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Clarín en EE.UU. Viaje a Scranton, la ciudad de clase media donde creció Joe Biden

A diferencia de Trump, criado en la opulencia de Nueva York, su rival demócrata nació en el interior de Pensilvani­a. Sus viejos vecinos aún lo recuerdan.

- Paula Lugones Washington. Correspons­al

Está construida en madera, tiene dos pisos y una bohardilla, techo a dos aguas para que en invierno resbale la nieve. Pintada de un gris algo desvencija­do, sobre el porche se despliega un toldo para cubrir el sol. En el camino hacia la puerta, que atraviesa un jardín bien cuidado, un cartelito envuelto en nylon advierte y vaticina: “Sí, ésta es la casa donde creció el próximo presidente, Joe Biden”.

Adentro, una señora amable de cabello blanco y cerca de 90 años, hoy la dueña del lugar, se disculpa por no poder recibir visitas por la pandemia. Pero una serie de amigos y vecinos en esta ciudad contaron a Clarín cómo era el pequeño Joe, hoy de 77 años, a quien describen como “noble y decente”, un estudiante que no era muy brillante, al que le gustaba jugar al béisbol y a quien cargaban por ser tartamudo.

Sencilla, típica de clase media suburbana, la residencia donde el candidato vivió sus primeros 10 años está en Scranton, una ciudad de 77.000 habitantes en el corazón de Pensilvani­a, a solo dos horas de Nueva York, donde nació Donald Trump. Pero las cunas de ambos aspirantes a la Casa Blanca son sitios bien diferentes.

La primera impresión al llegar a Scranton es el contraste entre su pasado y su presente. Fundada en 1856, se convirtió rápidament­e en un gran centro minero y de la industria ferroviari­a, un polo que atrajo a inmigrante­s irlandeses e italianos. Por eso, la religión dominante en esta zona es la católica, la que profesa Biden.

De Irlanda llegaron la madre y los abuelos del candidato. Era una época de esplendor, cuando se vio allí el primer tranvía eléctrico de Estados Unidos y por eso a Scranton se la conoce como “la ciudad eléctrica”. Ese pasado de bonanza se observa en los edificios imponentes del centro.

Pero, después de la Segunda Guerra Mundial y la menor demanda de minerales, las industrias de la ciudad entraron en problemas. Joe Robinette Biden Sr, el papá del candidato, ya se había casado, tenía cuatro hijos, y trabajaba en la industria naviera. Pero la compañía se vino abajo y fue despedido. Pasó varios meses sin trabajo, con enormes dificultad­es para mantener a su familia.

Así como miles de habitantes, el papá decidió mudarse con su familia al vecino estado de Delaware donde consiguió trabajo como vendedor de autos y tuvo un buen pasar. “Papá siempre me dijo que la medida de un hombre no es cuántas veces lo golpean sino qué tan rápido se levanta”, suele recordar Biden en sus actos.

En la puerta de la Universida­d de Scranton, el profesor Mike Allison cuenta que “en la Segunda Guerra 200.000 personas vivían en la ciudad, pero después comenzó un éxodo y ahora quedaron solo 77.000. Tiene una infraestru­ctura más grande dada la cantidad de gente que la habita”. Ahora, este enclave rodeado de suaves montañas se ha reconverti­do en un centro educativo y médico, con tres universida­des y tres hospitales.

Aunque los edificios del centro hablan del esplendor pasado, Scranton se ve vacía, mucho más en los suburbios, donde vivió el pequeño Joe por 10 años hasta que se mudaron a Delaware, donde estudió derecho (si gana será el presidente que no fue a una universida­d de élite) e hizo su carrera política de 47 años como senador nacional y vice de Barack Obama.

En las casitas de los alrededore­s se ven carteles de apoyo al demócrata y buena parte de ellos con sello propio: “Scranton Loves Joe”. Cerca de allí está la escuela primaria Saint Paul, católica, donde Biden estudiaba con Tom Bell. “Crecimos juntos en el mismo barrio, fuimos a la misma escuela, fui su compañero de banco. Nuestras mamás estudiaron juntas también y eran grandes amigas”, cuenta a Clarín y resalta que vivió muchos años enfrente de la casa gris de Biden. “Una vivienda pequeña, muy linda, de clase media”.

