no ser nada”. Me parecía, aún dentro del gran respeto y admiración que siempre tuve por San Martín, un axioma carente de sentido.
Ingresé el año que terminaba la dictadura y pasamos por los convulsionados primeros años de la incipiente Democracia. Ejercí allí la experiencia de ser presidente del Centro de Estudiantes y desde la representación estudiantil participamos del diseño de un profesorado de tres turnos, en lugar del único y tradicional turno mañana, para lo que hubo que vencer anquilosadas estructuras. Se terminó con la obligatoriedad del uniforme y se aceptaron ciertas “rebeldías”, impensadas antes, como permitir la barba y dejar de medir el largo del cabello, entre otras muchas reformas.
Después de la graduación continúe mi carrera docente y ejercí como profesor, secretario, director y concluí como Inspector Titular de Enseñanza hasta mi jubilación. Veinticinco años después tuve el honor de ser el orador que representó a mi Promoción en nuestras Bodas de Plata con la profesión. Y en todos estos años nunca dejé de meditar acerca de la alternativa de hierro del “deber ser” o “no ser nada” que San Martín expresó.
No sé si lo he comprendido aún. Me alcanza para aceptar que tenemos un destino, que en el medio quizás podemos cambiar de ideas, pero aunque se trate de una frase del siglo XIX, en el siglo XXI no ha perdido vigencia. Porque lo que el Libertador propuso no fue una imposición externa, la manera en que siempre interpreté su significado, sino que es un imperativo personal, aquello que queremos ser, por y para nosotros mismos. Por eso tenemos el deber de ser, nos debemos ser esas personas que tenemos las posibilidades de alcanzar a ser. De lo contrario, si no hacemos nuestro mejor intento, sentiremos que no fuimos nada. Ricardo Marcelo Román marceloroman@yahoo.com