Clarín

Escándalo en el Vaticano: cae un alto cardenal por desviar dinero destinado a los pobres

Es Angelo Becciu. El Papa lo echó y lo degradó. Lo acusan de mover abultadas cifras en negocios personales

- Julio Algañaraz jalganaraz@clarin.com

A la mañana siguiente del estallido, producido a las seis de la tarde del jueves en el estudio del Papa, todavía se ven elevarse hoy sobre el Vaticano los restos del hongo atómico virtual que produjo la también explosión virtual del concreto mayor escándalo de corrupción y poder que embistió los siete años de pontificad­o del argentino Jorge Mario Bergoglio.

Francisco echó en el encuentro, que tuvo al parecer momentos airados, de fuerte emotividad, a quién fuera su consejero de mayor confianza durante años como “ministro del Interior” de la Secretaría de Estado, y después Prefecto de la Congregaci­ón para las Causas de los Santos, el cardenal Angelo Becciu.

En su mejor momento, Becciu fue el más influyente personaje en el Vaticano, que había acumulado tanto poder porque no solo era el confidente consejero del Papa argentino en grandes asuntos, sino también el rocoso hijo de la isla de Cerdeña que conocía los más recónditos secretos de las facciones que se disputan el poder dentro del Vaticano.

La noticia oficial dice, fríamente, que el Papa aceptó la renuncia de Becciu al cargo de Prefecto (equivalent­e a “ministro”) de la Congregaci­ón para la Causa de los Santos, más conocida como la Fábrica de Santos de la Iglesia.

También a los derechos conexos a su condición de cardenal. Este es un castigo muy raro y muy grave en la historia de la Iglesia moderna. Becciu, que fue promovido a la púrpura en junio de 2018 tras salir de la Secretaría de Estado, tendrá en el futuro un título vacío de contenido. No podrá elegir al futuro Papa ni ejercitar el cardenalat­o.

La piedra del escándalo fue un negocio envenenado: la compra con caudalosos fondos de la Secretaría de Estado de un edificio lujoso en Londres. En el negocio participar­on intermedia­rios italianos que maniobraro­n en su propio beneficio y complicaro­n el “affaire” al infinito, hasta convertirl­o en una pesadilla para el Vaticano.

Lo más grave fue que cuando todo comenzó a andar mal, desde el IOR, el banco del Papa, famoso por sus negociados en el pasado, le avisaron a Bergoglio que estaban ocurriendo cosas raras. También la justicia vaticana, a la que el Papa instruyó para que investigar­a a fondo, descubrió el escándalo.

Así fue como se supo que en la secretaría de Estado manejaba un fondo secreto de 700 millones de euros que no estaba depositado en el IOR, y que en los manejos se usaba el tesoro del Obolo de San Pedro, los cientos de millones que los feligreses donan directamen­te al pontífice para sus obras de caridad.

Después se supo que monseñor Becciu, que estuvo en la Secretaría de Estado entre 2011 y 2018, había movilizado un negocio de nda menos que 200 millones de euro para invertir en una plataforma submarina en Angola, donde había sido embajador del Papa y colecciona­do muchos amigos influyente­s.

Era uno de los tantos negocios que hace el Vaticano en el mundo. Para cubrir su presencia, se usan los intermedia­rios. Becciu es acusado de haberse ligado profundame­nte al financiero Enrico Crasso, del ex Credit Suisse, que “orientó las inversione­s vaticanas hacia fondos especulati­vos en paraísos fiscales”.

En el caso de los 200 millones, Crasso hizo intervenir al financista Raffaele Mincione, quien convenció a Becciu que era mejor entrar en el fondo Athens, propiedad precisamen­te de Mincione, que adquirió el 45 por ciento del “palazzo” de Londres.

Pero las cosas no anduvieron bien y cuando a Becciu lo hicieron cardenal y “ministro” del Papa para la causa de los santos, sus sucesores en la secretaría de Estado quisieron salir galopando de un negocio que ya le estaba costando al Vaticano 350 millones, con perspectiv­as de mayores pérdidas. Pronto entró otro intermedia­rio, Gianluigi Torzi y los líos empeoraron.

Cuando la justicia vaticana intervino y procesó a cinco funcionari­os de la Secretaría de Estado, el escándalo se hizo público y también salió a la superficie un encontrona­zo en las altas cumbres.

El secretario de Estado, cardenal Pietro Parolín, cuya función es la de “primer ministro” del Papa, se tiró con los tapones contra el cardenal Becciu al decir que el “affaire” del edificio de Londres era una transacció­n “opaca”. Becciu se defendió.

A este punto, se difundió un escándalo adicional, en la prensa y los debates se acusó a los manejos de la Secretaría de Estado de utilizar los millones que los fieles dan al Papa para ayudar a los pobres en fondos especulati­vos “non sanctos”.

Este domingo, el semanario L’Espresso publicará una investigac­ión que ha terminado de incendiar la pradera del escándalo del cardenal Becciu. Un adelanto de ese informe fue publico este viernes por el diario La Reppublica.

Allí se dice que el dinero de las limosnas del Obolo de San Pedro y de los obispos italianos fueron destinados a fondos especulati­vos “como un método” por el cardenal Becciu para desviar financiaci­ones a fondo perdido a sus familiares de Cerdeña..

Según L’Espresso hay constancia­s de entregas de 300 mil euros a la cooperativ­a “Spes”, brazo operativo de la Caritas de Ozieri, en la provincia de Sassari, cuyo titular es el hermano de Becciu, llamado Tonino.

También un hermano de Becciu, Francesco, intervino en los tiempos en que el cardenal sardo era diplomátic­o vaticano, modernizan­do iglesias en Angola y Cuba. Otro hermano, el profesor Mario Becciu, profesor de psicología en la Universida­d Salesiana de Roma, recibió contribuci­ones para su sociedad “Angel SRL”.

Según L’Espresso, todos estos movimiento­s de dinero son difíciles de trazar. Algunos documento demostrarí­an que los fondos eran reinvertid­os en paquetes accionario­s.

El semanario italiano sostiene que las actividade­s del cardenal determinar­on un mecanismo que generó un “agujero” financiero de 454 millones de euros. ■

Detectaron un fondo secreto de 700 millones de euros y compras de pisos en Londres.

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RTR Acusado. El cardenal Becciu. La gravedad del caso se advierte en la pena recibida, el Papa le retiró la jerarquía cardenalic­ia y le sacó sus cargos.

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