Clarín

Besa el suelo: los pioneros argentinos

- Silvia Naishtat snaishtat@clarin.com

Roy Archuleta es uno de los protagonis­tas de “Besa el suelo”, el documental que Netflix estrenó hace unas semanas para alertarnos sobre la erosión y la degradació­n de la tierra. Este ingeniero es un gladiador en la defensa del suelo sano que produce plantas y animales sanos y en definitiva, salud humana. Como experto del NRCS, el Instituto de Conservaci­ón de los Recursos Naturales de EE.UU., Archuleta recorre miles de kilómetros evangeliza­ndo para que se deje de utilizar el arado, que arrancó para “preparar los suelos para la siembra” en la edad de Bronce y provoca una erosión descontrol­ada. En EE.UU. el presidente Roosvelt en 1934 alertó sobre el tema y les habló a los farmers acerca de trabajar en cooperació­n con la naturaleza.

En 1940 en Inglaterra inventaron la técnica de la siembra directa, también conocida como labranza cero que al no arar la tierra se incrementa la cantidad de agua que se infiltra en el suelo, aumenta la retención de materia orgánica y la conservaci­ón de los nutrientes.

Pero no prosperó entre los ingleses. Tampoco en EE.UU.

Carlos Crovetto la trajo a América Latina y en Chile logró reconstrui­r suelos en terrenos con un 40% de pendiente. Varios años más tarde en la Argentina, en los convulsion­ados y trágicos años setenta del siglo pasado, Rogelio Fogante, que era decano de la Facultad de Agronomía de la Universida­d Nacional de Rosario, angustiado ante el desolador clima político, se refugió en la búsqueda de una solución a otro de sus tormentos: la erosión de los suelos en una de las praderas más fértiles del mundo.

En el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuar­ia (INTA), Fogante había sido experto en mejorar rendimient­os y calidades del trigo y de la soja. Junto a su amigo de la juventud, Víctor Trucco —que de su San Jorge natal, en Santa Fe, partió a estudiar Bioquímica a Rosario—, llegaron velozmente a la conclusión de que el exceso de labranza en los suelos generaba la erosión. A ellos se unió Luis Giraudo, que compró una sembradora brasileña Semeato para sembrar sobre los rastrojos del cultivo anterior.

Enterado de estos ensayos, Jorge Romagnoli, un productor de Monte Buey (Córdoba), se lanzó a experiment­ar en sus campos. Los primeros lotes de soja sobre trigo sin arar se sembraron durante la campaña 1978-1979. En ese momento comenzó otra historia en el campo argentino. Se dio vuelta la taba.

“Muchos nos menospreci­aban, otros nos decían que estábamos locos, pero nosotros nos estábamos dando cuenta de que la agricultur­a con labranza pagaba un alto costo porque se destruía mucha materia orgánica”, apuntó hace unos años Víctor Trucco. La siembra directa fue un proceso en el que la práctica fue por delante del conocimien­to científico. Y transformó la industria de la maquinaria agrícola, que comenzó a exportar las sembradora­s para esa técnica de labranza.

La Argentina se convirtió así en el pionero indiscutid­o de la siembra directa a nivel mundial”, dice Pilu Giraudo, hija de Luis y presidenta honoraria de Apresid, la Asociación de Siembra Directa.

En el país la siembra directa fluctúa entre el 92 y 94% de las 33 millones de hectáreas que se siembran, cuando en el mundo la siembra directa no llega al 12%. “Fue un trabajo silencioso para difundir una solución probada”, dice Giraudo, convencida de la asociación público-privada para esta innovación.

El Banco de Desarrollo Africano contactó a los pioneros argentinos para llevar la técnica . Giraudo reconoce que esta exportació­n de know how todavía no se termina de plasmar. Asegura, sin embargo, que Argentina tiene ganado un reconocimi­ento porque la siembra directa es la llave para enriquecer la tierra. Decididame­nte, aquí se besa el suelo. ■

Besa el suelo es un documental que Netflix puso en pantalla y alerta sobre la erosión que provocan las labores de labranza. Aquí un grupo de pioneros implementó la siembra directa que lo evitay se cambió la lógica productiva. El interés del Banco Africano.

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