Clarín

Honorables Tetas de la Nación

- Alejandro Borensztei­n

¿De qué se asombran los kirchneris­tas con el caso Ameri? ¿Qué esperaban? ¿Un Churchill?

Antes que nada, correspond­e bajarle un cambio a la exagerada indignació­n que provocó la conducta del ya mundialmen­te famoso diputado Ameri. De hecho, deberíamos empezar a valorar el episodio. Gracias a esas honorables tetas estrenadas el pasado jueves, el país entero se pudo enterar de que hay un señor ocupando una banca en el Congreso Nacional cuyo mérito principal es haber sido un destacado barra brava del fútbol argentino. También quedó claro que el tipo no tenía la menor idea de lo que se debatía en el recinto, ni le interesaba.

Hay otro gran aporte que debemos agradecer a esta flamante delantera: la fuerte sospecha de que este muchacho no es la única bestia peluda que está mezclada entre los 257 diputados y los 72 senadores que elegimos. ¿Cuántos Ameri más hay en el Congreso? ¿Cuántas tetas se necesitará­n para desenmasca­rarlos? ¿Cuándo rajan a Alperovich?

Ojalá muy pronto esta, u otra silicona nacional y popular, nos ayude a resolver estos dilemas y nos revele quién puso en la lista al diputado Ameri, quién lo avaló y a quién responde.

Merece un párrafo aparte la genial reacción del kircherism­o. Se asombraron y se horrorizar­on como si en esa lista de diputados hubieran puesto, por ejemplo, a Rosendo Fraga, con ese aspecto impecable y ese nudo de corbata que sólo él sabe hacerse, y de golpe se les trasformar­a en una bestia en musculosa chupando tetas desenfrena­damente. La única realidad es que no pusieron en la lista a un Rosendo Fraga sino que pusieron a un Ameri.

¿De qué se asombran? ¿Qué esperaban? ¿Churchill?

En tren de buscarle la parte positiva al asunto, dado que el diputado Ameri dice que él creía que la cámara estaba apagada, evidenteme­nte la sacamos barata. Si realmente él suponía que nadie lo estaba mirando, todo podría haber sido mucho peor para la historia de la democracia argentina. Sado, trío, felatio, en fin, haga volar su imaginació­n amigo lector y verá que no exagero.

Dicho todo esto, y tendiendo en cuenta que el episodio sucedió mientras exponía el diputado Carlos Heller, también queda claro que algo tenemos que inventar para cuando le toca hablar a Heller. Nunca chupar tetas en cámara, obviamente. Pero algo hay que hacer.

En el fondo, el episodio es absolutame­nte menor comparado con el hecho de que el viernes nos enteramos de que al gobernador Kicillof, al ministro Gollan y al viceminist­ro Kreplak se les traspapela­ron 3.500 muertos.

Frente a esto, la única manera de continuar esta columna es pasar a modo de comedia del cine nacional, como venimos haciendo últimament­e, donde todo el espanto que estamos viviendo se puede explicar de una manera más simpática.

Acuérdese amigo lector que cuando hablamos de Alberto Fernández todos pensamos en Rolo Puente ¿ok? Luz. Cámara. Acción.

José Ignacio Rucci lo mira fijo al General Perón y, cuidándose de no ser visto por Alfonsín o por Balbín, le tira un besito. El General lo mira fiero: entendió que sólo tenía un dos. “Venga bajito al pie, José”, le dice Perón y Rucci apoya un cuatro de espadas. Alfonsín le busca la mirada a Don Ricardo Balbín pero no hay caso. El Chino no acostumbra a hacer señas, es como si jugara solo. Don Raúl pone un siete bravo para asegurar la primera. Perón se echa para atrás y reojeando las cartas dice: “¿Cuánto tiene para el tanto, Rucci?”. El inolvidabl­e jefe de la CGT pone cara de circunstan­cia y contesta “27 y no se estiran, General”. Carcajada de Perón, “¡que paritaria flojita, José!”. Y rápidament­e se vuelve desafiante hacia Balbín: “¡Real Envido, Chino!”. Era justo lo que Balbín estaba esperando que le dijeran. Se saca los anteojos y, mientras limpia los cristales con la corbata, empieza a desplegar poesía, como siempre fue su costumbre:

“Soy aquel viejo adversario que supo despedir a un amigo, ni este burdo Real Envido nos volverá a separar, soy Chino, soy radical, llevo la Patria en el pecho, tengo los huevos maltrechos y una FLOR en el ojal”

“¡Essaaaaa!!!” grita Alfonsín ante el asombro de Perón que enloquece: “¿¿Cómo???!!! ¿Juegan con flor, estos radichetas? ¿¿Donde se ha visto, Rucci?? No hay derecho, compañero. Ya perdimos 50 dólares hoy”.

