Se agrava la guerra en el Cáucaso con ataques a objetivos civiles
Los combates entre las fuerzas separatistas armenias de Nagorno Karabaj y el ejército azerbaijano continuaron ayer sin tregua, después de una jornada marcada por bombardeos en zonas urbanas que dejaron víctimas civiles. Los ataques avivaron la preocupación internacional por los ataques contra no combatientes.
El ministerio de Relaciones Exteriores de los separatistas armenios de Karabaj dijo que su capital, Stepanakert, con 50.000 habitantes, fue blanco de “intensos disparos de cohetes” por la mañana. Según Bakú, los ataques en zonas urbanas de Azerbaiján se reanudaron ayer. La víspera, a ambos lados del frente, el fuego de artillería alcanzó ciudades de Nagorno Karabaj (Stepanakert y la vecina Shusha) y también de Azerbaiján, principalmente Ganyá -la segunda ciudad del país a 60 kilómetros de la línea de frente-, así como Beylagan.
Como ocurre desde la reanudación del conflicto, el 27 de septiembre, los beligerantes volvieron a acusarse mutuamente de atacar deliberadamente a los civiles y difundieron imágenes de casas destruidas o de misiles sin explotar en las fachadas. Ante la violencia de los bombardeos en zonas habitadas, Rusia expresó ayer su preocupación y llamó a un alto el fuego en esta zona del Cáucaso. El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) también condenó los “bombardeos indiscriminados”. Cientos de hogares e infraestructuras clave como hospitales y escuelas fueron destruidos o dañados, según el CICR.
En el noveno día de combates, los separatistas, apoyados política y militarmente por Armenia, y los azerbaijanos no dieron ninguna señal de atender a los llamamientos de tregua de la comunidad internacional.
La región de Nagorno Karabaj, poblada principalmente por armenios, se separó de Azerbaiján después de la caída de la Unión Soviética, lo que llevó a una guerra a principios de los años 1990 que se cobró 30.000 vidas. El frente ha estado virtualmente congelado desde entonces, a pesar de enfrentamientos regulares. Ambas partes se culpan mutuamente de la reanudación reciente de las hostilidades, una de las crisis más graves -si no la mayor- desde el alto el fuego de 1994, que hace temer una guerra abierta entre estos dos países de la antigua Unión Soviética.
La semana pasada, el conflicto escaló con la participación de mercenarios sirios que Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña reconocieron como enviados por Turquía, que apoya a Bakú y rechaza las acusaciones de genocidio que le lanza Armenia desde el asesinato de más de un millón de personas, en 1915, a manos del desaparecido imperio otomano.
En un discurso televisado el domingo, el presidente de Azerbaiján, Ilham Aliyev, dijo que la ofensiva continuaría hasta que su oponente abandone “nuestros territorios” y hasta que el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinyan, “se disculpe” y proclame que “Karabaj no es Armenia”. Azerbaiján reivindica varios éxitos militares sobre el terreno, incluyendo la toma de varias ciudades y pueblos. Pero Armenia sostiene que “el bando azerbaijano proclama victorias imaginarias y difunde ‘fake news’ sobre los bombardeos armenios en zonas habitadas”.
El balance de muertos -aún muy parcial- asciende a 245 personas. Pero cada lado afirma haber matado entre 2.000 y 3.000 soldados enemigos. La escalada podría tener efectos impredecibles porque hay varias potencias con intereses en el área: Rusia, el árbitro regional tradicional; Turquía, aliada con Azerbaiyán; e Irán.