Mano a mano Empate entre “Pep” y Bielsa
El poderoso City no pudo con el Leeds. Elogio de Guardiola.
En ninguna de las carpetas de Marcelo Bielsa podría leerse lo siguiente: “Vamos a tirar un centro desde la izquierda, la pelota se va a ir cerrando hacia el centro del área chica, será un día de lluvia, de mucha lluvia, el arquero rival irá en busca de ese envío sencillo y fallará. La pelota se escurrirá de sus manos y quedará a disposición de un delantero de nuestro equipo que la empujará y marcará el gol”.
Tampoco Pep Guardiola podría haber previsto en sus entrenamientos previos que en la última jugada y desde otro corner casi se llevaría los tres puntos por un cabezazo en contra del centrodelantero rival, el mismo que minutos antes había fallado un mano a mano y terminó sin ser héroe o villano.
“Los dos equipos quisieron ganar; esa es la conclusión del partido”, resumió Bielsa. Una definición simple que contrasta con cierta búsqueda de grandilocuencia de los análisis futboleros que rodean al entrenador argentino.
Es que el 1 a 1 entre Leeds y Manchester City fue eso mismo que dijo Bielsa. Con la imprevisibilidad como condimento ineludible para el fútbol, tanto el rosarino como Guardiola se encargan de hacer todo el resto que está a su alcance. Pero se entregan a lo más básico del juego: querer ganar.
Los 90 minutos en Elland Road así lo reflejaron. Jugaron como en el campito. Como cuando en el potrero se dice que el que “hace el gol gana”. Pero acá lo dijeron en el pitazo inicial. Noventa minutos del que “hace el gol gana”.
Tardó en acomodarse al partido el equipo de Bielsa, sufrió el arranque, tuvo varios errores en la salida desde el fondo y no supo cómo superar la presión asfixiante del City. Raheem
Sterling abrió la cuenta en su tercera chance en 17 minutos. Pero ya sobre el final de la primera parte las sensación fue otra. Más allá de los mano a mano que Ederson les tapó a Dallas primero y a Ayling después, Leeds ya había pasado el sacudón y demostraba estar listo para el ida y vuelta frenético del complemento.
Y ahí sí no hubo diferencias. No se notó que Ruben Dias, el defensor portugués que debutó en el City, le costó al club (70 millones de dólares) el equivalente al presupuesto total de Leeds para el mercado de pases. Tampoco se notó que Jack Harrison, una de las figuras del equipo de Bielsa, no pudo jugar debido a que su pase pertenece al conjunto de Guardiola, que lo cedió a préstamo porque no tendría lugar entre tantas estrellas.
El gol de Rodrigo tras el blooper de Ederson fue la jugada menos clara de ataque de todas las que tuvo Leeds. Porque en su cancha o en el campito también pasan cosas como esas.
Antes del juego Bielsa había disfrazado un elogio de crítica para referirse a la influencia de Guardiola. “Sin querer le hizo muy mal al fútbol”, tituló para profundizar sobre el plan defensivo que suelen usar los rivales de los equipos del español en lugar de mantener su propuesta.
“¿Fue lindo, no?”, preguntó Guardiola tras el empate. “Los dos equipos quisieron atacar y el resultado es justo”, agregó. En la previa el catalán había sido mucho más expresivo que Bielsa para mensurar la relevancia del entrenador argentino. “Es la persona del fútbol que más admiro”, había dicho.
Cuando al encuentro le quedaban 10 segundos la TV dejó de enfocar a los jugadores y apuntó hacia el hombre en cuclillas. Se escuchó el pitazo final. Diluviaba en Leeds. Bielsa quedó tildado con las dos manos aplastando su rostro. Lució exhausto. La escena se completó cuando llegó Guardiola a su encuentro; se abrazaron, sonrieron.
En un fútbol debatido y analizado a cada paso, Bielsa y Guardiola fueron a la página 1 del reglamento. Y el resultado (no el 1-1) fue tan genuino como el que ellos hubieran planeado.w