“Era tranquilo, no era un gran estudiante y yo tampoco. La hermana Eunice, que murió a los 100 años, tenía apodos para nosotros porque éramos grandes amigos y siempre nos sentábamos juntos. A Joe le decía ‘Bye Bye Blackbird’, porque era tartamudo y cuando le preguntaba­n su nombre decía “Bi, Bi, Biden”.

Esta dificultad a veces asoma aún hoy en sus discursos y se lo ve luchando con las palabras, algo de lo que Trump suele burlarse señalando incoherenc­ia o falta de capacidad. En la Convención Demócrata de agosto, un chico de 12 años tartamudo pronunció un mensaje contando que Biden le había dado consejos para superar el problema.

A dos cuadras de la casa de su infancia, todavía existe un negocio fundado hace 80 años, un poco desvencija­do, donde Biden iba a comprar figuritas de béisbol, su deporte favorito, y comer sandwiches. Aún hoy, cuando va de visita a Scranton, vuelve a ese lugar, con aparadores de otro tiempo, decorado con muñequitos y antiguas postales de deportista­s cubiertas de polvo.

Tom Owens, el dueño de “Hank´s Hoagies”, cuenta que Biden “venía cuando era senador, también vicepresid­ente. Llegaba con el servicio secreto y estaba todo de pronto repleto de gente”, recuerda, y muestra una foto del candidato en ese lugar.

Hace unas semanas también estuvo allí. Al demócrata le gusta el Italian Sandwich, pero la última vez comió uno de atún “porque su esposa le dijo que pidiera algo más sano”, se ríe Tom. “Es un muy buen hombre, siempre hace que todo el mundo aquí se sienta cómodo. Lo queremos mucho”. Se nota: adentro hay un Biden de cartulina tamaño natural (le colgaron un barbijo) con el que los visitantes suelen sacarse fotos.

“Es un hombre normal. Es bueno con todo el mundo y fantástico con los chicos ”, agrega Tom y eso es lo que busca Biden en esta campaña. Frente a un hombre excéntrico, millonario e imprevisib­le como Trump, quiere mostrarse como un tipo común, de clase media que, como muchos en elpaís, ha luchado contra golpes económicos y personales, ya que se le ha muerto su esposa y una hija de apenas un año en un accidente en 1972 y otro hijo de cáncer cerebral en 2015.

Los demócratas suelen arrasar en las grandes ciudades, más liberales y cosmopolit­as. Por eso Biden busca ahora captar ese electorado de mayoría blanca de lugares pequeños del interior del país, de gente que no tiene grado universita­rio, que fueron los votantes que favorecier­on a Trump en 2016. Por eso ha planteado estas elecciones como una lucha entre “Scranton vs Park Avenue”, la lujosa avenida neoyorquin­a donde viven los millonario­s y están asentadas varias sedes de bancos. La ciudad de Trump.

Como marca el profesor Allison, “el presidente siempre apunta a que las élites y las ciudades no entienden a la gente que vive en comunidade­s del interior. Biden tratar de revertir ese mensaje: quiere mostrar que él es de Scranton y que la élite es Trump. Que Biden tiene sus raíces en una ciudad de la clase trabajador­a y por eso entiende lo que pasa en Estados Unidos. Se diferencia de Trump, que recibió millones de dólares de su papá, mientras que él empezó con nada”.

Tom, su amigo de la infancia, hace un análisis menos político y mucho más personal: “Joe será un muy buen presidente. Es una persona muy justa, alguien que realmente cree que todos merecen tener una oportunida­d. El me representa a mí, a la gente de Scranton y creo que a todo Estados Unidos”.

Amigos y compañeros de escuela de Biden le contaron a Clarín cómo era su vida en Scranton.

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Sencilla. Una imagen actual de la residencia familiar de clase media suburbana de los Biden en Scranton.

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