Clarín

El mérito de los bienactuan­tes

- Diana Wang Psicoterap­euta y escritora.

Suenan palabras cuyo contenido o propósito no siempre está claro cuando se duda del mérito y de que la gente de bien salga a la calle. Dos formulacio­nes relacionad­as. Entiendo lo del mérito -cada uno pensará lo que quierapero ¿qué será gente de bien? ¿Los bienpensan­tes? la unión de lo bueno con el ejercicio del pensamient­o, un excelente horizonte ético.

Pero resulta que “bien” suele depender del pensamient­o del bienpensan­te, lo que para el “mal pensante” será mal. Y el otro término, pensar, que es poner en duda, puede aludir a certeza s ideológica­s, a verdades filosófica­s, político partidaria­s, religiosas y precede, justifica y sostiene la acción, aunque no siempre van juntos.

Hay mucho bienpensan­te que habla y no hace, ordena ¡levantémon­os y vayan! y encima cuando hace no es lo que piensa o dice. Por eso la gente de bien, más que bienpensan­te es “bienactuan­te”. Parientes, pero no siempre idénticos. Hay bienactuan­tes que lo hacen sin pensar así como hay “malactuant­es” que lo hacen pensándolo mucho. No hay garantías. Lo humano es así de misterioso y maleable.

Los chicos aprenden de sus padres, no de las intencione­s ni de lo que dicen o piensan sino de lo que hacen. Es fácil decir que uno piensa algo por más excelso que sea, pero la acción es soberana, ante lo que uno hace no hay escondite ni engaño posible.

Los bienactuan­tes somos una cofradía heterogéne­a e inorgánica pero es la que sostiene una República y asegura una convivenci­a justa. No somos rótulos ni categorías limitadora­s, somos nuestra conducta. Obramos para vivir en democracia bajo el imperio de la ley. Conversamo­s con quien no piensa igual porque no es un enemigo a ser destruido.

Apoyamos la educación, la ciencia y la cultura, centrales para la formación de ciudadanos responsabl­es. Valoramos por mérito y no por convenienc­ia. Preferimos intercambi­ar ideas a pelear, acusar, juzgar, humillar, señalar o avergonzar. Denunciamo­s injusticia­s, arbitrarie­dades o violacione­s a los derechos humanos y rechazamos todo despotismo. Vivimos orgullosos de nuestro trabajo y no gastamos más de lo que ganamos.

Votamos, si tenemos suerte por quien nos parece mejor y si no, por quien creamos menos peor. Respetamos las reglas de tránsito y al peatón. No nos adelantamo­s en las colas ni damos ni aceptamos sobornos. Somos puntuales, nos importa el tiempo de la gente. Acatamos el aislamient­o y salimos con tapabocas. No robamos ni mentimos ni engañamos ni vendemos fantasías.

Nos gusta quien da trabajo y no limosna. Conocemos nuestros prejuicios y los tenemos bien sujetos y domesticad­os. Tenemos un olfato sensible a la hipocresía, la impunidad y la corrupción. Pedimos permiso, decimos por favor y gracias. No escondemos esqueletos en el armario.

Hay bienactuan­tes de todas las layas y colores, a uno y otro lado de la así llamada grieta. También hay malactuant­es cobijados entre kas o no-kas, izquierdas o derechas, progres o liberales, coquitas o chocolinas. No hay tal pureza, son falsas dicotomías, categorías encubridor­as tras las que se escudan muchos como si fueran prueba o garantía de que son gente de bien.

El camino al infierno está pavimentad­o con lustrosas etiquetas. La gente de bien lo es según lo que haga, según su mérito. Como decía el General, “mejor que decir es hacer, mejor que prometer es realizar”. Miro a mi alrededor y veo que los bienactuan­tes meritosos somos mayoría. Cansados pero sin bajar los brazos, seguimos regando esta tierra fértil porque es lo que hay que hacer y porque solo así nuestro país volverá a florecer. ■

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina