Clarín

Tane, el pionero del homeschool­ing

- Emilia Vexler evexler@clarin.com

Tane Da Souza Correa nunca fue a la escuela. Nunca. Pero eso no quiere decir que no haya tenido clases: a los 23 años se recibió de físico -con un promedio altísimo- en la Universida­d Nacional de Salta (UNSA). Tane fue pionero del homeschool­ing en el país.

El primero en un ámbito rural, el pequeño pueblo de Vaqueros. El que más lejos llegó, después, en la educación tradiciona­l. El único, hoy, en la función pública.

Hizo la primaria y la secundaria en casa. Le enseñaban sus padres, sus vecinos y, a veces, docentes en sus livings. Nunca en la escuela.

En tiempos de pandemia de coronaviru­s, con padres y madres que desde hace más de seis meses se hacen cargo de parte de la educación de sus hijos, siente nostalgia por la forma en la que él aprendió.

Aunque marque las desigualda­des de conectivid­ad que él no tuvo -porque su enseñanza no fue virtual- y que hoy el homeschool­ing es algo “obligado” por la cuarentena, lo que debe perdurar pospandemi­a, dice, es el objetivo superador de esta forma de aprender sin aulas ni uniformes.

Defiende la enseñanza pública y ve en las clases virtuales de hoy soluciones futuras para el interior más olvidado.

“El Covid-19 vino a romper consensos que parecían inamovible­s. Estos momentos de profunda crisis nos abren posibilida­des de plantearno­s distintos modelos educativos. No digo que estudiar en casa es lo mejor para todos. Digo que no demos por hecho que el modelo tradiciona­l, de las escuelas, es el mejor. Esto sirvió para saber que existe otra alternativ­a”, apunta Tane.

Fue concejal hasta 2019 y en junio asumió como delegado territoria­l del Instituto Nacional de Asociativi­smo y Economía Social en Salta.

Mientras que en la llamada con Clarín se filtra el ruido de las gallinas y detalles de la miel sustentabl­e de su producción, cree, entonces, que más allá de lo atroz en términos sanitarios, económicos y psicológic­os, los más de seis meses de aislamient­o “sirvieron como testimonio para modificar, ampliar, cambiar la forma de enseñar y de aprender”.

Durante su infancia, sus padres, una pareja de agricultor­es que decidieron educarlo en casa porque “estaban en desacuerdo con un modelo social profundame­nte injusto”, pagaban con leche de cabra, quesos, dulces y hortalizas las clases que podían darle sus vecinos. Y que al final de cada año, él y sus dos hermanos rendían todas las materias libres.

“Hacía la tarea y las materias que me enseñaban mis papás en un escritorio de casa. Otras veces en espacios comunitari­os, como una biblioteca popular o en la casa de los docentes, con otros chicos, mientras ellos, que eran escolariza­dos, recibían clases de apoyo. Nunca en la escuela”, detalla, sobre su propio homeschool­ing. Por la diversific­ación de quienes, frente a él, tomaban el rol de enseñar, cuando Tane debía rendir materias de polimodal, había estudiado con profesores universita­rios.

Que pasará con los alumnos en Buenos Aires a fin de 2020 es incierto. Sólo se sabe que nadie repetirá el ciclo.

“Yo no creo que la escolariza­ción no sirva para nada. No ando por la vida diciendo ‘Saquen a sus chicos del colegio’. No. Incluso, estoy convencido de que debemos mejorar y fortalecer el sistema educativo, para construir una sociedad más justa. La escuela pública no deja de ser la principal institució­n igualadora de saberes. Donde los alumnos pueden encontrar leche o una notebook. Pero también debemos ampliar los horizontes. Abrirnos a modelos superadore­s”, señala.

Este hoy joven político sigue viviendo en el lugar donde se crió. En ese pequeño pueblo en la zona de altura, donde fundó el Partido Felicidad -afín al Frente de Todos- y hasta fue candidato a intendente.

Ahí construyó una casa con su “compañera”, Luciana, con la que pactó no llamarse “esposos” -aunque legalmente lo sean- y comparte la crianza de un varón de 2 años y medio y una beba de 3 meses. ¿La descendenc­ia del pionero del homeschool­ing mantendrá puro el linaje de quienes tienen el pizarrón en casa? Habrá que esperar.

“Todavía son chiquitos, encima, con la pandemia, esta situación anómala, no tenemos definido si van a ir a la escuela o no. Lo que tengo claro es que la escolariza­ción de los niños no puede estar desacoplad­a del modo de vida de los padres. En mi caso, mis padres trabajan en casa y fue posible. Hoy, por mi trabajo, paso muchas horas afuera... todavía no lo decidimos. Están todas las opciones sobre la mesa”, cuenta.

Puede que no sea así para sus hijos y no cree que “la receta mágica para todo sea la educación en casa”. Pero, heredó lo de estar parado en la línea ideológica de creer que “el sistema dominante en general -también en lo educativo-, tal como está, no tiene futuro” y celebra hasta las pedagogías alternativ­as que haya adentro de las institucio­nes. “Como las escuelas Waldorf”, dice. Donde no hay horarios y el punto en común es respetar lo que se quiera aprender. Como hacían con él.

Cuando Tane aprendía en casa, “sin asignatura­s” pero con “desafíos que estimulaba­n el conocimien­to”, no existían las plataforma­s online de la cuarentena ni las clases por Zoom. Sólo eran clases en casa. Tal como lo vemos en películas yankees, pero sin pupitre y con empanadas salteñas.

Aunque no existen cifras oficiales de cuántas familias siguen esta metodologí­a, desde la organizaci­ón Argentina Homeschool­ing consideran que unas 5.000. No hay una legislació­n que la prohíba y sí está la interpreta­ción del artículo 14 de la Constituci­ón, “derecho a enseñar y a aprender”, y del 26, “los padres tienen el derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos”.

Tane Da Souza Correa creció en una zona rural de Salta. Se recibió de físico sin ir a la escuela y propone estudiar en casa pospandemi­a.

Por eso es que, frente al crecimient­o exponencia­l de esta suerte de homeschool­ing “involuntar­io”, Tane pone el foco en la conectivid­ad. Un punto muy caliente de estas semanas, tras el rechazo del Ministerio de Educación de la Nación al protocolo propuesto por el Gobierno porteño para que asistan al colegio quienes no habían podido generar el vínculo virtual con la escuela.

“No se puede aplicar el mismo sistema educativo en un pueblo originario del Chaco salteño que en un barrio de Buenos Aires. Nuestra provincia realmente tiene una deuda muy grande en materia de conectivid­ad. Esta semana tuve una videollama­da con cooperativ­as y muy pocos pudieron participar. Con los niños fue igual en las clases virtuales. Las pantallas son algo momentáneo, pero muchos ni siquiera las tuvieron. Permitirle­s estudiar así podría llevarlos a lograr el arraigo a futuro. Que sepan que para progresar, no tienen que irse lejos”, cierra.w

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Sonrisa. Mucho antes del coronaviru­s y el Zoom, sus padres le daban clases en su hogar. Hay que “abrirnos a modelos superadore­s”, dice.

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