“¿No será que el problema somos nosotros, los dueños de la cooperativa?”
Soy uno de los muchos socios de una gran cooperativa. En mis casi 76 años he oído a mis padres quejarse, (y luego me tocó a mí), por el mal manejo de la cooperativa. Se buscaron soluciones: cambios drásticos en el directorio y en sus diversas gerencias. Y nada. La cooperativa, que tiene muchos recursos pero que no los explota correctamente, siempre ha dado pérdidas. Hoy integro el “consejo de ancianos”. No tengo un cargo ejecutivo, pero tengo una voz bastante más autorizada que otras para poder opinar. Se ha echado mano de los mejores especialistas, pero no hay caso. La cooperativa está al borde de la quiebra. Me consultan y no veo otra posibilidad que tomar drásticas decisiones. Sólo nos queda venderla, aunque suene ridículo, extravagante, imposible. Que el nuevo dueño pague todas las deudas y el saldo se reparta entre los cooperativistas. Sé que habrá una gran oposición por parte del directorio, ya que perderían sus grandes sueldos, viáticos y otras prebendas, pero debe privar la opinión de la mayoría, que somos sus empleadores.
Si creyó que me refería a Vicentin, se equivoca. La cooperativa de la que formo parte desde 1944 se llama Argentina. Se dice que los argentinos somos muy creativos y capaces de solucionar problemas hasta “con un alambre”. ¿Por qué no usamos de una vez esa creatividad, ese empuje, para sacarnos de encima casi un siglo de retroceder permanentemente? Si alguien puede ofrecer una propuesta superadora, que lo haga. Pero basta de ver que siniestros personajes se perpetúan en el poder o sus cercanías, descaradamente. Hoy siguen opinando Cavallo, Duhalde, Bárbaro, López Murphy, Machinea... Fracasaron. No hay renovación, y cuando se la intentó, con las estrellas rutilantes, jóvenes formados en el exterior, que propuso Macri, tampoco tuvimos éxito. ¿No será que el problema somos nosotros, los dueños de la cooperativa? Basta de experimentar. Esto no da para más.
Tomás Fernández Iramain tfi@fibertel.com.ar