De pronto se abre una puerta y entra el Dr. Héctor J. Cámpora. “Disculpe General, hay quilombo allá abajo en la Argentina…”

“¿¿Otra vez?? - dice el General - ¿Cómo puede ser que mi querido peronismo esté controlado por esta manga de falsos progresist­as, estúpidos e imberbes? Reconozco que tuve algunos boludos en el movimiento nacional, pero como estos nunca vi”… Y girando hacia Alfonsín le dice por lo bajo: “¿No se quiere llevar algún boludo para el radicalism­o, Don Raúl?”

Alfonsín lo mira y hace la pausa justa: “No gracias, ya tengo”.

La cámara va bajando desde el cielo, atraviesa las nubes, entra al Instituto Patria, ingresa en el despacho principal, se acerca a Moria Casán, se queda unos segundos frente a ella y luego se acomoda suavemente entre sus tetas, las mejores tetas de habla hispana. Estamos en Argentina 2020.

Al lado de Moria está Maximo, protagoniz­ado como siempre por Coco Sily, y de frente vemos a Rolo Puente sentado en un banquito. Moria le grita furiosa… “Quiero que destruyas a Rosenkrant­z y toda esa maldita Corte Suprema, quiero ver a Larreta arrastránd­ose, quiero que ver preso a Macri, quiero que saques a todos los jueces que me procesaron, quiero dominar el sistema judicial, yaaa!!!”

Rolo balbucea alguna defensa… “Moria querida, me pediste que yo haga de moderado… y yo les vendí esa imagen…” Moria le pellizca los mofletes “hay chiquitín… te traje porque sos el mejor vendededor de autos usados… vendiste muy bien la moderación, te felicito…. ahora cambiá de concesiona­ria y vendeles chavismo, ok?…”

Coco Sily está haciendo cuentas con el celular: “Mamu, una pregunta ¿si ponemos el impuesto a las grandes fortunas no vamos a terminar pagando nosotros?”

Por corte vemos a Perón mirando el espectácul­o desde arriba. Le pasa un brazo por el hombro a Rucci: “…y encima te ofendieron y te negaron el homenaje, José… esta película ya la vimos”. Con el otro brazo, Perón lo toma a Balbín: “Esta gente no entiende nada, va derecho al abismo. No tienen un solo cuadro como la gente, ni un Robledo, ni un Matera, ni un Cafiero”

Cámpora interrumpe: “Está el nietito de Cafiero”. Perón lo fulmina con la mirada: “No me venga con boludeces, Cámpora… apa, ahora me acordé ¿no seguía por ahí Patricia Bullrich?”. “Sí, pero ahora es nuestra” dice Alfonsín. “Jodeme – dice Perón- ¿y Pichetto?” “Tambien es nuestro”, contesta Balbín.

Por corte se inserta imagen de Pichetto, personific­ado por Jorge Sobral, que le está cantando un tango por Zoom a Patricia Bullrich, interpreta­da magistralm­ente por Pepito Cibrián.

De pronto Perón se acuerda de algo: “¿Y ese muchacho Macri? No teníamos agendado que llegaba esta semana?”. Cámpora se sonríe: “Le dio benigno, General… es un muchacho con suerte”. “Bue, más o menos- dice Perón- se ve que tanta suerte no tiene porque mirá quién volvió a gobernar la Argentina”.

Corte al Instituto Patria. Moria está sola, envuelta en una capa de piel blanca. La cámara gira a su alrededor hasta ubicarse de frente a ella que mira fijo. Hace una pausa y sonríe: “Y además quiero cien dálmatas”.

La cámara desciende suavemente sobre sus tetas y se hunde en el escote. Funde a negro. (continuará…). ■

A Kicillof, Gollan y Kreplak se les traspapela­ron 3.500 muertos.

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