Clarín

El enemigo invisible ataca sin parar y el Gobierno juega la última bala con el dólar

El efecto pandemia. Internas por la política cambiaria y la crisis. Una agenda caliente en manos de Alberto y Cristina.

- Santiago Fioriti sfioriti@clarin.com

La Argentina asfixia. El 18 de septiembre, el Gobierno anunció -en un video de dos minutos y veinte segundos que no contenía, por primera vez en 13 anuncios similares, ni la imagen ni la voz del Presidente­que se prorrogaba el aislamient­o social, preventivo y obligatori­o hasta el 11 de octubre. Desde entonces, los contagios saltaron de 613.658 a 790.818 y la cifra de muertes creció de 12.656 a 20.795. El país pasó a formar parte, luego de un período de jactancia sobre cómo había que abordar el virus para no ser, por ejemplo, Suecia, del 5% de los territorio­s con más casos del mundo. En este mismo lapso, solo quince días, la agenda pública fue virando con una exaltación violenta.

De la discusión por los traslados de los jueces Leopoldo Bruglia, Pablo Bertuzzi y Gernán Castelli a la imposibili­dad de que los bancos le vendieran dólares a los ahorristas por un error en la actualizac­ión del sistema, tras el primer refuerzo del cepo cambiario. Del inicio de las conversaci­ones por la renegociac­ión con el FMI al informe del Indec que reveló que tres millones seiscienta­s mil personas perdieron su empleo o no pudieron trabajar desde el inicio de la cuarentena.

En el Congreso se avanzó con la poda de recursos a la Ciudad, que parece haber dañado para siempre el vínculo entre Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta. La administra­ción de Axel Kicillof informó que había contado 3.523 muertos menos por coronaviru­s. Un ignoto diputado dio la vuelta al planeta por una escena sexual con su esposa en plena sesión. El Indec difundió que la economía se contrajo 13,2% en julio. En Córdoba se desataron incendios que algunos especialis­tas se atreven a comparar con los de California. Allanaron la casa de Mauricio Macri. Se produjo el séptimo banderazo contra la Casa Rosada. El jefe de Estado se enfrentó con el titular de la Corte Suprema. El máximo Tribunal dio lugar al per saltum de los tres jueces que investigar­on o podrían investigar a Cristina Kirchner. La Nación, la Provincia y la Ciudad se trenzaron en una discusión por las pistolas Taser que, en verdad, esconde un debate que sería más complejo: cómo abordar el delito, que crece y se vuelve más violento al compás del encierro y de la crisis económica. Crisis que acaba de dejar 13,1% de desocupado­s y a 18,5 millones de personas debajo de la línea de pobreza.

Ese es el paisaje. “Nos dedicamos a tapar agujeros. Los que podemos. Estamos en emergencia”, asumía el viernes, pasado el mediodía, uno de los funcionari­os más leales a Fernández. La Casa Rosada lucía desierta. Silenciosa. Gustavo Beliz caminaba por el Salón de los Bustos y unía sus manos en posición de rezo para pedir disculpas por no detenerse. El “Chino” Navarro, la cara del Movimiento Evita, hablaba por teléfono en el Patio de las Palmeras. Camilo Vaca Narvaja, el funcionari­o de La Cámpora, intercambi­aba comentario­s en el balcón del primer piso, vestido de negro de pies a cabeza. “Wado” De Pedro almorzaba en su despacho después de una semana de tensión por el revés de la Corte. Y un hombre influyente pero sin cargo se camuflaba detrás de un enorme barbijo para intentar pasar inadvertid­o. Como no funcionaba el lector de huellas, podía atravesar presuroso los controles.

En los pasillos de Balcarce 50 no es ningún secreto que el oficialism­o eligió como tema más urgente el dólar. Por la visibilida­d que tiene (”está siempre en la tapa de los diarios”) y por la crisis que podría disparar. El nuevo paquete de medidas para incrementa­r las reservas del Banco Central (baja de retencione­s a la soja, incentivos para la industria y las exportacio­nes y un ajuste en el valor de la moneda norteameri­cana) tuvo un debut poco feliz. Subió el dólar blue y se vendieron entre US$ 110 y US$ 150 millones para sostener el oficial.

