Clarín

Dios es argentino y nos salvamos con una cosecha

- Ricardo Kirschbaum

La extrema necesidad disparó decisiones y las decisiones fueron para el sector que rápidament­e puede atenuar la aguda anemia de dólares. La parábola es también ilustrativ­a: de la frustrada expropiaci­ón de Vicentin, complejo al que iban a convertir en testigo para controlar el mercado, a este acuerdo con sectores del campo, principalm­ente empresas aceiteras, hubo un trecho en el que la

ideología cedió a la realidad. Esa necesidad es la que empujó a tocar los aranceles de exportació­n, símbolo de una pelea en la que ni Cristina ni el kirchneris­mo enterraron el hacha de guerra. Y el campo, tampoco.

Terminado el acuerdo con los bonistas, que ha pasado sin mucha gloria, todos parecen coincidir en que se necesita un plan, del que Alberto Fernández se jactó de no tener. Ese plan saldrá de la negociació­n con el FMI. Antes, habrá medidas para contener, si se puede, la crisis económica y social.

Como en aquella película, “Plata dulce”, que marcó toda una época, uno de los protagonis­tas visita al otro que está preso. Oyen tronar. Llueve. Y la conclusión: Dios es argentino, otra vez la cosecha nos va a salvar. Ya que se esté pensando en el campo es o puede ser un cambio grande que hasta parece un plancito.

La apuesta apunta ahora al Complejo Agroindust­rial Argentino, que no es la Mesa de Enlace. Ahí pisan fuerte los aceiteros. Deheza, por ejemplo. Que es decir también Acevedo, el de la Unión Industrial. El anzuelo es la rebaja de retencione­s para que liquiden y aumente la oferta de dólares. De paso, para que se preparen bien para la próxima temporada.

La Cancillerí­a fue modelando esta apuesta. Solá conoce de campo y de su potencia. Quiere que su gestión, si trasciende por algo, sea por el aumento del comercio exterior. Propuso en Olivos una carnada más apetecible para el campo: 6 puntos de rebaja de retencione­s el primer mes, luego 4, y al final, 2. Alineó a Pesce, el del Central, a Kulfas, y a Beliz. Guzmán objetó. Laudó Fernández y de esa gata parida salió la rebaja de 3 puntos.

El cliente está. Es China. Fernández mostró su diálogo con Xi Jinping. Contado así, parece algo posible. Pero lo posible se construye sobre confianza y ese insumo imprescind­ible no sobra si Fernández en cada reunión con empresario­s tiene que decir que es él quien gobierna, no Cristina. Eso alimenta el desgaste, que obligó a otra herejía para los K, acelerar el ritmo devaluator­io, que Pesce prefiere llamar volatilida­d.

Para que el gobierno de Fernández pueda levantar cabeza necesita acertar en la economía. Darle a la sociedad desconcert­ada y abrumada por la pandemia y el brutal impacto de la cuarentena alguna certidumbr­e.

El 10 de diciembre este gobierno cumplirá un año. Ese puede ser el momento de volver al contrato de moderación que Fernández firmó en su discurso inicial.

Y también sea el tiempo de una reestructu­ración en el que los cambios incluyan a Sergio Massa como jefe de Gabinete, como ya comentan de viva voz varios gobernador­es y empresario­s. También, dicen, Cristina y Máximo, que quedarían dominando ambas Cámaras. ■

El pase de Sergio Massa a la Jefatura de Gabinete, según los rumores, dejaría al Congreso en manos de Cristina y Máximo.

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