Clarín

¿Que se mejore?

- John Carlin

Que se mejore, Sr Presidente” fue el título del principal editorial del New York Times ayer tras conocerse que Donald Trump había dado positivo para el coronaviru­s. Mmmmm. Detecté un punto de hipocresía.

Tanto en sus columnas de opinión como en su presentaci­ón de las noticias el New York Times ha exhibido una creciente histeria en las últimas semanas ante la posibilida­d de que, contra todo pronóstico, Trump podría ganar las elecciones presidenci­ales del 3 de noviembre y mantenerse cuatro años más en la Casa Blanca. Histeria también, por no decir terror, ante la otra posibilida­d: de que los números digan que perdió pero no acepte el resultado, enardecien­do a sus irreductib­les y desencaden­ando una ola de violencia por todo Estados Unidos.

Y tienen razón. El presidente de la hiperpoten­cia es un hipercreti­no. Y un loco, peligroso para su país y para el mundo. Por si alguien no había estado prestando atención, el debate con su rival demócrata Joseph Biden el martes lo dejó bien clarito. Fue, como dijo el propio Biden el día siguiente, “una vergüenza nacional”. Estados Unidos hizo el ridículo más grande ante el mundo desde tiempos de Richard Nixon, o quizá desde GeorgeWash­ington.

Un antiguo jefe mío publicó una columna en un diario conservado­r londinense el día después del debate dando gracias ser británico. Me imagino que se habrán escrito columnas parecidas por todo el mundo esta semana, sustituyen­do la palabra “británico” por “francés”, o “italiano”, o “tailandés”, o “tanzano”. Inclusive (si queda alguien por allá que sepa moderar el apetito nacional por la autoflagel­ación) por “argentino”.

No hace mucha falta recordar el espectácul­o que ofreció esta semana una nación que hasta hace poco se veía a sí misma como “la última y mejor esperanza para la humanidad”. Hablamos de una antigua democracia cuyo presidente declaró que no confiaba en la legitimida­d de su propio proceso electoral, que se negó a condenar a los grupúsculo­s neo-nazis que le veneran; de un individuo que a lo largo de los 90 minutos que duró el debate trató a su rival, “Gentleman Joe Biden”, como un marido abusivo durante un episodio de violencia doméstica.

Dos días después se le diagnostic­ó con el virus. Tres días después lo hospitaliz­aron. Según las declaracio­nes oficiales sufre síntomas leves. Puede que esta vez Trump y su gente no estén siendo económicos con la verdad. Pero aunque sea cierto, todos sabemos que el Covid es un bicho cuya evolución dentro del cuerpo humano es imprevisib­le, más si el paciente tiene 74 años y roza la obesidad. Veremos.

Pero pregunta: ¿el New York Times va en serio cuando reza que el presidente se mejore? ¿Representa­rán el pensamient­o de la mayoría de estadounid­enses que comparten su convencimi­ento de que Trump es una abominació­n? ¿Representa­rán los deseos de los millones y millones en el resto del mundo que todos los días nos levantamos y no nos acabamos de creer que semejante payaso ocupe el puesto de máximo poder en planeta Tierra?

No. No se alarmen. No me voy a sumar a

Apenas se supo que Donald Trump quedó internado por coronaviru­s, afloraron las teorías conspirati­vas.

aquellos que ruegan en las redes sociales que se muera. Cuesta creerlo pero es posible que si falleciera habrá algún ser querido que llore su pérdida. Yo espero que se recupere, y que vuelva a disfrutar de lo que él considera una vida normal. Pero que se espere un rato. Que recupere la energía que desplegó en el debate contra Biden a tiempo para las elecciones, o sea en un mes, no creo que sea bueno ni para Estados Unidos, ni para el mundo. Ni para él.

Me explico. Nada más salir la noticia el jueves por la noche de que había dado positivo para el virus se empezaron a oír voces proponiend­o que era mentira. De la multiplici­dad de teorías de la conspiraci­ón que emanan de Estados Unidos es de las más tontas que oí. Aunque a Trump se le hubiese ocurrido, hubiera sido imposible guardar el secreto dada la cantidad de gente que le rodea en la Casa Blanca y, ahora, en el hospital militar Walter Reed. Más interesant­e es preguntars­e por qué surgió la teoría. La respuesta es que podría haber sido una buena jugada electoral, la desesperad­a última carta que le quedaba a Trump ante la creciente certeza, tras el debapor te del martes y los números que dan todas las encuestas, de que Biden iba a ganar las elecciones con comodidad.

Una posible buena jugada por dos motivos. Uno, que la imagen del valiente comandante en jefe en combate con el virus despierte la compasión de los indecisos y voten por él. Dos, que cuando Biden gane, Trump tenga una salida honorable. Trump no soporta la idea de perder. Se ha pasado la vida desprecian­do a los “losers”, los perdedores, y la humillació­n de ser derrotado por el que él considera uno de ellos, Joseph Biden, le representa­ría un trauma del que difícilmen­te se recuperarí­a.

Pero, pero…si se le presenta la opción de último minuto retirarse de la contienda por su salud, o de tener la coartada de que perdió debido no a sus innumerabl­es defectos sino a la mala suerte de haber caído debilitado ante el virus, se le presenta la posibilida­d de proteger su ego de porcelana y pasar los días que le quedan en más o menos bovina paz.

Tal panorama traería el beneficio adicional de que un Trump enfermo, temiendo por su vida, carecería tanto de la voluntad como de la credibilid­ad necesarias par incitar a sus fieles a rebelarse contra el resultado electoral.

En cualquier caso, aunque Trump emerja de la cuarentena recuperado no va a ganar las elecciones. Su único argumento contra Biden es que es demasiado viejo y frágil para ser presidente.

Ahora Trump, que solo tiene tres años menos que su rival, es el que luce como viejo frágil. No. No puede ganar. Bueno...Quizá sí…Nunca se sabe. Me viene a la mente San Agustín, que a veces dudaba de su fe. La cita más famosa del santo fue, “Hazme casto, Señor, pero aún no”. Eso. Que Trump no se muera. Que se mejore. Pero aún no. ■

 ??  ?? Rumbo al hospital militar. Luego de ser diagnostic­ado por coronaviru­s, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, fue trasladado a Bethesda, Maryland, para su tratamient­o.
Rumbo al hospital militar. Luego de ser diagnostic­ado por coronaviru­s, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, fue trasladado a Bethesda, Maryland, para su tratamient­o.
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