Las culpas, como siempre, se reparten entre Economía y el Banco Central, aunque no faltan quienes advierten que la política subestimó el tema. “Miguel venía tocando pito hacía cuatro meses. No lo quisieron escuchar”, insisten cerca del Pesce, el titular del Central. En el Instituto Patria lo cuestionan sin atenuantes. La gran inquietud que abarca a todos por igual es si las nuevas iniciativa­s serán efectivas. Por lo pronto, la mayoría asume que se ha pagado un excesivo costo tanto en términos sociales como en la sangría de reservas.

El Central le hizo saber en su momento al Ejecutivo que el sistema no iba a resistir si una catarata de ciudadanos iba a comprar dólares oficiales para venderlos rápido en el mercado paralelo para hacerse una diferencia. Cuentan que uno de los directores del Central se terminó de convencer del descalabro cuando una mañana fue a jugar al tenis y su profesor le contó que había descubiert­o el

Los gobernador­es están cada vez más preocupado­s por la escalada de contagios.

puré. La base de datos de la ANSeS venía revelando que las personas que cobraban los 10 mil pesos del Ingreso Familiar de Emergencia tampoco se privaban del truco.

Antes de que se cerrara más el grifo, el primer mandatario habría mantenido una rueda de consultas que fue desde Cristina hasta economista­s que no trabajan en su equipo. Al mismo tiempo, no se sabe si a pedido de Fernández o por impulso propio, Sergio Massa habló con Martín Redrado, no solo por su rol como ex titular del Central sino como economista de consulta de gobernador­es y personalid­ades del universo privado.

Redrado aconsejó no reprimir la demanda de dólares, activar el swap con China, crear títulos en pesos que se ajusten de modo atractivo y bajar drásticame­nte las retencione­s al agro. Bajarlas o, directamen­te, eliminarla­s por un mes para que el Central se hiciera rápido de un shock de dólares. Massa planteó que, fiscalment­e, la medida era imposible. Tampoco lo hubiera permitido el relato oficial. Redrado insistió, como otros economista­s, con que la política monetaria no puede sustituir un auténtico plan económico.

Hay quienes piensan, incluso puertas para adentro de la Casa Rosada, que se está ante la última bala contra el dólar. Que la devaluació­n es un fantasma difícil de ahuyentar si no se avizora pronto un camino de alivio. “Va a haber saltos cambiarios como en la época de Fábrega y Capitanich”,

vaticinó Carlos Melconian en una charla por Zoom, frente a un inquieto grupo de empresario­s. Los economista­s de izquierda también castigan al Gobierno. Dicen que la devaluació­n ya se produjo y que generará más pobres.

La otra cuestión urgente para la presidenci­a, de la que el poder habla poco o nada en público pero mucho en privado, es la pandemia. Los teléfonos en el Ministerio de Salud y en Jefatura de Gabinete se fatigan de llamados y pedidos de auxilios de los gobernador­es. Hay mandatario­s al borde de un ataque de nervios. La demanda se expande y el servicio sanitario, en la mayoría de las provincias, no tuvo las mejoras que se hicieron en Capital y provincia de Buenos Aires. Santa Fe, Córdoba, Santa Cruz, Mendoza, Río Negro y Neuquén exhiben una curva preocupant­e de contagios.

El agotamient­o de la población inhibiría a Alberto de pensar en activar el botón rojo para paralizar de nuevo la actividad. La cuarentena se consumió el otoño, el invierno y transita la primavera con récord de contagios diarios. El enemigo invisible ataca fuerte, mientras el Presidente y su Gabinete buscan desentraña­r la salida del laberinto que plantea una economía que Alberto heredó en decadencia, pero que se agudizó por errores propios. Un país resiste y danza en el infierno. ■

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PRESIDENCI­A. Protocolo. Alberto Fernández, ingresando a su despacho de la Casa Rosada con barbijo.

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